La mejor Mañana de toda Mi Vida

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La mejor Mañana de toda Mi Vida

Miré a mi María dormir plácidamente recostada sobre mi pecho. Cada vez que le veía me preguntaba cómo una chica igual a ella logró fijarse en una persona como yo... Y luego me sentí afortunada por tenerla a mi lado.

Besé su frente y la sentí removerse entre mis brazos.

— ¿Por qué despertaste tan temprano? —Preguntó María de repente, bostezando.

Miré la hora y tan sólo eran las seis de la mañana.

—Debo encontrarme con Rush para grabar un vídeo hoy...  —respondí—. Si quieres puedo volver después de eso.

El hecho de que María tuviese su propio departamento era una gran ventaja para nosotras
ya que, cada cierto tiempo, queríamos algo de privacidad y tiempo a solas.

—Me encantaría —me dijo.

Quitó la suave colcha que nos cubría, dejando al descubierto mi torso desnudo y su abdomen plano y perfecto.

— ¿Sabes cuánto me gustas, pequeña? —Ronroneé cerca de su oído, mientras la cogía de la cintura y evitaba que se pusiera de pie, ya que ésa era su intención.

Se volvió a recostar en la almohada, mordiéndose el labio inferior y mirándome perspicazmente

—Supongo que no más de lo que me gustas tú a mí —susurró.

Su tono tan sensual y femenino hizo que me excitara casi al instante.

Bajé mi mano hasta la cara interna de su muslo, donde comencé a dar suaves y lentas caricias.

Sabía que aquello la haría enloquecer pues, ella esperaba que yo subiese mis mimos un poco más arriba.

—No me hagas esto, Melo —gimió ella.

— ¿El qué? —Le pregunté, aparentando que no sabía de lo que ella hablaba.

Pero por supuesto que sí lo sabía.

—No me hagas rogarte por un poco más de atención — Cerró los ojos.

Mis dedos acariciaron la piel suave y tersa de su abdomen, descendiendo lentamente hasta introducir mi mano completamente entre sus pantalones de chándal y tocar su feminidad sobre las pequeñas braguitas blancas que portaba.

—Oh, Dios — suspiró, arqueando su espalda con la esperanza de que yo afianzara mi toque.

Y era justo lo que tenía planeado hacer.

Me subí sobre ella y la besé con desesperación, más cada prenda de su cuerpo la quite con una lentitud que hasta a mí me hacía enloquecer. Bajé mis besos hasta su cuello, donde su dulce aroma me embriagó y me hizo perder la cordura. Sus manos estaban tan inquietas como las mías,
acariciando mi espalda, mis brazos y, de vez en cuando, acercándose peligrosamente hasta mi creciente erección.

Tan sólo las pequeñas bragas blancas cubrían su cuerpo desnudo, lo cual incrementó (aún más) mi excitación .
Verla retorcerse debajo de mi cuerpo, desnuda y con su cabello esparcido sobre toda la almohada, creaba la escena más erótica que alguna vez pudiese haber presenciado.

—Te deseo tanto —murmuré contra su piel.

Descendí a través de todo su torso, besando cada centímetro de piel que me fuera posible.
Llegué al elástico de su ropa interior y la bajé hasta dejarla en el suelo. Ella emitió un profundo y sensual gemido que, además de hacerme sentir vulnerable, me incitó a continuar.

Acaricié los rosados y delgados labios vaginales que se encontraban a mi merced, suplicando por un poco de mi cariño y atención. Mi lengua entró en contacto con su clítoris, haciéndola retorcerse bajo mi toque una vez más.

Mientras mi lengua se encargaba de satisfacer su hinchado clítoris, mis dedos acariciaban y apretaban sin compasión alguna sus erectos pezones rosados, los cuales no  habían sido mi víctima aquella vez. Sus piernas bien abiertas para mí me dejaban ver cuánto quería aquello.

—No pares, Melo —jadeó

Y no pensaba hacerlo

Entrelazó sus dedos en mi cabello, acercando mi rostro cada vez más y más hacia su feminidad (como si eso fuese posible). El hecho de verla tan excitada y disfrutando de las
caricias y besos que yo le ofrecía, me hacían perder la cordura.

—No aguanto más —susurré contra su palpitante sexo, que pedía a gritos más de mis caricias.

Dejé un último y profundo beso sobre su clítoris, regresando nuevamente a su boca, donde ella me recibió gustosamente.

Se deshizo de la única prenda que interfería entre nosotras; mis pantalones. Los bajó rápidamente a través de mis piernas, ayudándose con sus pies para, posteriormente arrojarlos al suelo con una patada. Mis labios rozaron contra los suyos al momento en
que ella decidió cambiar nuestros roles, colocarse encima de mí y decir en mi oído:

— Quiero siempre tenerte así... —susurró María —. Amo tenerte a mi merced... Y dispuesta a complacerme cada vez que yo así lo disponga.

Tomó mi miembro entre sus manos y, luego de estimularlo un poco, comenzó a introducirlo en su interior lentamente.

Gemimos al mismo tiempo, mirándonos a los ojos intensamente y entonces ella comenzó a moverse encima de mí con un compás que nuestras caderas conocían muy bien. Cada vez que subía y bajaba la sentía temblar contra mi cuerpo. Su cálido interior me hacía sentir bien y, las palabras tan sucias que salían de sus labios me hacían gruñir con satisfacción.

Que sexy es

Sus movimientos comenzaron a ser más rápidos y bruscos en cuanto el clímax se acercaba y mis manos no paraban de acariciar sus piernas y cintura cada vez que sentía que  necesitaba ayuda para ir más rápido.

— Estoy muy cerca, Melo —gimió.

Unos segundos más tarde sentí que el orgasmo llegó a ella de una forma tan violenta y abrazadora que me vi dispuesta a hacerla girar sobre mi cuerpo, quedando nuevamente debajo de mi. Unas cuantas embestidas más y había llegado al mismísimo paraíso junto a ella;  mi chica

Y la mujer que amaba con todo mi corazón.

—Te amo, pequeña — jadeé contra sus labios, cayendo rendida sobre su débil y tembloroso cuerpo.

A pesar de que quería recuperar el ritmo normal de mi corazón y mi respiración tranquila y pausada, no podía evitar querer besarla y desahogar lo que quedaba dentro de mí contra su hinchada y Rosada boca.

—Yo te amo aún más, Melo —sonrió, tratando de regular su respiración rápida y entrecortada.

Nos cubrí con la blanca colcha de nuevo y salí suavemente de ella, haciendo que se  recostara contra mi pecho, retomando nuestras posiciones originales.

— Ésta, sin duda, se ha convertido en la mejor mañana de toda mi vida — besé su frente, sintiendo sus labios curvar una sonrisa.

Pasados unos minutos, me percaté de cómo ella volvía a recuperar el sueño poco a poco y caía en los brazos de Morfeo.

One Shoots -  G!pWhere stories live. Discover now