Sinceridad (1-2)

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La mañana del 1 de diciembre había empezado a nevar cuando Jeno se despertó, levantándose de la cama como si fuera el Día de Navidad. Estaba a punto de tachar otra cosa de su lista de cosas por hacer: decorar el árbol, algo en lo que no se había molestado desde el invierno anterior a la muerte de Taeil. Poner juntos el árbol era una de sus tradiciones favoritas- aunque nunca pudieron permitirse comprar uno de verdad- completándolo con las luces, decidiendo dónde deberían ir los ornamentos, discutiendo acerca de quién debía de poner la estrella en lo alto y pasando Nochebuena bajo su brillo, viendo los especiales de Navidad que ponían por la tele y cantando villancicos hasta las dos de la mañana.

La nueva televisión que se habían comprado el Viernes Negro estaba llamando su atención y su pantalla de cincuenta pulgadas lo hipnotizó, derritiéndose con los canales en HD. Cuando se habían hecho con ella el día después de Acción de Gracias y decidieron probarla instalando El Señor de los Anillos en blu-ray, ambos acabaron con increíbles dolores de cabeza. Sin embargo, eso no impidió que pasaran el resto del día viendo la trilogía entera, a pesar de estar muertos de cansancio. Entonces, el rubio se arrojó sobre el sofá, tanteándolo hasta encontrar el mando a distancia y encenderla.

¿Sólo eran las siete de la mañana? No se había dado cuenta al despertarse y, al parecer, su cuerpo tampoco, a juzgar por lo despejado y activo que se encontraba. Al menos, las noticias le harían compañía; la previsión del tiempo anunció nevadas durante todo el día y temperaturas no superiores a bajo cero. Jeno lo habría escuchado sin problemas, pero estaba demasiado ocupado fijándose en cada arruga, poro y mechón de pelo de los presentadores.

Entonces, el rubio decidió darse una ducha, pero tuvo la tentación de correr hacia la habitación de Renjun y saltar en su cama, hasta que lo despertase o el pelinaranja acabase dándole una patada. Dependería de su humor. El calentador del agua estaba encendido y Jeno decidió ponerse los mismos pantalones y camiseta que había llevado al llegar por primera vez al apartamento. No pensaba salir hasta mucho más tarde, pues había conseguido, tras mucho esfuerzo e incluso negarse a comer si no aceptaba, convencer a Renjun para que fuese a patinar con todos los demás a la pista de hielo del centro. Jeno se sonrió a sí mismo mientras se metía bajo el chorro de agua caliente, imaginándose a Renjun intentando patinar, tropezándose y usando sus brazos para equilibrarse como un ciervo recién nacido. Pero, un momento: ¿y si había mentido sobre su incapacidad y en realidad era un profesional? Jeno supuso que tendría que averiguarlo esa noche.

Al salir del baño, el rubio se dirigió a la cocina, dispuesto a llenar su estómago. Preso del espíritu navideño, le había robado el ordenador a Renjun para buscar la receta del chocolate caliente. Tendría que investigar en Internet, pues Baek sabía cómo hacerlo, pero había jurado que se llevaría la receta a la tumba… a no ser que Jeno se presentase en su casa vestido de Papá Noel, con bata roja, un pequeño boxer rojo y blanco y un saco lleno de golosinas, pero el rubio se había negado.

Mientras preparaba la bebida, escuchó algo de ruido y se giró justo para ver a Renjun de espaldas, metiéndose en el baño. Siempre era increíble ver la transformación: el Renjun pre-ducha era un hombre legañoso y semidormido, incapaz de decir otra cosa que no fuera un gruñido, mientras que el Renjun post-ducha era un pintor profesional con una dicción muy sofisticada. La diferencia era tan drástica que Jeno se preguntó cómo estaría cuando bebiera. Tal vez el alcohol aclarara su estreñimiento emocional y se convirtiera en un llorón, después de dos o tres cervezas, y llorara por todo: perros muertos, el hecho de no haberse disculpado con su padre al tener la oportunidad, el aborto, el porcentaje de grasas saturadas de sus chocolatinas favoritas, que el Gobierno le hubiese mentido acerca del calentamiento global…

El rubio preparó dos tazas de chocolate caliente y puso un malvavisco en cada una, pensando en todo lo que tenía que hacer esa semana. Yuta le había llamado la víspera para decirle que Zennie estaría cerrado por las tormentas y el mal tiempo, así que volverían al trabajo al día siguiente. Le había prometido también ir allí y ayudar a Jisung a hacer casitas de galletas para una obra benéfica, aunque los exploradores tuviesen que hacerlo el jueves y ya fuese martes. Esa noche irían a patinar… ¡Oh! También tenía que comprarles regalos de Navidad a absolutamente todo el mundo, en cuanto cobrara. Le comprara lo que le comprara a Renjun, tendría que ser fabuloso, teniendo en cuenta que se acercaba su cumpleaños y, a parte de la taza de chocolate caliente, no tenía ningún regalo para él.

Muse (NoRen)Where stories live. Discover now