Capitulo 1. ¿Quién eres?

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Todo pasa por una razón, aunque no la veas o simplemente la ignoras con dignidad y caminas a su lado. La vida da giros, te alza y te baja, te da y te quita, pero siempre en la misma cantidad. No puedes huir del destino.

¡A la mierda, si puedes!

—¿Puedes prestar un poco de atención? ¡Es tu boda, por el nombre de Dios!—se quejaba histérica mi madre delante de mí.

Rodé los ojos de mala gana, caminando hacia ella y tomando el menú. Lo chequeé por unos momentos y lo cerré de la misma forma, sin interés.

—Alice, es tu boda. ¿Sabes que es una boda?—preguntó la exasperante de mi madre, pidiendo ayuda al Dios, como si eso fuera a ayudarla.

—No me aburras más, por favor.

—Una boda es un momento único en la vida de una mujer, un momento mágico, Alice—hizo una pausa mirando a la pared—. El momento en el cual empiezas a ser una mujer al lado del hombre que...—la interrumpí antes de vomitar.

—¡Me caso por dinero!— levanté la voz, bajándola de su nube—. ¿Tengo que recordártelo cada diez minutos?

—Aprenderás a amarlo y con el tiempo entenderás que eso fue lo mejor que te pudo haber pasado— replicó llena de confianza.

—Lo que aprenderé será vivir al lado de un hombre que podría ser mi papá, disfrutar de sus hermosos recuerdos de un hombre potente, algo que perdió hace tiempo. ¡Ah! Y vivir como una mantenida infeliz.

—Él te enseñará cómo es ser una mujer de bien con principios y modales. Solamente ganarás aprendizaje—su ceño se acentuó.

—Podrías haberme dejado escoger sola el hombre con quien quería casarme, pero tú decidiste ir al asilo y tomar el primero—gruñí.

—Te dejé escoger tu primer hombre y aún estoy decepcionada de tu comportamiento. Quería verte pura en la iglesia y ahora estarás toda sucia por haberte entregado a quien sabe quién.

—Ya deja de hablar sobre eso, es mi cuerpo, mi virginidad y mi asunto— levanté la voz harta de toda esta situación—. ¿Sabes qué? Vete a arreglar los asuntos sobre la boda, porque a mí no me apetece mover ni un dedo —añadí mientras que tomé mi bolsa, dirigiéndome hacia la puerta.

¡Demonios! Gruñí enojada en cuanto salí por la puerta. ¿Por qué la gente se aprovecha de tu buena voluntad? Das un dedo y te toman toda la mano.

Me subí en el coche y empecé a manejar sin rumbo fijo. Necesitaba sentir un poco de tranquilidad, necesitaba dejarme salir; ser yo, la original.

Desgraciadamente mis momentos de realidad no tenían muchos recuerdos. En los últimos dos años mi vida empezó a reescribirse, simplemente dejé la pluma en el papel y el narrador hacía de las suyas.

Media hora más tarde estacioné el coche en el puerto de Miami. Había un montón de gente que caminaba por ahí, paseando, comiendo helado o simplemente mirando el mar. No se hagan ilusiones, me interesa una mierda el hombre de hace semanas, simplemente de manera inconsciente le dejé ver mi verdadero ser y automáticamente se convirtió en un momento mío.

—Un helado de pistache, por favor—le pedí al señor que en unos segundos ya lo preparaba, poniéndole un poco de crema sobre el helado—. Gracias.

El aire con olor a mar entraba por mis fosas nasales, mientras que el aroma del helado jugaba con mis sensaciones. El sol brillaba con tanta fuerza que decidí sentarme en una banca que estaba a la sombra de un árbol lleno de flores blancas.

Mientras disfrutaba mi helado, mi momento de tranquilidad y mi propia presencia pensando en todo y en nada en general, sentí cómo algo húmedo y caliente se deslizaba por mi pie, entrando en mis zapatos. Miré y abrí los ojos de golpe.

Siénteme ©®Where stories live. Discover now