Entrada fría: Borrachera

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No al plagio

Octubre, segundo mes...

Lo primero que se me vino a la mente cuando vi entrar a la capitolina a mi casa, sin importarle el estado de esta, fue que se venía a despedir de mí, que ya no la volvería a ver y temí por unos segundos que mi borrachera me estuviera jugando una de sus sádicas bromas.

Cosa que mandé al carajo cuando empezó a reclamarme de lo descuidado que «yo» había sido cuando tuve sexo con ella...

¿De verdad me estaba reclamando el no utilizar condón?

Estaba realmente asombrado  por la estupidez que desprendía la capitolina en cada palabra que salía de su boca.

—Cierra el pico, preciosa —dije, tratando de pasar por alto el dolor de cabeza que me provocaba voz chillona.

—¡Ah! —exclamó ofendida—. ¡No puedo creer que te atrevas a callarme! Estoy cansada de que siempre me ignores y que solo me busques para coger... ¡PUES DÉJAME DECIRTE QUE TE SALIÓ CARO TU ENTRETENIMIENTO,  HAYMITCH!

Me limité a cerrar los ojos y suspiré, resignado a soportarla. Aunque, analizando sus palabras. ¿A qué se refería con que me había salido caro?

—Te pedí que guardaras silencio,  porque tengo una jaqueca de los mil demonios y con tus gritos de cacatúa en celo me aturdes más de lo que ya estoy.

Su ceño se frunció aún más y cerró los puños hasta tenerlos blancos. Entendí que no fue buena idea compararla con ese animal... Más bien, decírselo en la cara.

»Además, no sé qué quieres decir con lo último que dijiste. Muñeca.

El cambio que hubo en su semblante me dio mala espina; una sonrisa maliciosa se abría paso en esos hermosos labios que me estaban tentando más de la cuenta. Sin embargo, no fui tan tonto como para no prestarle atención a lo que se avecinaba. Los juegos me habían enseñado a no confiarme nunca de nada.

Qué bueno haber aprendido eso.

—He de decirte, querido —pronunció con burla—, que dentro de siete meses tendremos un nuevo integrante en la familia.

¡Oh! Era eso. Los muchachos sí que estuvieron echándole ganas al asunto.

—Pues, ¿qué estamos esperando? Hay que ir a felicitar a los muchachos. ¡Yo pongo el ron! Aunque la nueva mamá no podrá tomarlo...

—Haymitch...

—Con razón noté muy nervioso a Peeta hoy cuando me lo topé en el mercado.

—Abernathy...

—Me acabaré a carrila a esa mocosa por no decirme nada y venirme a enterar por otras personas...

—¡La que está embarazada soy yo, carajo!

Y así fue cómo se me bajó la borrachera ese día: por la noticia de que sería papá y por ver que la refinada capitolina despotricó como camionero cuando mi reacción fue desmayarme.

Estaba jodido.

Embarazo a la CapitolinaWhere stories live. Discover now