Postre: Tarta crujiente de manzanas asadas, acompañada de Chenin blanc

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Al día siguiente ocurrieron dos eventos muy notables. Por un lado, apareció Frank Patrick, con una canasta en las manos. Silvia gritó de emoción al ver a su gata, a pesar de lo demacrada que se veía.

–Se pondrá bien –dijo el veterinario–, pero deben hacer que coma. Eso será difícil, pero deben lograrlo, porque de eso depende la recuperación.

–Lo haremos, Frank –Silvia se agachó y liberó a Agatha, que caminó unos pocos pasos antes de recostarse–. No sé cómo agradecerte.

–Avísame si notas cambios. Sí de aquí a mañana no ha comido nada, deberás llevármela de nuevo.

El veterinario se fue, y casi al mismo tiempo, el sol brilló sobre Donore.

Dixie, que estaba en el restaurante con Ryan y Ferris, se levantó de un salto:

–¡Ya era hora!

Ryan meneó la cabeza:

–Ahora vas a decirnos que esperabas que el tiempo cambiara de repente.

–Pues sí, Ryan. La verdad es que lo esperaba –ella puso sus manos en la mesa y los observó con una gran sonrisa–. Y les prometo que desde hoy, el clima de esta hacienda va a arreglarse por completo.

–Estás loca.

–Júzgame después, cariño...

Ella salió corriendo del restaurante y se fue hasta la entrada. Un Lexus blanco hizo su aparición. Dixie estaba muy emocionada, pero sabía que tenía que controlarse.

Un apuesto anciano de mediana estatura, barba y cabello blancos, se bajó sin sonreír. Matt, que estaba revisando la moto de Vincent se levantó despacio, con la boca abierta. Entonces sonrió y se acercó, mientras se limpiaba las manos con un trapo.

Nelly gritó de emoción al reconocerlo.

Y Silvia se quedó paralizada.

–¿No me vas a saludar, pequeña? –El viejo abrió los brazos y Silvia, con los ojos repletos de lágrimas, corrió a abrazarlo.

–¡Luthier!

–¡Luthier Follet! –saludó Matt–, que agradable sorpresa...

–Matthew, mi amigo... –El viejo le dio un poderoso apretón–. Qué bien te ves...

–Lo mismo digo...

Poco a poco, los empleados de Donore hicieron presencia. Incluso el antipático Hector se emocionó al ver al viejo Luthier.

Chiara gritó de emoción, y derramó algunas lágrimas al verlo.

–¿Y Antoine?

Chiara no pudo responder. Entonces, Luthier buscó a Dixie con la mirada. Ella asintió.

–Se pondrá bien, Chiara, ya lo verás...

–No, Antoine... eso no va a suceder, pero se alegrará mucho de verte.

–Ya subiré a verlo...

Luthier se separó de Silvia, a la que no había soltado y abrió la boca.

Amanda estaba en la puerta. Cada uno de los presentes fue entendiendo, y por eso se apartaron... solo un poco.

–Señora Amanda...

–Luthier, bienvenido –ella estaba sonrojada.

Silvia estaba aterrada, su frente mostraba un signo de interrogación enorme.

Invierno en el viñedoWhere stories live. Discover now