Capítulo 30 - ¿Estoy en casa?

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¿Estoy en casa?

-          Si eres capaz de decir una idiotez de ese tamaño no creo que te encuentres tan mal.

Cristian parecía regañarme por alguna extraña razón... al parecer ya olvidó que me encontró inconsciente en el suelo.

-          Me duele la nariz, el estómago y la cabeza como no tienes una idea.

-          No quiero saber lo que estabas haciendo.

-          ¿Entonces qué haces aquí?

-          ¿Ya viste la hora que es?

Giré mi cabeza al reloj de pared... las 10:00 Am.

-          Son las diez de la mañana, parece que me perdí de la primera clase, no es para tanto.

-          ¡Solo de la primera clase!

Cristian no suele hacer afirmaciones obvias... aunque al parecer siempre existe una primera vez.

-          Si, solo la primera clase.

-          Te equivocas y por mucho.

-          Sé que no soy bueno en matemáticas, pero si recuerdo que la primera clase es de 7:30 a 9:30 y si son las diez de la mañana las cuentas parecen cuadrar.

-          ... ¿De verdad no tienes idea?

Su voz se volvió muy suave, realmente preocupado, sus ojos me examinaron de pies a cabeza.

-          ¿De qué estás hablando?

Bajo la cabeza, intentando no darme la aterradora noticia, un pesado suspiro cayó al suelo haciéndome hacer una pregunta que me aterró desde lo profundo de mí ser.

-          ¿Qué día es hoy?

-          ... jueves.

¡QUÉ! Permanecí inconsciente durante casi cuatro días. El relato del libro no duró tanto, al menos así lo sentí. Quería contárselo todo a Cristian, decirle lo del libro, sobre Gelmir y todo lo que sé del credo, pero el extraño calor de mi espalda regresó, identificaba perfectamente la forma, era el sello de "seguridad" que me colocó Lúthien. Frente a Cristian parecía que me había quedado sin palabras, pero en mi mente revolotearon muchas ideas, tanto que decir y no podía hacerlo.

-          ¿te encuentras bien?

Cristian lo pronunció lentamente, pausado, realmente preocupado. Nunca lo había visto así. Debía crear una coartada y rápido, ese hombre no me dejaría en paz hasta darle un respuesta convincente.

-          Si... es solo que.

Necesitaba más tiempo para pensar, pero los inquisidores ojos disfrazados de ternura de Cristian no me dejaban de observar.

-          Erik, sabes que puedes decirme lo que sea.

¡Lo sé! La cuestión es que no puedo hacerlo.

-          No quiero hablar en este momento.

-          Tu nunca quieres hablar... pero será mejor que descanses un poco.

¿Fue así de fácil? No más preguntas, ni discursos baratos ni nada. Cristian me ayudo a levantarme, me acompañó a mi habitación y se aseguró que estuviera recostado. Pasado unos minutos se retiró con el consejo de llamarlo si necesito algo. Es un acto muy noble por su parte... jamás he dejado que alguien me traté así, pero Cristian... es el único amigo que tengo, es de alguna manera, la razón por la que puedo llamar este lugar un hogar.

Me encontraba realmente cansado por todo lo sucedido, ni ganas de pensar tenía. Cerré los ojos y lentamente me quede dormido, solo esperando que nada interrumpiera mi sueño.

Las horas pasaron y un haz de luz me golpeó en la cara, desperté lentamente esperando sentir todo mi cuerpo adolorido. Pero nada... mi nariz se encontraba bien, mi estómago y cabeza no dolían. Como si hubiera dormido por semanas. Un poco asustado tomé mi celular para verificar la fecha... afortunadamente seguía siendo jueves por la tarde. Suspiré aliviado pero con mucha hambre.

El libro rojo reposaba en el escritorio frente a mi cama, me aproximé lentamente y no se encontraba ni el título ni el lobo en la portada. Abrí el libro diciendo "El credo" pero no nada sucedió, pasé por todas las páginas pero estas se encontraban en blanco. Extraño, pero no le di mayor importancia.

Caminé a la cocina y comí muy tranquilamente con mi soledad. De cierta manera extrañaba esto, sin tener que hablar con alguien, sin tener que aparentar nada, siendo solamente yo... aunque me encantaría tener la compañía de alguien con quien pudiera hablar sobre todo lo que ha pasado.

Aún faltaba para la noche cayera y me encontraba con algo de energía. Bajé a mi laboratorio fotográfico para pasar el tiempo. Había un par de fotografías que había dejado secar ya reveladas. Revisé si aún tenía carretes sin tratar pero ya no quedaba uno solo. Un poco aburrido comencé a limpiar toda la habitación, al terminar, tomé las fotografías para guardarlas en su respectivo álbum. Salí del laboratorio y la luz del corredor principal me permitió apreciar un poco mi trabajo. Un columpio lleno de hojas secas fue mi foto favorita. No había nadie pero daba la impresión que se movía por su cuenta. El reloj marcó las once de la noche. Guardé las fotografías y me retiré a tomar una ducha. Un día bastante aburrido en comparación de otros, pero la tranquilidad fue bastante satisfactoria.

El agua caliente comenzó a tocar mi cuerpo, masajeando y limpiando todos los mínimos pensamientos que me rodeaban, disfruté esos minutos. Aunque... cierta nostalgia llegó a mí pasado un tiempo. No se traban de dudas o de confusiones, simplemente una persona llegó a mí.

Lúthien. Todavía me siento mal por lo que pasó. Nunca fue mi intención hacerla llorar. El sello de mi espalda, acariciado por el agua me traía sentimientos extraños, por un parte un gran cariño, por otro lado... quiero verla.

No sé si se traté de la mejor idea, pero es lo que quiero. Cerré las llaves, tomé una toalla para colocarla alrededor de mi cintura. Al salir del baño, miré por la ventana, la luna se encontraba llena, nunca había visto algo más hermoso... me recordaba... a ella.

Erik basta. Tu sabes que eso no puede pasar. Me lo decía para acostumbrarme a la idea, el final puede ser doloroso y es mejor evitar eso. Pero yo la quiero conocer mejor, existe algo en ella, en ese suave, delicado y ligero color rosado que porta su presencia, su voz, su mirada de curadora, sus suaves manos. Algo en ella me intriga, pero no es una curiosidad simplemente, es algo... algo que tiene nombre y me aterra decirlo.

Tomé mi ropa interior y fue lo único que use para volver a recostarme. No me encontraba realmente cansado mis parpados me pesaban. El cantar de los grillos, la suave y fresca brisa de la noche me arropó, la luz de la luna parecía acompañarme. Me encontraba en total paz.

No existían pensamientos que me perturbaran en ese momento, todo era tranquilidad, incluso la imagen de Lúthien en mi mente era bastante agradable. Quería permanecer así todo el tiempo, sin angustias, sin presiones.

Me quedé dormido muy lentamente sintiendo como cada musculo se relajó, mi respiración se volvió placida y lenta, mis ojos se cerraron muy suavemente, nunca me percaté cuando quede dormido completamente. Esa fue una de las noches más tranquilas de toda mi vida... aunque si les soy sincero, fue la última noche tranquila de mi vida.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora