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Harry

Implacable, es lo que había sido.

Me envió un mensaje privado en el sitio web en la mañana, insistiendo en que cenáramos juntos. Decirle que no media docena de veces no había mermado su insistencia. La mujer obviamente necesitaba un poco de acción.

¿Y en San Valentín?

Un gruñido retumbó en mi pecho. Me había ofrecido a invitarla a salir la
noche siguiente, o la que le sigue, pero ella insistió. ¿Por qué demonios cedí?

San Valentín. El día del año en que todas las mujeres esperaban amor
verdadero. Un anillo. Cercas blancas. No quería esas complicaciones. —Estúpido.

Agarré mi celular de la mesita de café y busqué la foto de su rostro por décima vez. Cabello negro caía en cascadas sobre sus hombros, los rizos sueltos rozando un escote en el cualquier hombre podría perderse. Ojos oscuros como el carbón. Un labio inferior carnoso suplicando ser mordido.

Más ardiente que cualquiera de las otras chicas que había conocido en el sitio que ofrecía una gran cantidad de mujeres dispuestas en las que enterrarme. Debería haber cambiado de posición para calmar una erección.

—¿Desde cuándo, Old Boy? —Lancé un vistazo hacia mis pantalones de franela y noté la ausencia de espacio—. Mierda.

Tenía la esperanza de que las fotos en su perfil no fueran de alguna prima lejana que vivía a una cuadra de la playa blanca detrás de ella. Me había pasado antes. No es que la mentira me hubiera impedido cerrar los ojos y pensar en un rostro diferente mientras me clavaba entre las piernas de la mujer.

Lanzando mi teléfono en la mesa, incliné la cabeza hacia atrás y me quedé mirando el techo. El aburrimiento había intensificado hace unos días, y aunque me encantaba Boston, me picaban los pies por empacar una bolsa y subirme a un jet.

Saltar al primer avión disponible con destino al extranjero, y pasar un mes o dos en quién demonios sabía.

Mañana.

Esta noche me prometí reunirme con una hermosa mujer para cenar.
Me obligué a levantar mi perezoso trasero del sofá de cuero. Un clic me llevó de un programa de comentarios deportivos a un jazz ligero.

—Tal vez eso te pondrá en un mejor estado de ánimo, Old Boy, porque te guste o no, iremos a Valentino's.

Mi teléfono sonó, interrumpiendo mi caminata al baño. Comprobé el número, sonreí, y desbloqueé la pantalla para responder.

—¿Qué pasa, Matty?

—Yo y algunos de los chicos iremos a The Fours por unos filetes de carne y cervezas. ¿Quieres ir?

—Ojalá me hubieras llamado jodidamente antes. Estoy atrapado en una cita.

—¿Atrapado? —Matty se rio—. ¿El Señor "nunca-me-comprometeré-con- una-mujer" Styles va a salir en San Valentín?

—Sí.

—Imagínatelo. Espera a que les diga a los chicos. Me reí con él, aunque no encontré la idea divertida.

—Hablamos luego, Matty.

—Tú también, Styles. ¡Diviértete esta noche!

De ninguna jodida manera.

Me detuve en el valet y puse mi Gran Turismo en parqueado.

—Raya a este bebé y tus bolas decorarán mi chimenea.

Dispuesta a ElDonde viven las historias. Descúbrelo ahora