V • UN VIAJE

3K 317 12
                                    

― ¿Me vas a decir en lo que estás pensando? ― musité casi irritada por su silencio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

― ¿Me vas a decir en lo que estás pensando? ― musité casi irritada por su silencio.

Todo iba de maravilla, primero nos allegábamos un poco y después él se comportaba como un auténtico maleducado cazador, como el que conocí el desde el primer día.

―Estoy creyendo que te estás volviendo loca― blanqueé los ojos por su comentario fuera de lugar.

―Estoy hablando enserio, Saith.

―Pues disculpa que yo crea que es un juego― musitó acomodándose en su lugar―, llevo años viviendo aquí y no he visto nada parecido.

Su tono era serio y sus palabras sinceras, por una parte quería creer en su palabra... pero yo sabía lo que había pasado, todo pudo parecer un sueño pero tenía pruebas para confirmar mi teoría.

Mi madre solía contarme sobre criaturas parecidas, pero solamente en cuentos de hadas, claro está.

Di un largo y áspero suspiro llevando mis rodillas hasta mi pecho, desvíe la mirada y entonces una idea un poco arriesgada cruzó por mi mente.

―De acuerdo, te creo― parecía sorprendido por mi apresurada respuesta a su planteamiento―. Posiblemente sea sólo el estrés de estar atrapada aquí y no tener compañía lo que me hace imaginar todas esas cosas.

―Posiblemente.

― ¿Por qué no me das un recorrido por TODO el bosque? ― él enarcó las cejas por mi cuestionamiento, yo simplemente me encogí en hombros pretendiendo parecer inocente―. Tú dices que conoces de pies a cabeza este lugar, así que ¿por qué no?

Mi propuesta no pareció agradarle demasiado, pues se quedó un par de minutos pensando en lo que había dicho, como si me creyese loca o algo peor.

No lo incité a hablar, yo quería que él fuese quien tuviese la última palabra... pero no se podía negar, de cualquier manera yo misma podía ir e indagar por todo el lugar y al final de cuentas él tendría que ir en mi búsqueda.

―Aunque quisiera, no puedo― traté de cuestionarle, pero él se adelantó a mis palabras―. Soy quien surte a tu cuidadora, y por si fuese poco la única alma en este lugar, no podemos ir.

―Para mí eso es más una excusa que una justificación― el hombre viró los ojos ante mi comentario.

―Puedes tomarlo como gustes, de cualquier manera no puedo hacer nada― masculló poniéndose de pie.

Me quedé un momento sentada, esperando que una buena excusa llegase a mí para convencerlo. Finalmente me puse de pie y continué siguiéndole el paso a lo largo de patio.

Por un momento mi concentración se perdió contando la cantidad de pasos que debía dar yo para seguir el paso de él, puesto que sus piernas eran más largas que las mías y debía caminar dos veces para igualar un paso suyo.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora