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Kageyama Tobio, cuatro años

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Kageyama Tobio, cuatro años...

Corría por los pasillos, con una sonrisa de oreja a oreja y una hoja en sus manos, en dirección a su madre que había llegado. Con cuidado bajó las escaleras y, cuando estuvo casi por bajar el último escalón, unos brazos lo elevaron.

"¡Mami!" emocionado gritó al ver quién lo cargaba.

"Mi niño bonito." sonrió ella, repartiendo besitos en sus mejillas. "Qué traes ahí, ¿eh?"

Tobio mostró el dibujo que había hecho. En éste estaba su mamá, papá y él. Justos tomados de la mano, como una familia.

"Oh, ¿ésta soy yo?" dejándolo en el suelo e hincándose para quedar a su altura, señaló al dibujo.

"Sí, éste es papá y aquí estoy yo."

"Es muy bonito, amor. Te quedó hermoso." lo abrazó, besando su cabello.

De pronto pasos se empezaron a escuchar en su dirección, así que la mayor giró su cabeza a la persona que venía con una bandeja en las manos.

"Bienvenida señora, aquí están sus medicamentos."

Riko, la mamá de Tobio, se enderezó y mientras colocaba una expresión neutra, tomó las pastillas y las tomó una por una, bebiendo del vaso con agua que también traía la mucama.

El menor agarró de la chaqueta de su madre, tirándola un poco, con un miedo de verla tomar tantas cosas. Aún si siempre era así, no lograba acostumbrarse.

No sabía por qué su madre debía tomarlas.

Abrió sus ojos abruptamente, parpadeó al darse cuando que se había quedado dormido con la cabeza apoyada en una de sus manos. No miró a ningún punto fijo en particular, pero el dolor intenso en su cabeza hizo que cerrara un poco los ojos. «Mierda.» Se paró, caminando hacia la puerta para abrirla.

No había nadie a esa hora de la noche. Todos estaban en sus casas y aunque había algunos guardias en la entrada, el edificio estaba completamente vacío.

Kageyama llegó a los baños, echó agua a su rostro y, mirándose, dio un suspiro ahogado. Había soñado con su madre y eso no le traía demasiados recuerdos bonitos.

Llegó nuevamente a su oficina y escuchó su celular sonar en algún lugar del escritorio. Había como cinco rumas de papel, carpetas y una Tablet en medio, ya que estaba trabajando. Caminó y buscó con cuidado de no hacer un desastre el móvil, cuando lo encontró la llamada se cortó, pero pudo ver perfectamente la persona que lo había llamado.

Bufó, se sentó en la silla y se quedó viendo por la ventana.

Recordó entonces a ese chico de cabello naranja.

Aquella expresión de dolor que había colocado le dio tanto miedo, apretando su pecho con tanta fuerza, apretando la mandíbula. Tobio miró a la nada misma y se preguntó cómo estaría. Sus manos cosquillearon.

No me dejes | Haikyū!! | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora