Después de que bajáramos al comedor y desayunáramos junto a Harold, ellos se quedaron en casa preparando la habitación para nuestra nueva invitada que llegaría más tarde, y yo me monté en el coche junto con Dann para que me llevara, como cada semana, a casa de Sirenia.

– Espérame aquí cinco minutos, voy a recoger a Susana – le indiqué en cuanto pisé el asfalto de la acera.

Un simple movimiento de cabeza por su parte me bastó para que cerrara la puerta del coche y subiera a toda prisa los tres escalones que tenía frente a mí. Saqué las llaves de mi pequeño bolso y abrí la primera puerta. Volví a subir otra tanda más de escaleras hasta que llegué al cuarto piso.

Me pensé si tocar al timbre o utilizar las llaves, para algo me las había dado Sirenia pero, ¿y si molestaba en estos momentos? No, seguramente no, ellos siempre me esperaban a esas horas.

Tras abrir la puerta ruidosamente por el chirrido de las bisagras, caminé por el corto pasillo que hacía de recibidor y asomé la cabeza por la cocina. Allí César y Sirenia se besaban apasionadamente apoyados contra la pared más cercana a la puerta.

– Hola – saludé con timidez llamando su atención.

Ellos se separaron de golpe y rieron al ver mi cara.

– Ves como no era buena idea que me dieras las llaves… – le dije a ella avergonzada.

– Como si tu no hicieras esto con Harry – se burló de mi dándome un corto abrazo a modo de saludo –, y a saber que más… - rió. 

– ¿Qué tal estás? – César me abrazó levantándome del suelo unos centímetros – Estás hecha ya toda una mujer.

– No exageres, que nos vimos la semana pasada – sonreí separándome de él –. Venía a por Susana.

– Oh, sí, se está vistiendo – dijo él despareciendo de la cocina –. En seguida la traigo.

– ¿Contenta? – le pregunté a Sirenia viendo como lo miraba mientras se alejaba con ojos tiernos.

– Más que eso… soy feliz, por fin soy feliz – suspiró sentándose junto a mí en la mesa –. Él es tan especial, tan maravilloso... me cuida muchísimo, bueno, nos cuida – se corrigió riendo –. De no tener nada, he pasado a tenerlo todo. Jamás pensé que me podría sentir tan bien teniendo a personas que me quieren a mi lado.

– Pues sí, parece que sí. Creo que estoy experimentando yo algo parecido también…

– ¡Ay, no! ¡Para! – oímos a Susana por el pasillo riendo – ¡Papá… no, cosquillas no!

Las dos nos miramos y sonreímos imaginándonos la escena. Cuatro meses llevaba viviendo con ellos y ya los trataba como si fueran sus padres biológicos, y eso a ellos no les causaba ninguna molestia, todo lo contrario.

Aparecieron los dos por la puerta de la cocina muertos de risa. César la llevaba enganchada al cuello mientras ella pataleaba tratando de subirse a sus anchos hombros, pero en cuanto me vio trepó hasta el suelo y se echó a mis brazos.

– ¡_____! – noté como sus manos se agarraban fuerte a la tela de mi vestido – ¿Dónde iremos hoy, eh? ¿Dónde, dónde?

– Vamos a ir a visitar a tu hermanita, ¿te parece bien? – su cara cambió al escuchar aquello, pero fue simplemente la sorpresa lo que le hizo actuar así –. Y también a mis padres, a mi hermana y a la mamá de Harry.

– Vale – asintió con seguridad.

Alcé la vista y me encontré a César abrazando a Sirenia por la espalda mientras me miraban compasivos y un poco apenados. Me agradecían mucho que hiciera eso, ya que ellos no tenían el valor suficiente como para ir con la pequeña al cementerio y que pudiera rezar por su hermana.

Vuelo 1227Where stories live. Discover now