Capitulo 5. Seré tu tranquilidad

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Hay personas que con su simple presencia son capaces de derrumbar todo lo hermoso y recordarte que la felicidad no es para todos.

—¿Qué?—levanté la voz igual, mirándolo desafinadamente.

—¿Qué crees que haces?—preguntó Dan con los ojos nerviosos y el rostro lleno de coraje.

—Lo que quiero—tiré el cuchillo sobre la mesa enojadamente.

— ¿Lo que quieres?—empezó a reír histérico, dando unos pasos hacia mí—Te recuerdo que eres mi esposa y no me gusta verte al lado de cucarachas.

—Te recuerdo que aún no lo soy y también te recuerdo que estás en mi casa, así que cuando estés acá, respetas a la gente.

Giré mi cabeza hacia Paul, quien fijó la mirada en Dan. No tenía ninguna expresión, parecía una piedra que solo pensaba y pensaba.

— ¿Tú me das clases de modales?—preguntó sarcástico Dan. —¿Tú?—gritó, haciéndome retroceder unos pasos y chocar mi espalda con el pecho de Paul, quien agarró mis hombros con sus manos tiernamente.

—No le vuelvas a gritar—habló Paul tranquilo, pero serio e inexpresivo.

—Tú cállate y vete a perderte en algún bosque—se burló Dan soltando una carcajada.

— ¡Ya!— Un silencio incómodo se formó entre nosotros tres. —Basta, ¿qué te pasa?—pregunté a Dan, mirándolo a sus ojos enfurecidos.

—Estas situaciones solo pasan por tu culpa, por andar de mujer fácil. ¿Follaste con el jardinero?

—Fíjate que sí, y lo habría repetido si no hubieras llegado—respondí con rabia y sin pensar.

Poco después, con solo ver la mirada de Dan, entendí que había tomado la peor decisión. Su mano agarró mi brazo con fuerza, arrastrándome hacia él y obligándome a seguirlo.

— ¡Suéltame!—grité asustada ante su gesto.

Su agarre era tan fuerte que mi brazo me quemaba literalmente, sentía cómo mis ojos se llenaron de lágrimas. Faltaban unos pasos para salir de la cocina, cuando sentí otras manos en mi otro brazo, haciéndome parar, tanto a mí como a Dan, quien miró enfurecido la mano de Paul sobre mi brazo.

—No te permito llevarla—habló Paul fulminándolo con la mirada, mostrando unos ojos como nunca había visto en él hasta ahora.

—¿No me permites?—empezó a reír Dan—. ¿Quién te pidió permiso a ti?—intentó arrastrarme otra vez, pero Paul se opuso, impidiéndole dar un paso más.

—Suéltala—ordenó Paul, desafiándolo.

Un intercambio de miradas asesinas se cruzaban entre ellos justo frente a mí. Sentía cómo sus manos temblaban una y otra vez en mi cuerpo, cómo Dan poco a poco perdía la poca calma que le quedaba y cómo la fuerza de su mano bajaba poco a poco. Paul bajó su mirada hacia mi brazo enrojecido, notando el ligero aflojamiento en el estrecho agarre de Dan, notando una ligera liberación y me jaló con fuerza hacia él, logrando liberarme del agarre de Dan.

—¿Quién te crees que eres para interponerte entre mi mujer y yo?—gritó Dan rojo por el coraje. —Eres un pobre jardinero—escupió con orgullo.

—Lo único diferente entre tú y yo son los modales. Llegaste a ser un hombre maduro que pasó por la vida sin aprender nada, porque ningún verdadero hombre trataría así a una mujer—habló Paul, provocando aún más a Dan.

—Paul, por favor—susurré temblando detrás de él.

—¡Alice, ven acá!—gritó Dan, haciéndome saltar y retroceder unos pasos.

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