[Capítulo 13]

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Tommy torres - Imparable (Playlist de la historia en mi canal de YouTube)

AVISO IMPORTANTE: Este es el último capítulo disponible de la historia en Wattpad, como mencioné al inicio, está a la venta por Amazon en digital y librerías de España y LATAM.


13


—¿Tan mal estabas? —comprendió asombrada, con la piel erizada.

—Sí, pero junto a él todo fue más sencillo. Pasaron muchas cosas antes de ganarme por completo su confianza, pero sin proponérmelo lo logré y me ayudó a terminar mis estudios. Se hizo responsable de mí, algo así como mi tutor durante ese tiempo, me facilitó un lugar dónde dormir, encargándose de que fuera a la escuela y manteniéndome ocupado en la cocina.

—¿En la cocina? Te tenía trabajando, entonces.

Lo decía con cierto tono de reprobación.

—No, en cuanto supo mi situación legal, dejó de ser una relación laboral. Eso sí, tenía que ayudar como en cualquier casa, pero más que nada se encargó de instruirme en un oficio, en mi caso, la cocina. A él le encantaba, yo era curioso y entrometido, por lo mismo el cocinero me enseñaba también y cuando había mucha gente, yo ayudaba. Primero fue así, con el tiempo, comencé a adueñarme del sitio, me encantaba pasar ahí horas. Por las noches, cuando ya no había más clientes, el don y yo platicábamos largas horas para después terminar comiendo algún invento suyo o mío.

—Pero, ¿a qué hora estudiabas? Por lo que dices el lugar cerraba entrada la noche.

—Por la tarde. En la mañana ayudaba a organizar la cocina y don Horacio me obligaba a hacer las tareas. A veces era agobiante, imagínate, no solo él creía tener derecho sobre mí, el barman también se adjudicó la tarea, así como el cocinero y la cajera —se quejó rodando los ojos. Paulina sonrió al ver que ese era un lindo recuerdo.

—¿Qué más?

—Cuando terminé por fin mis estudios, ya era mayor de edad y le pedí ganar mi sustento. Pensaba buscar trabajo en otro lugar. No permitió que me alejara y me nombró ayudante de cocina, siempre fue un puesto de rotación. Lo disfruté mucho. Él de inmediato aprovechó mi inclinación y me inscribió a varios talleres de diferentes tipos de cocina, algunos cursos y diplomados. Un tiempo después a Luis, el cocinero, le diagnosticaron artritis, así que tuvo que dejar el trabajo y ahí fue cuando le pedí al don quedarme en su lugar. Esa época fue inmejorable.

—¿Por qué te saliste de ahí?

—Hace poco más de cinco meses, murió —dijo poniéndose serio, de pronto.

La chica se cubrió la boca, asombrada.

—Yo... lo lamento.

Alejandro apretó su mano con ternura, suspirando.

—Yo también. Fue un gran hombre, alguien trascendente en mi vida.

—Debió serlo. Parece más un ángel que un humano.

—Sí, creo que lo era.

—¿Y qué sucedió?

—Murió intestado, su único familiar lo heredó todo y me corrió.

—¿Por qué? ¿No sabía que él siempre te había ayudado? No comprendo.

Lucía alterada, enojada. Ese gesto no pudo más que fascinarlo.

—Por eso mismo, Pau. Yo vivía en la parte trasera del local, en un estudio que habíamos acondicionado con los años. Pronto me saldría, ya lo tenía planeado, contaba ya con el dinero suficiente para buscar un lugar propio y para poder solventar lo que me pidieran en la carrera si lograba ingresar.

Dulce debilidad © ¡A LA VENTA!Where stories live. Discover now