UNO

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El orfanato Westhood es un asco, aunque este lugar es mejor que cualquier hogar adoptivo. Prefiero quedarme aquí, en donde mi mundo es ver a niños venir e irse, ir a una escuela de mal calibre y no importarle a nadie, a que personas me lleven y me obliguen a ser como ellos.

Me encuentro en el sillón del gran salón, dibujando lo que se me viniera a la mente. Trazaba líneas y hacía sombras por toda la hoja, concentrada en mi propio mundo. Debería estar estudiando Matemática, pero yo no soy de esas cerebritos que sacan las mejores notas sin haber abierto un solo cuaderno, ni soy de esas que estudian hasta quemarse los ojos. Yo no estudio ni aunque me torturen, digo ¿para qué perder el tiempo en esas tonterías? Por eso mis calificaciones hacen que la humanidad se pregunte: ¿En qué mierda estaba pensando Dios al traer a esta inservible chica? La mejor parte es que no me interesa.
Fui interrumpida por una niña pequeña.

—Claire, la madre superior te busca —dijo con su voz aguda.

—Estoy ocupada —respondí fríamente y sin siquiera mirar a la niñita.

—Dijo que era muy importante y que no puede esperar —insistió.

—Y yo dije que estoy ocupada —repuse con molestia.

—Si no vas tendrás que rezar toda la noche —gruñí. Las horribles desventajas de vivir en un orfelinato extremadamente católico.

Me dirigí con mucha flojera a la capilla para ver qué rayos quiere esa monja ahora. Al llegar la vi saliendo con un rostro de inocencia, como si acabaran de exorcizarla.

—¿Por qué me llamó? —pregunté duramente.

—Hay noticias, Claire, buenas noticias –la observé con desgano—Una linda familia te adoptó. Hace unos días terminaron el pa...

—¿Qué? ¿Me adoptaron? Tiene que ser un maldito error —interrumpí casi gritando. Esto no podía estar pasando, no podía tener TAN mala suerte. Es decir, sabía que tenía una suerte terrible pero nunca creí que era tan terrible. ¡Gracias, Dios, por hacerme la vida cada vez más difícil!

—No es un error y no te quejes, se ven personas muy amables.

—Me importa un comino si son amables. Yo no me iré de esta pocilga, apenas me queda un año y medio para ser libre, no me iré a vivir a una casa feliz con personas agradecidas de la vida. ¿Me entendió? De aquí no me sacan —dije elevando la voz y con tono duro.

—Te irás te guste o no. Ellos te eligieron a ti, de muchos adolescentes te eligieron a ti, por eso estarás muy agradecida y serás muy amable con ellos. Ahora ándate a empacar tu ropa, porque te vas mañana —respondió como reproche. ¡Que yo no me voy!

—¡¿Mañana?! Tiene que ser un chiste. Aun estoy esperando a que suelte una carcajada y me diga que solo bromeaba —la miré expectante y enojada. Ella solo frunció el ceño y puso su manos en sus caderas.

—Hablo muy enserio, Claire. Y ya te di una orden —mencionó a modo de advertencia y suspiró—. Algún día te arrepentirás de esta forma de ser tuya —¡Mejor cállese, monja antisocial!

Gruñí y me fui a paso firme a la habitación común. Yo no puedo irme, no después de que tuve que soportar años y años en este horripilante lugar. Juro que prefiero aguantar un año más en el orfelinato que tener que ir a una nueva escuela, con personas que se hacen llamar familia y sonrisas por todos lados. De solo pensarlo me da náuseas.

Empaqué todo de mala gana para luego sentarme en mi colchón —colchón, no cama—  y comenzar a pensar en alguna manera de quedarme aquí.

Tal vez podía intercambiar con alguna chica... no, la madre superior sin duda lo notaría. Podría escapar y comenzar a trabajar desde ya, así ganaré un poco de plata... ni pensarlo, es peor idea que la anterior, podría terminar viviendo en la calle.

Cartas de despedida Where stories live. Discover now