Parte 7

17 0 0
                                    

Con caja en mano, abandoné el edificio. Qué patética suerte, cinco años de mi trabajo cabían en una pequeña caja. Supe comprender que mi desempeño en la empresa no fue el mejor, ni siquiera algo decente para distinguir; entonces, ¿Por qué me habían ofrecido un acenso ahora? El hecho me pareció curioso, aunque tampoco me atreví a indagar la respuesta. Por otro lado, llegaría a extrañar a esa partida de borrachos; más de una vez, y debido a sus pendejas maneras de beber, la noche de juergas terminó en lugares que la mayoría considerarían vulgares y poco higiénicos. Fue en uno de estos lugares donde conocimos a la famosísima Celeste, a quien más de uno recordó durante veladas solitarias, bajo una larga y relajante ducha caliente. Luego les ampliaría el porqué de nuestro entusiasmo. La historia no defrauda.

De pronto, me encontré subiendo en el bus, rápidamente buscando un asiento donde sentarme para el largo trayecto a casa. Éste arrancó y, de súbito, una erección; tremenda erección. Mi cerebro, triunfalmente, llegó a comprender lo que había ocurrido minutos atrás. La adrenalina del despido me infló, le subió el ritmo a mi corazón. Oh, al fin un asiento vacío, casi al final, justo al lado de una encantadora morena de grandes senos, probablemente una modelo recién llegada a la ciudad. Ambos nos miramos, pero sólo yo sentí la palpitación en la entrepierna. ¿Se habría dado cuenta? De seguro, la mujerona volteó inmediatamente hacia la ventana. Bueno, un asiento es un asiento, me dije, y acomodé mi culo junto al de ella. Debía hallar un refugio antes de que todos los allí presentes se percatasen de mi condición, la cual seguía ascendiendo cada vez más y más. Acomodado en mi puesto, regresé a mi cabeza. Ahora las preguntas serias desfilaron una por una: ¿Cómo le diría a Valeria que había renunciado a mi trabajo? ¿Qué pensaría ella de todo esto? ¿Me dejaría tocarla esta noche? Ni siquiera tuve tiempo de volver a apreciarle las tetas a mi compañera, estas interrogantes reclamaban, desesperadamente, una respuesta apropiada. Aunque una picara risita a mi lado me sacó de la concentración. Como pude, acomodé la caja sobre mi pantalón, sin embargo ya todo estaba imaginado. Cómo no, si parecía un enorme obelisco erguido sobre una plaza desierta.

Unas calles más adelante, la primera parada. Ella se preparó para bajar, no obstante el poco espacio para pasar provocó que la morena restregara su tierno traserito por toda mi cara.

-¡Carajo! Casi me vengo -Le dije-, al menos invítame una cerveza.

Pero ella ya bajaba; una malvada sonrisa apareció en su rostro, mientras yo tuve que quedarme a enfrentarme con todas las encrespadas miradas que voltearon con tan sólo escuchar el primer estruendo de mi sentencia.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Sep 16, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

GOMORRA A GRITOSWhere stories live. Discover now