Nuestro comienzo

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—Años después—

Era una mañana normal; el cielo despejado, las aves revoloteando por el claro cielo, la suave y cálida brisa otoñal, mecía lentamente las hojas ya resecas de los árboles, mientras las personas paseaba por aquellos parques o calles de la ciudad, ya fuese con su pareja o familia.

Un día tranquilo, eso es lo que parecía. Si así lo querías, podrías quedarte en casa, disfrutar de una buena película, logrando así, un domingo perfecto. Lástima que el día de descanso que cierto pelirrojo había imaginado, estaba arruinado, gracias a que el molesto sonido de su alarma resonaba en toda la habitación.

—Mmmm... Cinco minutos más—emitió un pequeño quejido mientras removía todo su cuerpo en la cama, y así mismo lo cubría aún más con la suave cobija, la cual, le brindaba ese agradable calor durante las frías mañanas de otoño. Sin embargo, era consciente de algo, y eso era que, si no se daba prisa en levantarse se le haría tarde. Y con ello, cierta persona se encargaría de sermonearlo un largo rato.

¿Cómo lo sabía? Sencillo. Su celular no dejaba de sonar; estiro su mano y sin mirar la pantalla con algo de pereza respondió.

— ¿Bueno...?

Buenos días, Karma. ¿Ya estás listo? —preguntó la voz en la otra línea.

—Sí, ya estoy por salir de casa—resignado a su destino se reincorporó sobre su cama.

Mju... ¿En cuánto tiempo llegas?

—En unos minutos—talló un poco su ojo derecho mientras que el izquierdo enfocaba con mayor claridad el hermoso paisaje, mostrado desde la ventana de sus aposentos.

Te acabas de levantar, ¿cierto?

—No...

Eres un mal mentiroso, además de flojo—soltó una suave risilla—. Pero bueno, date prisa y te espero para que desayunemos.

—Me descubriste—sonrió—. Te veo en un rato, así que no te desesperes ni me extrañes~.

Cómo si fuera a hacerlo—se quejó y corto la llamada antes de recibir respuesta del pelirrojo.

—Claro—soltó una pequeña risa y despeinó un poco sus cabellos para seguido estirarse.

Karma, prefería mil veces dormir que salir a pasear, sin embargo, abandonó toda la pereza que sentía, obviamente poniendo mucho esfuerzo. La promesa que le había hecho, no la rompería, por ende tendría que darse prisa y alcanzarla. Él no era de las personas que rompía una. Siempre, aunque fuera muy mínima, cumplía con cada una de ellas.

Después de unos minutos de meditación y resignación, se levantó con cuidado de la cama y camino hacía el baño; tenía que darse una larga y relajante ducha. El paseo sería largo, así que un buen baño caliente no le caería mal o eso pensaba. Una vez adentro se quitó las prendas de su pijama, dejándolas en el cesto de ropa sucia; abrió la llave de la regadera y se adentró a ella cuando la sintió a una temperatura cordial para su cuerpo. Al terminar de ducharse —casi diez minutos más tarde—, regreso a su habitación, se arregló, y ya estando listo fue hasta la sala, tomo sus cosas y salió de la morada.

Ya habían pasado ocho años desde que había dejado Japón. Su estancia en Londres había sido una de las mejores experiencias que le podía haber sucedido. Ya que, a pesar de que no a todos les agradara su forma de ser, solo una persona se mantuvo a su lado, brindándole todo lo que él necesitó durante ese periodo, sin pedirle nada a cambio.

Lenguaje de las flores 「Finalizada」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora