Capítulo XIV

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Tuvieron que juntar cuatro mesas para poder sentarse todos, pero lo consiguieron. Los temas de conversación fueron esta vez preguntas dirigidas a Ernesto que este respondió encantado, pues podía comprobar que sus amigos, lo habían echado tan de menos como él a ellos.

Ernesto siempre había tenido una forma de expresarse que fascinaba a cualquiera que lo escuchaba, muchos decían que se había equivocado de profesión, que lo suyo era la política. En efecto tenía carisma y, aunque había pensado estudiar Ciencias Políticas, optó por la informática, para no meterse en ese mundo que tanto odiaba. Sin embargo, al margen de lo que hubiera estudiado, se llevaba a todo el mundo de calle con su labia y su presencia, pues era alto, aunque un poco menos que Víctor, algo de lo que éste fardaba en ocasiones. Tenía el pelo castaño claro y los ojos azules. Su cara de niño bueno lo hacía ver más joven de lo que era, y por eso, optaba casi siempre por dejarse la barba de unos días.

―Bueno, tío, ¿y por qué no has venido antes? ―preguntó Miguel Ángel, consiguiendo que todos se quedaran expectantes esperando la respuesta.

―No sé. Es verdad que estoy aquí al lado pero, ¡yo qué sé! Supongo que quise conocer otras cosas.

―¿Otras cosas u otra gente? ―preguntó Laura―. Porque no es por nada, pero llevas dos meses o así, y no has venido ni un fin de semana. ¿Tanto tiene Granada?

―A ver como... bueno, voy a intentar explicarme.

―Venga, inténtalo, que eso no suele ser un problema para ti ―dijo irónica Irene.

― La verdad es que he querido recorrer bastantes sitios, lugares, tanto dentro de Granada como fuera. No hace falta viajar lejos, quería conocer lo que tenemos al lado. Aquí ya estaba agobiado, por mi familia, no por vosotros ―aclaró cuando vio que todos le iban a interrumpir―. Me encantan, son geniales, pero agobian, la verdad. Y lo cierto es que no estaba seguro de irme, es decir, no me atrevía. Mi jefe ya me lo venía diciendo desde hacía tiempo pero no daba el paso, pero cuando Nadia se fue vi el cielo abierto. Lo que pasa es que yo lo hice mejor, yo avisé.

―¿No te quedabas tranquilo sino lo soltabas, no?

―Pues no.

―Bueno, vale, ya le has soltado eso a Nadia, ahora contéstanos en serio, ¿es por eso? Granada está aquí al lado ―le dijo Aída.

―En el curro me han puesto a formar gente, y he tenido que ir a muchos sitios. Pero como era todo por el trabajo, no disfrutaba el hecho de estar en un lugar en el que nunca había estado, así que lo que he hecho estos dos meses, ha sido irme y disfrutar de los viajes. Salía el sábado muy temprano y volvía el domingo por la tarde.

―¿Y con todo eso qué has conseguido? ―preguntó impertinente Sandra.

―Sandra, procura no ser tan brusca, ¿quieres, cariño? ―le dijo Nacho.

―En respuesta a la señorita "tengo siempre que sacar algo" ―se burló usando las comillas con las manos―, conseguir no he conseguido nada, pero tampoco iba buscando nada concreto. Simplemente quería irme lejos, lejos de aquí. Pero creo que lo único que he conseguido era evadirme de los problemas que tenía aquí, sin intentar solucionarlos. Así que lo que he sacado en claro es que lo único que quiero ahora mismo es estar aquí, con mi familia agobiona, con mis amigos, y nada, tener mis momentos de alegría y de tristeza.

―¿Entonces vendrás más? ―preguntó Víctor esperanzado.

―No.

―Yo con este lo flipo ―comentó en un audible susurro Nadia.

La playaWhere stories live. Discover now