Para empezar: una copa de Pinot noir con queso brie y nueces tostadas

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–... y parece que una vez más tendremos lluvias en Coalbridge. Me pregunto qué opinión tienen aquellos que niegan eso del calentamiento global... en fin, eso es todo por hoy, mis amigos de "J-Radio"; los dejaré con unos mensajes comerciales y después tendrán a Gary, con más música, ¡porque en J-Radio la música es más animada que un tornado!

A unos tres kilómetros de Coalbridge, en la Hacienda Donore, Matt apagó la radio y sonrió. En algo tenía razón ese disk-jockey: la lluvia no era normal. No en esa región del Medio Este de Estados Unidos. Las primeras gotas cayeron justo cuando él comenzaba a cerrar las pesadas puertas del taller. Un relámpago iluminó la escena y el sonido del trueno no se hizo esperar. Matt miró hacia arriba, donde unas malévolas nubes presagiaban otra tormenta. El tipo carraspeó y meneó la cabeza disgustado; era ridículo que en mayo tuvieran lluvias de ese calibre. Pudo imaginar a los vecinos de Coalbridge corriendo a encerrarse para pasar la tarde al abrigo de sus casas, rogando para que los tornados no hicieran presencia. Hizo una mueca y se recostó contra la enorme puerta del taller. Sacó un cigarrillo y lo encendió.

La cosa iba mal. Muy mal. El clima estaba loco, y el viñedo moría lentamente, sin que pudieran hacer nada por salvarlo. Y eso que habían intentado de todo.

Por la callejuela vio venir a uno de tantos "intentos". Venía corriendo a toda prisa, pero ya estaba empapado. Se llamaba Vincent Fisher y aunque llevaba solo dos semanas en la hacienda, ya lo trataban como a un viejo conocido. Era agrónomo, contratado por la señorita Gibson para ayudarles a encontrar la forma de salvar el viñedo. Era un hombre joven, acercándose a los treinta, pero con gran experiencia en viñedos sudamericanos.

–¡Apresúrate, Vinnie! –exclamó Matt, sonriendo.

Vincent llegó y se metió en la bodega. Tiritaba de frío. Sacudió su cabello negro y sonrió:

–Maldito clima...

–Ni lo menciones... –Matt señaló al cielo–. Será una tormenta eléctrica. De las buenas.

–Y va para largo –admitió el agrónomo.

–Es increíble, apenas va terminando la primavera... No es momento para tormentas...

–Lo sé... y ese es el problema, Matt –Vincent tiritó e hizo un gesto de pesar.

Matt asintió y le mostró la cajetilla de cigarrillos, pero el agrónomo negó con la cabeza: no fumaba.

Las luces de un auto aparecieron por la callejuela principal de la hacienda. Ambos miraron en esa dirección y vieron una Mercedes Benz GLA que se acercaba despacio.

–¿Y eso...?

–Es Silvia... Seguro tuvo que regresar de su viaje –explicó Matt.

–Vaya, por fin voy a conocerla... aunque sea solo para despedirme.

–Pensé que la habías conocido en Chicago... -Comentó Matt.

–No. Quien me entrevistó fue Chiara; con Silvia solo hablé una o dos veces por celular. Lamento tener que darle tan malas noticias...

–Al menos déjala llegar... ha sufrido mucho con todo este asunto.

–Lo imagino... ¿Vamos por un café?

–Vamos...

Trotaron hasta la hermosa casa de la familia Gibson, construida al estilo de las casas rurales españolas, pero siguieron de largo hasta el restaurante; Matt abrió con su llave y, en ese momento, un tremendo trueno los hizo agacharse. Chiara Linussi, gerente de la Hacienda, estaba revisando las cuentas con el chef, pero se apresuró a traerles toallas para que se secaran.

Invierno en el viñedoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin