El muchacho respiró profundo, y tratando de no hacer el menor ruido, comenzó a saltar sobre algunas rocas para llegar al otro lado del agua, esperando que lo que fuese que había del otro lado no le causara algún daño. Finalmente con los pies nuevamente en tierra, calculó la distancia entre la bestia y él, pero aun estando a una distancia prudente no podía identificarla; la piel del animal era casi gris y áspera, con un tamaño que podía atemorizar a cualquiera, y demasiado misteriosa para el pequeño muchacho.

Dudó un instante antes de acercarse más a la bestia, pero finalmente  cedió hasta quedar a apenas pocos pasos de distancia. De cerca se veía más grande, más oscura y más terrorífica; su piel asemejaba la piel de las sedientes, y en lo que parecía ser su lomo se encontraban plegadas unas alas de murciélago gigantescas. La curiosidad por saber si lo que estaba pensando era la verdad lo llevó a caminar en dirección a la cabeza del animal.

El muchacho quedó pasmado al principio por la calidez que el frente del animal desprendía, pero después se dijo a sí mismo que no era nada extraño, mientras relacionase aquello con aquel bosque. Al notar como aquella bestia se comenzaba a mover con más brusquedad, el pequeño corrió lo más rápido posible detrás del árbol más cercano, procurando no quedar a la vista de aquella bestia que podría asesinarlo con total facilidad.

El animal se puso de pie sobre sus cuatro patas, y evidentemente, la imagen que creó el pequeño muchacho en su mente era similar. La bestia tenía cabeza de serpiente, cuerpo de lagarto y alas de demonio, una bestia aterradora que dejaría en ridículo a cualquier caballero que se animase a desafiarle… menos aquel joven.

Sacó el arco por su cabeza y tomando una flecha apuntó en dirección a la cabeza de la bestia, esperando que con un golpe de suerte esta callera al suelo, o al menos huyera  por el miedo y lo dejara en paz. El muchacho analizó con cuidado el lugar donde iba a dispararle a la bestia, y una vez más seguro, soltó la flecha logrando penetrar cerca de la pata izquierda del dragón, y espero a que este cayese al suelo… pero nunca cayó.

La bestia apenas se inmutó ante el osado acto del muchacho, quien se encontraba perplejo al lado de un árbol cerca del animal. Se quedó observando la reacción de la bestia, la cual apenas notó su presencia dirigió su atemorizante vista hacia él; sus profundos y verdes ojos lo miraban con recelo, su aliento lo sentía más cerca de lo que se encontraba y el cuerpo del muchacho reaccionó de inmediato, haciendo que en un acto-reflejo sus piernas se moviesen a toda velocidad hacía el bosque, lo más lejos posible de aquella bestia.

Al llegar lo suficientemente profundo, y ya seguro de que la bestia o le seguía, el muchacho frenó. Se reprochó a si mismo por haber cometido semejante acto de cobardía, pero trataba de reconfortarse diciéndose que había dado su mejor esfuerzo; el muchacho esperaba no volver a cometer una imprudencia similar, ni mucho menos esperaba volverse a topar con aquella bestia… pero las cosas nunca resultaban como él deseaba.

Al día siguiente, después de una Saith de dirigió hacía el bosque, deseando que éste se lo tragase vivo para no volver a escuchar los gritos y reproches de su viejo padre. Al parecer aquel día su buena fortuna estaba de su lado, pues a poco tiempo de llegar a lo más profundo de aquel lugar, el muchacho escuchó algo que parecía ser quejidos o bramidos de algún animal cerca, a lo que el curioso muchacho decidió seguirles. La noche estaba entrando y el frio del creciente otoño le hacía recordar que se encontraba ya demasiado lejos de casa como para dar marcha atrás, así que decidió que si se iba a quedar en aquel tétrico lugar, sería mejor asegurarse de que fuese lo que fuese que se encontraba tan molesto no estuviese ahí mientras él dormía.

Entre algunos altos matorrales y encerrado se lo que parecía ser una charca de agua, la misma bestia del día anterior se encontraba tirada a algunos pasos de distancia del joven, quien con el miedo a flor de piel pensó seriamente en salir corriendo de aquel lugar, pero al escuchar un nuevo bramido de la bestia, se dio cuenta de qué era lo que pasaba realmente en aquel lugar.

La charca de agua estaba pintando de un irregular color rojo, y el sentimiento de culpa golpeo directo en el pecho del muchacho. El joven se acercó más hacia la bestia, quien a pesar de estar despierta no se movía para nada, y se le veía realmente mal.  El respirar del animal era irregular, y a herida junto a su pata izquierda se veía mucho más profunda de lo que el muchacho había podido imaginar lograr alguna vez.

El pequeño Saith se sintió culpable, se preguntaba cuántas veces cómo un niño de su tamaño podía hacerle tal daño a una bestia tan grande, se sentí realmente mal viendo a la bestia casi derrotada a sus pies. Él quería matar a la bestia, o cuanto menos eso creía, pero nunca pensó que herir a algo o a alguien de esa manera lo haría sentir tan mal.

El pequeño cortó romas y las acomodó sobre los matorrales y los árboles, amarrándolos con unas cuantas lianas, haciendo una improvisada cabaña sobre el casi temible dragón; buscó algunas hiervas medicinales que su padre le había mostrado con anterioridad, y con suma precaución, comenzó a curar al dragón.

Día con día, durante casi dos semanas el pequeño comenzó a acudir a aquella improvisada cabaña a visitar al dragón, esperando encontrarlo dormido o de un humor agradable como para estar a salvo de su entonces supuesto amigo para terminar de curarle la herida. Al final de las dos semanas, el pequeño se dirigía nuevamente hacia lo profundo del bosque… pero algo lo detuvo.

Un pequeño tropiezo lo hizo detenerse. El joven Saith había caído colina abajo, hacía la orilla del lago sin saber la causa de su tropiezo, trató de ponerse de pie, pero su vista se ensombreció al mismo tiempo que un dolor en la parte posterior de su cabeza lo derribó nuevamente.


El muchacho despertó sobre unas piedras húmedas en algún lugar demasiado oscuro.

―¿Qué hago aquí? ― Se cuestionó el muchacho desconcertado.

Miraba a un lado y al otro en busca de una salida, pero por más que trataba todo parecía realmente igual por donde volteara. Un dolor en la parte posterior de su cráneo lo llevo hasta sus últimos segundos de conciencia. Había caído. Pero él seguía sin saber el motivo de su caída, todo era demasiado apresurado y demasiado entraño.

«Personas no pudieron haber sido, desde que estoy aquí no he visto otro rostro humano que no sea el de mi padre» pensó un momento el muchacho.

―¡Ayuda! ― gritó con la esperanza de que alguien lo escuchara, pero muy en el fondo sabía que esas posibilidades eran demasiado escasas, puesto que además de su padre en aquel lugar sólo habitaban animales y bestias. «Pero si hay dragones, ¿qué más podría haber aquí?» comenzó a maquinar la mente del muchacho, y sus sospechas eran en parte demasiado acertadas.

¿Qué más podría encontrar en aquel lugar?

Existe un mundo lleno de cosas por descubrir, y las posibilidades para él eran demasiadas. Él sabía que la magia existía pero que era prohibida, pero se encontraban en un lugar demasiado remoto, un lugar donde todo podía suceder. La magia se había extinguido hacía muchos años, pero, ¿qué pasaba si aquel lugar era la excepción? ¿Qué pasaba si además de ese dragón, en ese lugar hubiese más vida que los simples animales que él joven veía día con día?

Saith tenía una teoría, y se iba a dedicar a descubrir aquellos misterios escondidos en (Gravity Falls :v ok no, sigan leyendo… no lo pude evitar)aquel lugar.

Se quedó quieto un momento meditando sus teorías, pensando cuanta verdad podía existir en ellas, y qué podía hacer el al respecto.

«Me encuentro aquí, si estoy aquí es por algo. Este lugar es demasiado grande como para que nadie haya notado su existencia, hay demasiados animales para cazar, agua para sobrevivir y lo necesario para formar un hogar, ¿por qué las personas no vienen aquí? Sería demasiada coincidencia que solo mi padre y yo nos encontremos atascados en este lugar, de ser algún tipo de castigo, no deberíamos estar solo nosotros, ¿o sí?».  Comenzó a pensar el muchacho, estaba decidido, y con un valor verdaderamente admirable. Pero bastó solo ver el primer rayo de luz que lo regresó a la realidad, para comenzar a poner a prueba sus teorías.


Había una vezWhere stories live. Discover now