Capítulo 7

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Camila sintió un nudo en el estómago como siempre que llegaba a casa de su madre. Últimamente no le ocurría porque la vieja casa de campo estuviera hecha un desastre, sino porque su madre siempre parecía encontrar las palabras justas que le ponían los nervios de punta.


Notaba su crítica hasta en el más simple de sus comentarios. En cuanto aparcó frente a la casa, Tommy saltó del coche y cruzó corriendo el jardín descuidado y lleno de malas hierbas para darle un abrazo a su abuela, que había salido al porche a recibirlos. Después corrió a jugar a un viejo columpio hecho con un viejo neumático que colgaba de una rama de árbol.


—Gracias por quedarte con Tommy, mamá —dijo Camila bajando la ventanilla del coche e intentando no mirarla. Pero era imposible. Su pelo era tan oscuro como la túnica que llevaba— No sé a qué hora volveré. Probablemente después de comer.


Camila había decidido no decirle a su madre que saldría aquella noche hasta que volviera de hacer compras. Le diría que se había encontrado con una amiga que la había invitado a salir porque otra amiga no había podido ir con ella.


—¿Por qué tienes tanta prisa? —Preguntó Sinu bajando los destartalados escalones— ¿No puedes pasar a tomarte un café?


—Lo haré cuando vuelva. No quiero llegar muy tarde porque ya sabes que el aparcamiento se pone imposible cuando hay rebajas.


—Estás muy guapa hoy —dijo su madre, llegando junto al coche— Como siempre. No creía que necesitaras ropa nueva.


Camila forzó una sonrisa.


—Voy a buscar regalos para Navidad, pero también me gusta comprarme algo a principio de temporada —dijo, apretando los dientes—Si no, acabas teniendo un aspecto pasado de moda.


—¡Como yo entonces! —rió su madre.


—Yo no he dicho eso.


—No tenías que hacerlo. Sé que parezco haber salido directamente de los sesenta, pero eso es lo que soy.


Nadie se lo habría imaginado, pensó Camila irónicamente.


—Tengo que irme, mamá —dijo— Cuida de Tommy. No le dejes alejarse demasiado de casa —su madre vivía en una parcela en el Valle de Yarramalong, donde había una vegetación muy frondosa. Y serpientes.


—No le pasará nada.


Camila suspiró, se despidió con la mano y se marchó. Su madre siempre decía lo mismo, y también lo pensaba. Todo y todos estaban siempre bien para ella. Excepto su hija, claro. Su hija era una histérica frígida que no sabía cómo relajarse ni divertirse.

Princesa de hielo - (Adaptación Camren G!P)Where stories live. Discover now