Para terminar: un trago de Amaretto

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Los siguientes días fueron agitados. Por un lado, tuvieron que encargarse del sepelio de Brandon. Asistieron todos en Donore, pero de la familia Jenkins solo aparecieron dos hermanos. Fue lamentable, pero Silvia no les dijo nada sobre el asunto. Al menos le daría ese mínimo triunfo a Brandon.

El invernadero se perdió, pero Vincent logró recuperar las estacas más importantes, así como también su colección de semillas con las que podrían recuperar las cepas más difíciles. Además, el clima de Donore estaba completamente recuperado; y eso era tan extraño, que Vincent seguía sin poder creerlo. Era como si el sol supiera donde iluminar con mayor intensidad, o menos, y las nubes conocieran los momentos oportunos para regar los sembradíos. "Asombroso" era una palabra mediocre para describirlo, porque en las ciento ochenta hectáreas de Donore tenían distintos climas, cada uno adecuado a las distintas uvas.

Trabajaron mucho durante esa semana, dirigidos por Antoine Godani, el fiero capataz de Donore.

Y Silvia se escapaba todas las tardes con su agrónomo de planta...

***

Donna apareció el siguiente fin de semana, venía en un taxi, completamente recuperada.

Se encontró con Silvia frente a la entrada.

–Hola... –Donna miró al suelo.

Silvia la abrazó.

–Soy una estúpida, Silvia... vine a pedirte perdón.

–No importa...

Donna la miró fijamente:

–Necesito tu perdón. Me porté mal contigo... Y quiero pedirte disculpas; sé que no las merezco, Silvia, pero te amo, eres como mi hermana... Ni la muerte de Brandon me duele más que haberte fallado a ti.

Silvia la tomó por los hombros:

–Te perdono, Donna... Ahora entremos...

–No, Silvia... solo vine a disculparme... Me iré a Chicago...

–Aquí tienes tu habitación, Donna, y no quiero que al bebé le falte nada.

–Ni yo, amiga –Donna sonrió–, pero lo sacaré adelante por mí misma. Empezaré una nueva vida...

–Pero...

–Ya abusé mucho de ti y de Donore... –ella soltó una risita–. Confieso que me divertí mucho, pero voy a sentar cabeza... pienso abrir una agencia matrimonial.

Silvia sintió que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas. Y eso que había prometido no llorar más.

–Donna...

–Hablaremos luego, Silvia, y espero que esta vez sea para hablar de negocios, porque pondré a Donore en lo más alto de mi lista.

Silvia sollozó y abrazó a la rubia. Ambas mujeres lloraron con el corazón encogido. Donna se despidió sonriente, segura de haberse redimido.

Al ver que el taxi se iba, Silvia volvió a sonreír, porque al menos Donna había sacado algo de provecho de esa situación.

Volvió a la casa con la tristeza encajada en el pecho, pero se alegró al ver a Luthier y Matt, sirviendo una gran bandeja de costillas, y a Antoine descorchando una botella de Cabernet Sauvignon. Amanda vio a su nieta y se preocupó:

–¿Y Donna?

–No volverá, Abuela... tiene mucho que hacer...

–¡Oh!

Invierno en el viñedoWhere stories live. Discover now