Cap. 29

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Venela se paseaba por todo Vindicare como si fuera su propia casa, aunque de haber sido atrapada por estos hace unos muchos años atrás si lo seria. Pero eso no pasó, en ese tiempo era una mujer llena de ira y no se iba a dejar atrapar tan fácil por un montón de tipos con vendas en su rostro que esa vez confundió con papel de baño.

No señor, ella se respetaba y debía dejar en claro que su reputación no apareció de la nada como todos creían. Si era conocida por ser una de las mujeres más aterradoramente fuerte, entonces tenía que demostrarlo.

Además, Bermuda tuvo toda la culpa, por decir que era una niña de diez años.

Y hablando de Bermuda, ya había llegado de la reunión.

-¡Bermuda-chan, bienvenido!-saludo alegremente haciendo que el nombrado se detuviera en donde estaba.

Sabía que Venela iba a estar en Vindicare, pero no esperaba que llegara tan pronto. Lo admitía, la mujer aun le daba miedo. No tanto como cuando Tsuna y sus guardianes lo vistieron con ese vestido floreado, pero si lo suficiente como cuando Ciferu trato de comérselo.

Ajin tenía todos sus miedos reunidos y ni siquiera era por querer asustarlo.

-¡Bermuda-chan, salúdame!-le exigió Venela ya molestándose. Lo malo de ser la primera cielo nocturno, era que a diferencia de sus hijos, cualquier cosa la molestaba y hacia aparecer sus llamas, era más propensa a descontrolarse ante la más mínima provocación.

-hola Venela-saludo más por la orden que por que quisiera, no quería que esta volviera a destruir Vindicare como la última vez que vino, destruyo la mitad por la simple razón de que se tropezó y el soltó una pequeña risilla.

La mujer sonrió aceptando su saludo y fue a abrazar a su amigo, no tan amigo, que era casi tan viejo como ella. Claro que eso nadie se los recalcaba, sabían muy bien que no debían meterse con ellos, al menos que estuvieran buscando una muerte asegurada.

Además, ella aún era joven, aún tenía unos... ¿500 o 600 años? Joven aun.

-Nee~ Bermuda-chan, ¿ha pasado algo interesante?-pregunto soltando a su compañero de antigüedad para ir a molestar a Jager.

Era sorprendente como esta hablaba con ellos como si nunca intento matarlos.

-no, lo único interesante seria que Kawahira apareciera para ayudar a los Vongola, pero eso no pasara-hablo sin pensarlo mucho, hasta que sintió las llamas de la mujer emanar.

La miro con su cabello completamente negro, incluso las puntas que ahora se encontraban envueltas en llamas negras, esos ojos rojos casi como si les inyectaron sangre y la forma en que apretaba sus puños haciendo que sus largas uñas se enterraran en sus palmas hasta crear cuatro delgados ríos de sangre que se paseaban por sus manos hasta caer al piso.

Recapitulo la frase que dijo y noto el nombre de Kawahira.

Había cometido el peor error de su vida, mucho peor que cuando le dijo que parecía una niña de diez años y que debería buscar a sus padres. No, este era peor...

Le había dicho que el tipo que la dejo plantada y que alguna vez fue su mejor amigo, seguía con vida.

-Kawahira jujuju-la escucho pronunciar, no quería mirarla, de seguro tendría esa sonrisa amplia que enseñaba sus dientes y que era digna de un creepypasta. Le sorprendía que aún no hubiera ninguno de ella.

Jager fue el primero en huir. Que su jefe se las apañara solo, él no iba a sufrir la ira de esa mujer.

Bermuda tuvo un escalofrío cuando sintió la mano de esa mujer en su hombro. Constantemente se repetía en su mente, no voy a voltear, no voy a voltear, pero por desgracia termino haciéndolo igual y tuvo la muy desafortunada coincidencia de encontrarse con esa amplia sonrisa justo frente a él.

El Cielo DestruidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora