6. La mentira cae

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Los rayos de luz que el sol comenzaba ha desprender entraban por la fina cortina azul que había en la habitación. Abrió poco a poco los ojos y miró a su alrededor, estaba en una gran habitación de algún hotel de la ciudad. A su lado yacía durmiendo el hombre que más amaba en el mundo. Le sonrió amorosamente y se sentó. Debía irse, no podía quedarse y era algo que supo desde el inicio de la larga velada que tuvieron la noche anterior. Karma era un hombre casado, probablemente con una familia, y no podía echar a perder eso. Sus hijos podrían sufrir mucho por su culpa, al igual que la esposa del pelirrojo. Ninguna de esas pobres criaturas merecía pasar por eso. Él, mejor que nadie, sabía lo doloroso que resultaba venir de una familia disfuncional.

   Lentamente y tratando de no despertar a su amante, se levantó de la cama y tomó su ropa, sus caderas dolían un poco pero decidió ignorar aquel malestar. Se vistió en tiempo récord y salió de aquella habitación de paredes azules que había presenciado el acto más vil de su vida. Se sentía tan culpable, tan asqueroso. Se había prometido a sí mismo no arrepentirse pero era claro que lo hacía, ¿cómo no lo iba a hacer?

   Caminó con rapidez por las calles desiertas hacia la estación de trenes de la gran ciudad. Debía huir y no volver jamás. Debía dejar todo atrás. Debía pero no podía. Las lágrimas se deslizaban en silencio por sus frías mejillas. ¿Por qué era tan estúpido? ¿Por qué aún seguía pensando que podía estar Karma? Oh, era simplemente ridículo y tonto, pero no podía evitarlo ya que estaba enamorado de él y a veces aquel sentimiento solo llevaba a las personas a hacer cosas absurdas. El simple hecho de sentirse de esa manera era absurdo.

Incómodo se removió en la cama y palmeó a su lado, buscando el cuerpo de Nagisa, al no sentir nada, se incorporó de golpe y apartó las sábanas que tenía cubriéndole. La habitación estaba vacía y solo quedaba el recuerdo de lo sucedido la noche anterior. Alarmado se levantó y vistió. No podía dejarle, no ahora que lo había encontrado. Como un rayo salió de la barata habitación de hotel y esperó una señal que le dictase a donde debía ir. ¿Derecha o izquierda? En su vida había tenido más dudas que en ese momento.  Decidió ir por la izquierda y le preguntó al dueño de una dulcería:

—¿No ha visto a un chico bajito pasar por aquí? —El hombre bufó.

—Pasan muchos a diario —dijo, hastiado.

—Su cabello es un poco inusual, es celeste. —El viejo trató de recordar y asintió.

—No hace mucho pasó uno. El pobre muchacho era un manojo de nervios —respondió y luego ladeó la cabeza—. Pobre chico, parecía que tendría un ataque. —La sangre huyó del rostro de Karma.

—Gracias —dijo y se alejó del hombre para seguir en busca de su amado.

Personas hablando y niños riendo, eso era lo único que deseaba escuchar pero su cerebro no se lo permitía ya que quería mantenerlo en plena agonía con los recuerdos de la noche anterior, con el ferviente deseo de ser tocado otra vez por Karma.

   Acunó su mejilla en una de sus manos mientras cerraba los ojos y los recuerdos le azotaban. Los labios de Karma era tan dulces y suaves, sus manos eran un poco ásperas y lo suficientemente grandes para sujetarlo con firmeza. Su voz era muy varonil. Solo Karma podía hacer que perdiera el juicio. Solo podía amarlo a él.

Abrió los ojos de golpe y miró sus manos. Algo dorado brillaba en uno de sus dedos. Rodó los ojos y contuvo la respiración. Tenía una suerte asquerosa. Se dio la vuelta y echó a correr hacia el hotel. No sabía cómo la alianza había terminado con él pero era obvio que debía devolverla. No le pertenecía y estaba mal quedarse con ella. Corrió con todas sus fuerzas, empujaba a las personas y se disculpaba a gritos, sus ojos se llenaban de lágrimas poco a poco. ¿Por qué nada le salía bien? ¿Por qué dolía tanto todo aquello? ¿Por qué simplemente no se iba y hacía como que nada había ocurrido?

   Cuando sus lágrimas no le permitieron ver más se detuvo y las secó con el torso de su muñeca.

   —¡Nagisa! —gritó Karma al otro lado de la acera. Nagisa lo miró y dio un paso hacia atrás. No lo comprendía, ¿por qué había ido en su encuentro? ¿Los hombres infieles simplemente no vuelven a su vida sin más? Oh, claro, necesitaba la alianza para poder volver con su esposa e hijos. Estaba un poco celoso por ellos.

   —¿Has venido a buscar tu alianza? —preguntó con un hilo de voz. Karma miró hacia ambos lados de la calle y cruzó para poder reencontrarse con Nagisa—. La alianza... —murmuró el ojizarco mientras era envuelto en los brazos de Karma.

   —¿Eso es lo que te preocupa? —inquirió el pelirrojo y rió, desconcertando un poco a  Nagisa—. No te preocupes, es solo para aparentar —dijo y el ojizarco rodó los ojos.

—¿Cómo dices?

—No estoy casado, no tengo hijos, ni siquiera novia. Es solo para aparentar, para mantener alejado a cualquiera que quisiera algo conmigo y también para no parecer un solterón antipático —explicó—. Es que jamás creí volver a verte y mi compañero me dijo que lo hiciera. ¿Sabes lo extraño que es ver a todos casado y con hijos, y ser el único sin serlo? —Rió un poco y Nagisa, poco a poco, fue correspondiendo el abrazo del pelirrojo.

—Yo...

—Te amo, Nagisa —interrumpió Karma—. Te amo y ese sentimiento no cambiará. Es permanente. —Nagisa sonrió y comenzó a llorar con ganas, se aferró al abrigo de su amante y entre sollozos dijo:

—Yo también te amo, Karma.

Las mejillas de Karma se humedecieron al escucharlo decir aquello. Lo había esperado tanto tiempo.

Unieron sus labios en un largo beso. Un beso lleno de amor y no solo lujuria. Un beso que decía tanto. Un beso que entregaba, no exigía. Un beso que marcaría el comienzo de su vida juntos. Un beso que era más una promesa latente. Y de repente el mundo gris que les rodeaba comenzó a llenarse de colores pasteles y supieron que todo ese tiempo separados había válido la pena.

    Su tiempo juntos iniciaba y estaban dispuestos a disfrutarlo cada día.

Hotel ❝Karmagisa❞Where stories live. Discover now