Amor

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Al llegar el día, Edith se levantó en la tranquilidad de la mañana. Se puso de pie y se dirigió a la cocina. Allí estaban sus padres que al entrar ella dejaron de hablar y la miraron seriamente. Ella siguió con lo suyo cogiendo un poco de café y una tostada con mermelada. Se sentó junto a ellos y empezó a comer. Solo le dedicaban miradas hasta que Edith quiso intervenir:

-Me voy a ir a leer al parque.- Hubo un silencio entre miradas de los dos padres.- ¿Pasa algo?.- la chica miró a su madre, que agachó la mirada. Cambio a su padre que por fin habló:

-El gesto que le hiciste a mamá ayer fue muy feo.- Edith recordó lo que pasó en el baño con su madre, al decirle que viera si Adler era judio.

-Si no para de decirme lo mismo siempre que quieres que haga. Yo puedo decidir con quien estar o con quien no estar y me da igual lo que sea él.-

-Te digo que ese chico te traerá problemas.- dijo la madre mirándola cansada.- Si no es judio como tú y...-

-Mamá, ya basta. No lo conoces, tu no sabes nada de él. Lo único que haces es meterte en mi vida sin saber que es lo que pasa. Yo decidiré con quien estar.- el padre se levantó de la mesa y apuntando a la chica con el dedo y dijo:

-¡A tu madre no le hables así!- Era la primera vez que a Edith su padre le gritaba de esa manera, con la mano alzada apunto de darle una bofetada.

Edith, sin decir una palabra, se fue de la cocina hacia su habitación. Se vistió y simplemente salió de su casa, sin decir nada, llorando por dentro.

Adler se había despertado solo en casa. Sus padres se habían ido al campo junto con unos amigos, como cada viernes.

Desayunó, se vistió y salió felizmente hacia el parque, queriendo simplemente ver a Edith otra vez.

Al llegar al parque se encontró a esta, en el mismo banco de la anterior vez, pero esta vez llorando, tapándose las lagrimas con las manos. Adler, sin pensarlo se acercó corriendo hacia ella y arrodillado, se puso delante suya.

-¿Que pasa?.- Edith miró a Adler sorprendida y se secó las lagrimas rápidamente.

-Nada.- Adler se sentó en el banco.

-Edith, no soy tonto. Se que te ha pasado algo, puedes contármelo.- puso su mano en su rodilla esperando una respuesta. Edith le miró a los ojos.

-Adler, no me pasa nada, es solo que hoy es el aniversario de la muerte de mi abuela y ya esta.- Por un lado Edith no quería contárselo, pero por otra parte, se lo quería contar a gritos, quería ayuda, pero ya estaba hecho. Esa decisión le podría haber ahorrado muchos problemas en el futuro.

-Lo siento mucho. Se lo que se siente.- hubo unos segundos de silencio.- Pero te voy a hacer sentir mejor, ¿paseamos?.- Adler se levantó a la vez que Edith  le dedicó esa sonrisa y entonces, se pusieron a caminar.

Siguieron hablando de los temas que se dejaron a medias ayer, mientras que veían como toda Berlin se despertaba: la gente, el sonido de los coches, todo era increíble, tal y como una película.

Al salir del parque se subieron a un barco que iba por el río, dando una vuelta por la ciudad. Se sentaron en primera fila ya que no había mucha gente a esa hora. El barco empezó a moverse y a pasar por todos los monumentos importantes de la ciudad.

-La ciudad esta tan bonita.- dijo Edith.- como todas las farolas se apagan, la gente sale de sus casas...- ella acercó su mano hacia él . Él se percató por lo cual acercó su mano hacia ella. Al sentir el roce entre ellas se miraron mutuamente.

-Es perfecto.- dijo Adler.

Adler acercó su labios a los de ella, reventando todo lo que sentía en ese plácido beso, tan dulce, con tanto sentimiento. Se separó de sus labios para ver su cara de nuevo.

-¿Esta bien?.- Edith asintió con la cabeza.

-Gracias, Adler.- Edith se apoyó en su hombro, mientras miraba al horizonte.

Ojalá hubiera seguido tan perfecto

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora