Edith

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Laboratorio de Josef Mengele

Las cinco mujeres que salieron de madrugada del barracón se asomaban a un sitio sádico, que las hizo temblar con solo pisar ese frío suelo. Las sentaron en un banco a todas juntas después de entrar Josef en la sala. Con un gesto, los hombres que le acompañaron en el chequeo sacaron unas pistolas y dispararon a las mujeres que acompañaban a Edith, llenando a esta de sangre. Soltó un pequeño de grito de miedo. Las remataron y cogieron a Edith de los brazos. La pusieron delante de el médico que la agarró de la barbilla viendo su cara sucia y desnutrida.

- Debías ser guapa cuando vivías fuera de aquí, pero ahora solo veo a un esqueleto andante.- el hombre soltó una risa girándose para atrás y mirando los papeles que tenía en su mesa.-¿Quien es el padre?.- Edith se quedó sin respuesta.

- ¿Perdón?.- el hombre la miró.

-El niño, ¿de quien es?.- La chica abrió la boca y se toco la barriga.- Ha tenido que ser con alguien del campo, ya que el niño no es de mucho tiempo, solo de unos meses.- A Edith solo se le ocurrió tirarse al suelo, solo por el hecho de además de estar embarazada, conocer al padre tan desafortunado que tenía.

La chica hablaba en bajo, susurrando para tranquilizarse, mintiéndose a si misma como lo había hecho desde todos esos meses. Pensaba que era el hambre, que estaba enferma, la ansiedad... todo menos eso.

- Chica responde ya.- se había metido en su mente y se había olvidado del lugar que estaba.

- El oficial que guardaba mi barracón me violó hace tiempo.- Al pasar la frase se mordió la lengua: no tuvo que decir eso, menos a ese hombre que se sabia que no tenía buenas intenciones. Mengele miró asombrado:

- Anda, vaya, vaya, vaya. El oficial que desapareció inexplicablemente, que casualidad.- Se sentó en la silla, cogió un vaso de conak  de su mesa y siguió interrogándola.- Muchas razones para matarlo.- Edith levanto la cara y negó nerviosa.

- Yo no lo maté, no podría hacer eso.- Josef tomo un sorbo y la señaló.

- ¿Quien fue?.-

- ¡No lo se!.-

Hubo un silencio de unos segundos. Después el hombre agarró la mano a la chica levantándola y puso su boca en su oido, dandole una advertencia.

- Hasta que no me digas quién coño mató a ese oficial, te haré pasar la peor vida de todos los que viven en este campo a ti y a tu niñito.- le puso las manos en las mejillas y le sonrió con una de las sonrisas más macabras que había visto en toda su estancia. Siguió con su amenaza.

- Además llevo queriendo hacer experimentos con una mujer embarazada desde hace mucho, mucho, tiempo, y hay que aprovechar la oportunidad, Lleváosla a su barracón. ¡Te doy tres meses, niña!-

Al salir de la habitación y agarrada de esos hombres, se puso a llorar desconsoladamente, tirándose al suelo y tambaleándose sin fuerza. Al salir del edificio, miró la valla electrificada. En ese momento miles de preguntas pasaron en su cabeza: ¿delatare a Adler?,¿Me matará el Angel de la Muerte?y entre muchas más la que le resonaba con fuerza era: ¿Merece la pena seguir viviendo?

Sacando los brazos de los hombres, salió corriendo hacia la valla, sin oír los gritos de los hombres de que parara. En ese momento pensó en Adler, Rita, sus padres, su hermano, Helena... Toda su historia desde que conoció a Adler le pasó por delante, pero no le importo, no lo suficiente para parar de correr.

Pasó la línea roja que separaba la "vida y la muerte". Parecía no parar, pero algo lo hizo por ella. Detrás de la valla encontró a su madre acompañada de Helena. No le sonreían, más bien la miraban llenas de asco. De pronto su madre dijo:

- Vuelve al barracón.- Mirándolas incrédulas  notó como los hombres la agarraron girándola hacia su barracón. Edith no supo si fue su imaginación o una advertencia le salvó la vida, pero sin quitarle la presión de esas preguntas.

Entró al barracón. Sin mirar a los lados fue hacia la litera donde dormía, gritó el nombre de la niña y esta saltó de su escondite. Rita corrió a abrazarla y al juntarse estalló en lagrimas. Edith agarró con fuerza a la niña, no quería separarse. Había pensado y cambiado su opinión de matarse con ese abrazo. No podía dejar a Rita sola.

- Te lo prometo Rita, ahora sí te lo prometo.-

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora