Crónica #3

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"Avry, ¿en qué me he metido?", garabateó Garmir. En esta oportunidad hacía largas pausas entre cada fragmento. Soltaba el lapicero, soplaba su rizo o estiraba ansiosamente sus dedos. Aunque lo escribiese, algo en su letra me sugería que sería el salvoconducto viviente de ese par. "Imagino tu cara mientras me lees. Para ti, siempre he sido una temeraria sin remedio. Salto al peligro sin medir las consecuencias o voy por la opción más descabellada".

Hizo una nueva pausa mientras jugaba intranquila con el lapicero.

"Tengo una manía por lo improbable. Tú fuiste la primera prueba tangible. Involucrarme es el mayor riesgo", escribió. Me observó largamente alrededor de un minuto. Fue casi como si esperase una respuesta. Sin embargo, ambos sabíamos que no era el caso. Cerró mis tapas y me dejó a un lado de momento.

- Sí, al final perder mi identidad era inevitable -me levanté abstraída.

Necesitaba ocupar mi mente en otros asuntos. Seguíamos en "Moretz" el hostal en Rané, me sentía perseguida y ese era el peor indicio posible. Habían transcurrido tres días desde la última conversación con Luvny y Arcí.

Era media tarde y, como dijeron, los testigos del tiroteo permanecían confundidos. La experiencia que tuvieron les parecía del todo irreal, aunque excesivamente vívida. Yo me escondía delante de ellos, pues se vio a varios en las cercanías de Rané.

Bajé con desgana las escaleras que conectaba el ático con el resto del hostal. Saludé con un gesto a los regentes y salí sin mucha convicción. Arcí me miró de lejos, mientras intercambiaba bromas con otros huéspedes. Recorrí las numerosas calles de Rané, aún había bullicio y trajín cotidiano en ella. Era una sensación familiar y relajante, como un arrullo.

Me dejé caer en un banco de la plaza. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el respaldar.

- Extrañaba el ritmo en la calle, ese ir y venir tan despreocupado... -dijo una voz a mis espaldas.

No abrí los ojos.

- Solo los vivos se mueven, Luvny -respondí.

- Te doy la razón -sentí su peso al sentarse en el banco.

- ¿Sobre qué?

- Nosotros somos buenos improvisando. Pero tú eres buena decidiendo rápido, así que ¿por qué nos estás evitando adrede?

Una lluvia fina empezó a caer sobre nosotros.

- A mí también me gustaría saberlo -era la voz de Arcí.

Por un minuto me concentré únicamente en el repiquetear de la lluvia sobre el asfalto y el tacto que dejaban en mi piel.

- Tendremos que irnos mañana... el clima aquí está cambiando -exclamé.

Llegamos a Moretz con las ropas pegadas al cuerpo y manchadas de lodo. Arcí pidió un vaso de vodka para entrar en calor, Luvny se le unió agregando también una asopado de pescado recién hecho. Yo opté por un té verde que tomé en el ático, cuando la dueña subió para revisar cómo estaba le señalé algunas goteras en el techo. La deje para que hablase con su marido sobre cómo repararían esos orificios. Mientras dejaría mis cosas en el sótano donde ahora mataban el tiempo los muchachos.

- En 15 minutos, alguno puede ofrecerse para ayudarlos -sugerí.

- Acá también hay media docena de goteras -señaló Luvny con una mueca.

- Lo dejo en sus manos...

Daba media vuelta y subía las escaleras cuando Arcí me sujetó por la muñeca.

- ¿Qué sucede? -preguntó él.

Me volví en redondo aprovechando que, gracias a los escalones, estaba a su altura.

- Todavía son unos neófitos en cuanto a coartadas. ¿En serio no han notado nada raro este tiempo?

- Ahora que lo dices, en 20 minutos el comedor y la barra se llenarán de clientes. Será la hora pico del hostal -aventuró Luvny.

Arcí reaccionó luego de su comentario.

- Nunca estás durante esa hora con nosotros... No, me corrijo, comiste en la barra pero eso fue hace días... -dejó la frase inconclusa.

Me solté.

- Deberían considerar darse un baño antes de coger una pulmonía -les solté mientras salía del sótano.

Sumergí el rostro en el agua caliente de la bañera. Sin duda alguna el baño era lo mejor del hostal, en especial, porque no lo compartía con nadie más. Tanto la bañera como el agua caliente eran nuestra compensación por dormir en el sótano y ático respectivamente. Era el área mejor conservada de Moretz porque anteriormente la utilizaban solo los miembros de la familia.

Ahora los dueños contaban con otra en su baño privado. Cada detalle estaba hábilmente dispuesto para marcharnos. Inhalé con calma la fragancia que desprendían las velas aromáticas. Era fácil relajarse allí, con esa luz tenue con la mezcla de fragancias del jabón, el champú y las velas que decoraban la estancia.

Me tomé mi tiempo. Hice acopio de fuerzas para emerger de ese oasis de paz. Bajaba hacia el comedor con la ropa secas, las zapatillas puestas y secando con la toalla mis rizos cuando escuché discusiones. Al principio, ignoré el griterio. Era común que alguien se quejase porque la comida le parecía muy condimentada o sosa, el trago tuviese poco alcohol o estuviera mal servido. En fin, por cualquier asunto sin importancia.

Pasé entre el gentío aferrándome a la tranquilidad de la tina. Me senté en la barra y fingí revisar el menú del día.

- No pensé que te encontraría aquí

Alcé la vista, la dueña estaba desecha de los nervios. Dejé caer la carta sobre la barra.

- ¿Por qué no estaría aquí?

- Querida, ¡¿no te enteraste?! A esos amigos tuyos los sacaron del hostal los vándalos que azotan Ígano

Me incorporé al instante. Vacié mis bolsillos sobre el mostrador.

- Gracias por todo. Esto debe ser suficiente para pagar la estadía de los tres. Por favor, pídale a un mozo que recoja nuestras pertenencias y las deje en el puerto de lanchas en una hora.

Salí a toda prisa de Moretz todavía me llegaba a lo lejos la voz de la señora. Luvny y Arcí conocieron a los vándalos hace una semana, entablaron conversación sobre los tiroteos en Ígano y la aparición que los últimos tuvieron allí. Entre trago y trago, el grupo de vándalo consintió que pudo ser un efecto secundario de la adrenalina o quizás el recuerdo de un sueño.

- Hoy no pensaban igual. Estaban seguros que era imposible tener un sueño colectivo -explicó a viva voz la señora.

Escuché cómo una botella se hacía añicos contra una pared. Era una veintena de sujetos, los reconocí de Ígano. Parecían buitres esperando la muerte de su presa. En escasas zancadas llegué hasta ellos. Arcí estaba tirado en el suelo intentaba recobrar la respiración. Estaba doblado del dolor, seguro tras aguantar numerosos patadas. Luvny estaba con la espalda pegada a la pared, le sangraba la mejilla izquierda y se presionaba el abdomen.

Un hilo de sangre escapaba de entre sus dedos. Lo debieron atacar con un pico de botella.

- Muy bien, perros sarnosos. Felicitaciones -exclamé aplaudiendo y pasando entre ellos que me miraban con ojos desorbitados- ...lograron sacarme de mis casillas.

Luvny alzó la vista.

- ¿Qué haces? -preguntó.

- Soy la aparición que no debieron provocar.  

Garmir solía recordarlo todo, pero en ese instante era una tempestad desatada. Era tal el arrebato de rabia que la consumía que su memoria se volvió intermitente. No alcanzaba a lograr cuándo fue la última vez que se sintió así. Mucho menos, cómo acabó aquella vez.

El cuaderno de la cronista fantasmaWhere stories live. Discover now