1. La visita de la hechicera

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Climo seguía cosechando y criando los animales. Había mejorado su habilidad con la espada y salido dos o tres veces con los centauros en viajes bastante cortos. En uno de esos viajes conoció a la hechicera Carmiel, de grandes saberes mágicos y probada experiencia en pociones y encantos.

Ella, tocándole la punta de los dedos de las manos, le auguró un peligro próximo e inminente. Lo hizo con la mirada esquiva, como si en verdad una desgracia fuese a caer sobre su persona. Climo advirtió de esto a los sabios de Emaingh quienes rieron y no prestaron atención al joven. Pero la advertencia de Carmiel era tan cierta como las ganas que tenía él de comprobarla.

Un caluroso día de verano, cuando Climo se encontraba descansando bajo la sombra de un roble grande y viejo, después del almuerzo, notó que una espesa y negra nube venía del norte. Era muy raro en esa época ver tormentas por allí, sin embargo, la nube se acercaba cada vez más y más rápido. De pronto, todo el valle se había oscurecido, luego el viento comenzó a soplar tan fuerte como si quisiera arrancar los viejos árboles de la tierra. Todos corrieron en busca de refugio, el agua comenzó a caer cual si un gigante hubiera levantado el mar en una gran vasija para luego soltarlo por completo sobre Emaingh. La tormenta duró casi siete días, gran parte de la cosecha estaba estropeada. Los sabios no hacían otra cosa que discutir si había sido natural o había sido producida por alguna magia dañina. Sabal era uno de los más nuevos en el consejo y llevaba a Climo a las reuniones, aunque éste no podía hablar. Los jóvenes no tenían permitido intervenir en las decisiones. Apenas podían participar en silencio. Y, cuando se trataban temas muy secretos las reuniones se realizaban a puertas cerradas.

Entre los gritos y discusiones, Climo escuchaba y recordaba las palabras de Carmiel. Todavía no podía dilucidar si las palabras de la hechicera eran un augurio personal o se trataba de una amenaza para toda su gente. Lo cierto, es que pasó mucho tiempo hasta que pudieron recuperar la cosecha y volver a poner las cosas en orden. Hubo un largo camino hasta que las tierras estuvieron aptas para recibir las semillas, hasta que las semillas se sintieron en condiciones de soltar sus raíces y tallos y hasta que el período de floración dio paso al de los frutos.

A Climo le rondaba una única idea en la cabeza: lo que Carmiel le había dicho. No sabía qué hacer, por un lado esto lo consumía y por otro, la obligación de ayudar a su familia. Sentía su corazón dividido entre el presagio y el deber. Lo carcomía la inquietud y no podía estar un momento tranquilo.

La necesidad de ir en busca de la hechicera lo desconcentraba por completo de sus tareas diarias. Tanto, que cometía un error tras otro. Ya se comentaba en el pueblo que el hijo de Sabal Cricar había perdido sus fuerzas y sentaría cabeza de una vez por todas para ser como el resto de la gente. Sin embargo, esto no le importaba a Climo, quien pidió a su amigo Axul, el centauro, que buscara a Carmiel y le pidiera que viniera a verlo lo antes posible.

Una blanca mañana de invierno, la nieve había cubierto todo por completo, incluso más allá de Emaingh. Era bastante difícil entrar o salir del lugar, los carros no podían atravesar ninguno de los caminos. Las patas de los caballos se hundían en la nieve. Sin embargo, el cielo estaba azul, unas pocas nubes se asomaban más allá de las montañas Coldart y los rayos del sol, débiles pero brillantes, caían sobre los blancos campos que dejaban ver, de tanto en tanto, alguna mata de pasto. El peso de la nieve hacía que los árboles acariciaran el suelo con sus ramas.

Climo se encontraba trabajando con la pala, abriendo el camino de entrada a la casa, cuando escuchó una voz dulce y serena que le hablaba. Miró hacia un lado y luego hacia otro pero no pudo ver a nadie. La voz parecía provenir desde su interior y, además, le resultaba familiar. No podía reconocerla, pero sí pudo entender lo que decía.

—Debes emprender tu viaje, debes dejar todo atrás y dirigirte hacia Puerto Pico —dijo la voz, estremeciendo el corazón de Climo quien, a pesar de haber realizado muchos viajes, jamás había pensado en dejar todo atrás.

Tierra Mágica - 1 Corazón de FuegoWhere stories live. Discover now