Cristales Rotos

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9 de noviembre de 1938

Esa noche, Adler y Edith decidieron dar un paseo por la ciudad, ya que no hacía frío y amaban esta tranquilidad.

Los años anteriores habían sido todos iguales: fiestas, nazis y la televisión poniendo a todas horas los discursos de Hitler. Necesitaban estar solos por una vez de mucho tiempo, pero esa noche no iban a estar solos.

- Oye Edith, ¿puedo preguntarte algo?- Edith afirmó con la cabeza y la apoyó en el hombro de él.- ¿Que te pasa en las fiestas?- Le miró preocupado intentando hacer hincapié para decírselo,¿Era la hora?

- Adler, lo que pasa es que soy...- Un horrible sonido sonó en la calle, acompañado después de miles de gritos. Una cortina de humo se iluminó en el cielo, en el barrio donde vivían sus padres. En ese momento Edith lo recordó todo, era cierto.

29 de octubre de 1938

Todos los oficiales se pusieron en un corro, sentados en sus sillas. Sin saberlo Edith y Adler también estaban en ese corro.

De sus bocas salían insultos y gritos hacía todo tipo de personas de otras razas o clases e ideologías. Hasta que uno de ellos lo dijo:

- Nuestro fürher esta pensando un plan maestro. Se oyen rumores de que van a hacer un ataque al barrio judío.- Edith se agarró a Adler del susto. Al verla así le preguntó que le ocurría. No respondió, por dentro quería saber que pensaban todos los demás.

- Yo quiero estar en primera fila, matando a todos esos cabrones.- Todos se echaron a reír sin parar, diciéndole que sería un héroe. Casi todos los demás dijeron lo mismo.

- Adler tengo sueño, vamos a dormir ya.- Adler la miró todavía riéndose y le respondió.

- Vete tu, que yo quiero seguir escuchando esto.- se acercó a ella para besarla pero Edith se alejó rápidamente. Al salir la desearon buenas noches y siguieron riendo hasta tarde.

9 de noviembre de 1938

Se dirigieron corriendo a ver lo que pasaba. La gente, que era conocida para Edith, salía corriendo hacia ellos, huyendo de la calle, llenos de maletas, papeles y niños en sus brazos. Edith paró a uno de ellos, que era el panadero del barrio y le preguntó donde estaban todos.

- Tu familia sigue en la plaza,¡corre antes de que los cojan!- Edith se dirigió hacia la salida de la calle junto al hombre para acompañarlo, pero sin darse cuenta estaban cinco guardias en la salida de esta. Se empezaron a acercar lentamente con sus metralletas, dando tiros al cielo, haciendo que todo el mundo volviera dentro. El hombre salió corriendo dejando a Edith y Adler solos, que rápidamente se unieron a la estampida de gente.

Al llegar a la plaza, Edith se dirigió hacia su casa y subió rápidamente las escaleras. La puerta estaba abierta, los cristales de las ventanas rotos y la casa vacía. Se apoyó en la mesa y saltó en lagrimas. Adler llegó a la casa y dio a Edith la vuelta para que le mirara.

- Edith, ¿que esta pasando?- Edith se agarró a sus brazos y se tiró al suelo desconsolada. No necesitó más palabras para saber algo importante.

De repente un grito sonó del pasillo de la casa. Edith levantó la cabeza y salió hacia la escalera. Mientras Adler cogió una fotografía de Edith.

Se oyó como alguien caía escaleras abajo mientras las risas de dos hombres resonaban sin parar. Bajaron los dos amantes por las escaleras y salieron a la calle. Su madre estaba al final de la esta tirada en el suelo.

Edith con su instinto, salió corriendo hacia ella, pero antes de llegar los dos hombres de la escalera se acercaron a la señora y la agarraron de los brazos. Otro hombre se acercó a ella y la empezó a pegar en la cara sin parar, quedándose ella incosciente.

- ¡Mamá!- Alzó su mano hacia ella, pero Adler la agarró.- Suéltame, por favor.- gritó Edith.

- Te mataran Edith. No vayas.- La puso mirando hacia otro lado a la fuerza, mientras gritaba de rabia.

De forma inesperada el hombre cogió un cristal del suelo y empezó a jugar con él, hasta que al acercarse a ella clavó rápidamente el cristal en su cuello. Los hombres empezaron a reír mientras gritaban:

- Una judía menos.-

En ese momento Edith se giró y pudo ver la escena: como su madre intentaba quitarse el cristal. Ella la estaba mirando y pudo ver como daba una sonrisa a su hija. Después de unos segundos cayó muerta al suelo.

Edith empezó a ponerse pálida y Adler la abrazó, intentándola llevar hacia la salida, pero antes se cayó al suelo desmayada y los tres hombres se acercaron a ellos.

- La judía se ha puesto nerviosa. Ojalá este muerta.

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora