P r ó l o g o

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—Daisy, despierta. Ya llegó tu comida —dice casi en un susurro mientras las yemas de sus dedos se deslizan con delicadeza sobre la piel de ella.

Un poco irritada abre y cierra los ojos una y otra vez hasta que estos se acostumbran a la luz. Su mirada divaga entre la bandeja de comida y el pelirrojo y con muy poco interés decide hablar.

—¿Qué es?

—Papa majada. Ambrose no tarda en llegar —responde el pelirrojo sin quitar la vista de Daisy.

—Bien, cuando llegue comeré.

—¿No crees que es mejor que comas ahora? —insiste el pelirrojo.

—Jack, comeré cuando lleg...

En ese instante se escuchan unos tres golpes en la puerta de la habitación. Ambos se limitan a observar y en lacónicos segundos entra una chica.

—¡Hola, hola!

Se aproxima con una sonrisa de oreja a oreja. Está llena de alegría y esperanza, justo lo que necesitan en ese momento.

—Hola, Ambrose —.responde Daisy con algo de entusiasmo.

Ambrose se aproxima a Jack y lo saluda con un beso en la mejilla. Luego se aproxima a Daisy y la saluda con un tierno beso un poco más arriba de la frente. Coloca su mochila en el suelo y la bolsa de comida rápida, que tenía en una de sus manos, se la dirige a Daisy.

—Bien, pequeña, una vez más cumplí con el trato —concluye con una gran sonrisa.

—¡Sí, McDonald's!

Ambas tenían un trato. Éste consistía en que Daisy le daba su comida desagradable a cambio de que Ambrose le comprara comida saludable.

—Ahora debes comer —sentencia el pelirrojo ganándose una Daisy un poco molesta.

—No, ahora que llegó Ambrose, es hora de aclarar unas cosas —dice con firmeza mientras unas dos papas fritas van directo a su boca.

—Deberías comer primero, eso puede esperar.

—No, Jack. Sé que no quieres hablar de eso y te duele tanto como a mí, pero debemos hacerlo. Además, nos tomará menos de cinco minutos.

Daisy tenía razón. Jack trataba de evitar ese tema porque muy en el fondo le dolía bastante. Hablar de eso..., lo destruía en segundos.

Por otro lado, Ambrose comenzó a comer un poco de la papa majada que había en la bandeja y Daisy decidió hablar sobre aquello que Jack trataba de evitar.

—¿Compraron las margaritas?

—Sí —responden al unísono.

—¿Realmente compraron margaritas, no rosas ni orquídeas?

—Daisy, ya está todo listo.

—¿La sexta carta? —pregunta, pero su mirada va dirigida específicamente a la castaña.

—Ya está escrita. De hecho, ya tenemos todo —hace una pausa y bebe un poco de su jugo—. Compramos las velas con olor a vainilla, también las margaritas y se entregaron las cinco cartas, ni más ni menos —finaliza recibiendo una pequeña sonrisa por parte de la que antes era pelirroja.

—Todo está en orden —apoya Jack.

—Oh, lo olvidaba —la castaña coge su mochila del suelo y la coloca sobre su regazo. Con delicadeza saca un cuaderno, está muy bien decorado y sobre todo muy colorido, y se lo entrega a Daisy—. Hice esto. Pensé en colocar la sexta carta al final, pero quería tu aprobación.

Los ojos de la que antes era pelirroja se cristalizaron en segundos. Tanto ella como el pelirrojo estaban sumamente agradecidos por tal detalle de la castaña. Ambos sabían que ella era más que su amiga. Era su familia y más que eso era como una hermana.

—Oh Dios, Ambrose, esto es hermoso —hace una pausa al intentar retener sus lágrimas. Ojea el cuaderno por completo con alegría y mucho dolor—. Tienes mi aprobación. Realmente no sé cómo agradecerte. No sé por qué hago esto —concluye dejando escapar una, dos y cinco lágrimas.

—Oye, pequeña, no llores. Todo saldrá bien.

Jack está igual de afectado que ella. Él trata de contener sus lágrimas y Ambrose se limita a observar.

—Jack, sabes que no. Yo, más que nadie, lo sé.

—Daisy —calla por un segundo y sin previo aviso una lágrima se deja caer por una de sus mejillas—, debes hablar con nuestros padres. Prométeme que lo harás antes de que sea demasiado tarde —termina dejando un beso, lleno de cariño y dolor, en su frente.

Lágrimas, una detrás de la otra, son las que recorren las mejillas de la pareja de hermanos.

Ambrose no se queda atrás y seca una que otra que ha logrado escapar sin previo aviso.

—Lo prometo Jack. Ustedes son mi familia y merecen una despedida formal, pero ya está decidido. Mañana será el día.

Tanto la pareja de hermanos como la castaña, se dejan consumir por un silencio lleno de dolor y desesperación. Lleno de pocas esperanzas, pues no hay manera de que algo bueno pueda suceder en todo ese asunto.

DaisyWhere stories live. Discover now