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El sonido del reloj llegaba directamente hasta sus oídos y comenzaba a molestarlo completamente por no poder dormir esa noche por culpa de las pesadillas que se repetían una y otra vez como si estuvieran deseando que Dominik no pudiera olvidar el accidente que le dio un giro completo a su vida. Con cada minuto que pasaba el sonido del reloj era más insoportable que el anterior pero de alguna forma no quería que dejara de sonar por saber que en el silencio absoluto se sentiría peor consigo mismo.

La habitación estaba a oscuras, completamente a oscuras, porque así lo quería él y le había pedido a su padre antes de que lo dejara en la habitación que se encargara de cerrar bien la ventana para que ningún rayo de luz pasara por no querer recordar las luces del auto que se aproximaba con rapidez hasta su cuerpo.

Giro la cabeza a la izquierda para encontrarse con el reloj digital que tenía los números en rojos para confirmar que tan solo había pasado una hora y media desde que se había despertado de la pesadilla que lo hizo sudar de pies a cabeza. Eran las 04:25 de la madrugada así que no podía llamar a sus padres o a su mejor amigo por algo de ayuda, por ende, debía quedarse ahí esperando que el amanecer llegara de una buena vez por todas. Tocó la sábana buscando algo y consiguió su móvil entre ellas, lo sacó y encendió para revisar sus mensajes pero no había nada nuevo. Decidió mandarle un texto a su mejor amigo con la esperanza que estuviera despierto.

¿Estás despierto?

Tres, cuatro y cinco minutos pasaron pero no recibió respuesta. Dominik debía entender que su mejor amigo trabajaba y estudiaba todos los días y que tenía que descansar pero algunas veces lo quería a su lado para no sentirse más solo de lo que estaba. Dejó el móvil sobre las sábanas de nuevo para centrarse en lo que hacia todos los días cuando estaba a solas.

— Dominik, tú puedes hacerlo.

No quería perder las esperanzas en ningún momento que algún día podría volver a caminar igual que antes así que intentó mover los dedos de sus pies. Lo intentó, de verdad lo hizo, con todas las ganas del mundo pero no hubo ningún tipo de movimiento y cada vez tenía más miedo que antes. Dominik odiaba no sentir nada de las caderas para abajo.

— Tú puedes hacerlo.

Repetir eso no era la mejor forma de darse apoyo a sí mismo pero era lo único que podía hacer o decir. Intentó mover los dedos pero cuando pasaron diez minutos se cansó, no, se hartó de no ser capaz de eso y llevó sus manos hasta su rostro para esconderlo entre ellas. No tardó nada en comenzar a llorar en silencio por lo inútil que se sentía en tener que depender de todas las personas para trasladarse.

Una melodía rompió su burbuja de tristeza y se sobresaltó al comprender que era su móvil. Lo agarró para mirar la pantalla y atendió la llamada sin esperar mucho más.

— Demyan...

— No llores, Nikkie.

La voz de Demyan se escuchaba adormilada así que en el fondo se sintió muy culpable de haber despertado al chico pero de verdad lo necesitaba en esos momentos para hablar sobre las cosas que ocurrían a su alrededor y consigo mismo. Apretó su móvil con fuerza para ser valiente y seguir hablando.

— La pesadilla se repite una y otra vez, Demyan. No puedo olvidar lo que ocurrió aquel día.

— ¿Quieres que vaya hasta allá para darte un abrazo?

Dominik pensó muy bien la respuesta que debía darle a Demyan Lavrov pero no quiso decir la verdadera para no poner en peligro su vida.

— No, ahorita tan solo quiero hablar contigo.

Se escuchó la risa de Demyan al otro lado de la línea.

— Me encanta hablar contigo, Nikkie. Vamos a dejar el tema de la pesadilla de lado para hablar sobre lo que haremos mañana juntos, ¿entendido?

— Sobre eso. No creo poder ir.

Pasó una mano por su mejilla izquierda para limpiar las lágrimas que estaban ahí y después hizo lo mismo con la derecha.

— Pero me prometiste ir a verme bailar. No hay nada de malo que vayas.

— Te van a ver conmigo y se van a burlar. Me da vergüenza que me vean así. No quiero ir, Demyan.

Dominik escuchó un suspiro por parte del nombrado.

— No debería darte vergüenza nada y menos que estés en silla de ruedas, Dominik. Iré a buscarte con mi madre para que no puedas escapar de mí.

— Pero...

— No vas a dejar de disfrutar la vida solamente por no poder mover las piernas, Nikkie. Duerme que mañana nos espera un gran día.

Demyan colgó la llamada dejando a un Dominik sin palabras y con ganas de tirar el teléfono con fuerza al suelo pero no podía o se quedaría sin uno por un largo tiempo ya que sus padres estaban ocupados pagando la rehabilitación a la que tenía que ir de vez en cuando. Estaba todavía llorando y con ganas de marcarle a su amigo de nuevo que no quería pero no podía ser malo con el único que le quedaba después del accidente.

Cerró sus ojos con fuerza para intentar dormir y pensó en cosas lindas para evitar las pesadillas pero eso no sirvió de nada por volver a tenerlas. Todo se repetía una y otra vez como siempre.

Cruzó la calle sin mirar a los lados por estar concentrad en algo que estaba sucediendo al otro lado, una luz llamó su atención a su izquierda y al voltear a mirar era un auto que venía a toda velocidad. El miedo que sintió evitó que se moviera de ahí y lo siguiente que supo era que estaba tirado en el suelo sangrando.

Despertó con un gran dolor de cabeza por estar todavía llorando dormido y se encontró con la sonrisa incómoda de su madre por saber que había estado teniendo una pesadilla. Recibió un abrazo de ella pero no dijo nada al respecto ni cuando entró su padre para cargarlo y llevarlo hasta el baño para que pudiera bañarse con ayuda de su madre.

Estuvo listo con ropa casual en menos de una hora por lo difícil que era vestirse en esas condiciones. Cuando salió de su habitación con la silla de ruedas siendo empujada por su padre se encontró con Demyan Lavrov sonriendo en medio de la sala con un ramo de rosas amarillas. Demyan se acercó hasta Dominik, se puso de rodillas y le entregó el ramo.

— No soy de dar detalles pero lo vi necesario. Además, creo que lo es mucho.

Dominik agarró las rosas y se quedó embobado por lo hermosas que eran por un rato antes de dedicarle una sonrisa al contrario que demostraba que el regalo le había encantado. Demyan carraspeó.

— Las rosas amarillas significan amistad, alegría y la esperanza de nuevos comienzos. He decidido dártelas por estar preparado para estar a tu lado estés como estés.

— ¿Cómo puedes seguir estando a mi lado si sabes que no puedo caminar?

La pregunta hizo que Demyan sonriera.

— Porque los mejores amigos están en las buenas y en las malas, Dominik.

Love Yourself.Onde histórias criam vida. Descubra agora