—Con esto estaremos bien—Mirio colocó conjuros de sensor alrededor de la vieja cabaña asegurándose de no ser visto, apareciendo de pronto dentro de la misma alterando a los presentes.

—¡Aaaah!—gritó de inmediato Kirishima intentando alertar a los demás del intruso.

—¡Tarado, lo asustas!—golpeó Mei a Mirio en cuanto lo reconoció.

—Discúlpenlo—se reverenció Tamaki—, no lo hace a propósito.

—Sólo porque lo pides tu—apartó la mirada dirigiéndola al pelirrojo—. Tranquilo, estoy aquí contigo—guiñó el ojo en señal de que todo estaba bien.

Iida hizo hasta lo imposible por calmar el alboroto pues no les convenía que su ubicación se conociese. Debían partir en cuanto la tormenta menguara. Todoroki, por otra parte, permanecía alerta creyendo que en cualquier momento serían atacados por el enemigo. Lo entrenaron precisamente para eso y su presencia en el lugar se podría resumir a ese momento.

—¡Cuidado!—gritó desesperado Mirio al sentir como uno de los sensores era traspasado por más de dos entes.

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—Deberías esperar adentro, no porque te pares ahí llegará más rápido—puntualizaba Aizawa cubierto hasta los ojos con su bufanda. El frío que azotaba la región con la tormenta en su punto más caótico los obligaba a mantenerse abrigados.

—Lo sé—miró el camino por el que no se veía ni una sola alma—. Pero no puedo dejar de preocuparme, es del joven Midoriya del que hablamos.

—Tiene buenos guardianes—lo tapó con una especie de manta gruesa—. Mínimo mantente caliente, necio.

Yagi sonrió ante el gesto de Shouta aceptando la manta y el té que le ofreció sentándose a su lado, como si supiera su respuesta de antemano.

—Gracias...—susurró invitando al menor a cubrirse con la manta de manera que ambos quedaran uno al lado del otro.

Aizawa aceptó esperando que su presencia pudiese ayudar a Yagi a aliviar sus preocupaciones que con el paso de los minutos se hacían cada vez más grandes.

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Tsuyu corría veloz mientras arrastraba con ella al peliverde. No tenía tiempo para dudar. Sólo lo tomó consigo, conocía a alguien capaz de ayudarlo y ese era: su rey. Él y nadie más podría hacer algo por el pequeño que iba inconsciente por el ataque que recibió cerca de la cabeza minutos antes.

—¡¿Pero qué diablos rana del demonio?!—se aceleró Katsuki al ver a ambos llegar en ese estado. Tsuyu parecía tener varias heridas de las que goteaba sangre, uno de sus ojos se encontraba totalmente cerrado con un tono morado, tal vez un poco más oscuro. Izuku, el pobre todavía sin recobrar el conocimiento, llevaba sus ropas desgarradas totalmente sucias e irreconocibles, no parecía tener algún corte en la piel pero lo que preocupó al rubio fue esa herida visible en la cabeza que teñía sus verdes cabellos de un rojo opaco con aroma metálico.

Inmediatamente atendió al menor ordenando que Kaminari, que se encontraba entrenando con él su manejo de electricidad, se llevara a Tsuyu debajo del árbol Gaokerena utilizando su velocidad para ganarle al tiempo.

Pasaron algunos minutos, mismos que le tomó al rubio detener el sangrado cerrando la herida de Izuku, no era grave pero temía por lesiones provocadas por el fuerte impacto. Estaba enojado consigo mismo, con Tsuyu por golpearse, con el idiota por dejarse pegar, con los otros cuatro por ser una bola de bastardos incompetentes. 

—Kirishima, hijo de perra. ¿Qué mierdas estás haciendo?

Cubrió al peliverde para resguardarlo del frío, él estaba bien dada su naturaleza pero Izuku, él era otra historia. Temblaba no por fiebre, tal vez por miedo, tal vez estaba recordando lo sucedido. Katsuki no lo sabía y eso, eso lo molestaba a sobremanera. Debía tomar aire o destruiría el terreno en el que estaba parado sin pensarlo mucho.

Bakuléfica [KatsuDeku]On viuen les histories. Descobreix ara