PRÓLOGO

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Se amaron incondicionalmente, desde el primer instante en que sus almas sintieron esa conexión decidieron experimentar el amor más puro que hay, lo hicieron y fue hermoso, placentero, cálido y especial. Era como si fuegos artificiales explotaran en sus mentes y les dejaran ver lo más precioso de la vida misma. Lo hicieron y no pensaron en nada más. Jóvenes, inocentes, puros; con nula experiencia y mucho por vivir. Se amaron incondicionalmente, un hermoso amor joven, atrevido y salvaje que rindió frutos; un fruto a decir verdad, un hermoso fruto azul, pequeño y delicado. Tan delicado que daba miedo tocarlo.

"Es hermoso" dijo ella, un profundo y evidente amor surgía de su corazón y recorría su cuerpo hasta sus labios, un amor que nunca sería expresado más allá de esa ocasión.

Corrieron rápido, lo más rápido que puedan imaginarse. Llovía. Esos jóvenes irresponsables corrían con todas sus fuerzas, sin esperar, sin dudar, sin arrepentirse. El bebé lloraba, ese hermoso fruto que nació del amor que consumaron meses atrás, el pequeño fruto azul de mejillas rosadas; estaba llorando, sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia que tocaban su cara. ¿Por qué llora? ¿Sabe lo que está pasando?, quizás sabe lo que le depara en el futuro.

"Es aquí" expresó su padre, iba cubierto con una chaqueta barata y con los labios secos. "Déjalo ahí y vámonos".

El pórtico era grande, estaba seco gracias al techo que cubría parte de este, ella se agachó suavemente y depositó con suavidad a su pequeño bebé, envuelto en una manta amarilla. La lluvia estaba volviéndose más violenta, fuerte y ruidosa. Ella se acercó al pequeño, a su pequeño y con cobardía disfrazada de valor esbozó

"Perdón..." besó su frente aún húmeda, sintió a través de sus labios el cálido existir de su bebé. Ese ligero rose de su madre le hizo calmar, y finalmente dormir. Tocaron la puerta y se fueron. Se fueron para siempre, no podían permitirse arrepentimientos, dudas... ni mucho menos lágrimas.

La puerta se abrió lentamente, la iluminada entrada permitió, entonces, que la persona detrás pudiera ver lo que le esperaba del otro lado.

"¿Me estás jodiendo?" se oyó decir en tono bajo, la voz de un hombre, una voz grave y profunda. Abrió entonces, y se acercó al pequeño que yacía dormido bajo la fría noche de aquel jueves. Revisó que el pequeño respirara, revisó cada centímetro, cada cabello; y encontró una carta. Escondida dentro de la manta que envolvía al pequeñito, no había remitente, pero si un destinatario.

"Para Shinsou Hitoshi..."

"Así que te llamas Hitoshi ¿eh?, ven conmigo" levantó al bebé, aún dormido, lo llevó adentro y cerró la puerta detrás suyo, al instante en que entró se acercó una mujer que guiada por su emoción comenzó a sollozar.

"Es tan pequeño..." y lo era, el pequeño rostro del bebé se asomaba tiernamente de la manta que aún le envolvía, sobresalía un pequeño musgo azul de la parte alta de su cabeza, su cabello a decir verdad, era poco pero su desordenada estructura causaba querer enredar los dedos en él. Sus mejillas eran redondas y coloridas, señal de un bebé sano; su nariz era pequeñita como un chícharo, redonda y suave al tacto. Abrió los ojos, de forma tranquila; es entonces cuando los corazones de los únicos testigos de esa escena fueron tocados profundamente. Sus lindos ojos brillaban, no podía enfocar bien su mirar pero era obvio que estaba viéndoles, expresó una ligera mueca y río suave.

"¿Ah?, ¿Qué es tan divertido?" dijo el hombre que le sostenía en brazos. A su lado la mujer que le acompañaba río ligeramente y acarició en un movimiento torpe la cara del bebé.

"¿Cómo pudieron hacerle esto?" secó sus lágrimas y entonces frente a ella se elevó una carta sin abrir.

"Esto, esto venía dentro de la manta. Parece que tenemos a un par de jodidos irresponsables que creen que abandonar a su propio hijo y dejar una carta de disculpa es una forma de solucionar las cosas. Bastardos" frunció el ceño mientras sostenía la carta que entonces sujetó su acompañante.

"Shi...Hi... ¡Ah! ¿Shinsou Hitoshi? esto es..."

"Su nombre, parece que les dio tiempo de pensar en un nombre... pero no tienen tiempo para ir a la jodida farmacia a comprar condones o pastillas. Maldita juventud podrida, se merecen una patada en el culo y esa jodida disculpa de atrás "espero que algún día puedas perdonarnos..." jodidos mocosos" su mirada irradiaba ira, pero algo de razón había en sus palabras

"¿Por qué piensas que eran jóvenes?"

"Eso... o unos padres muy desesperados" habló con voz calmada y concluyó "Con este ya son 20..."

"Lo sé", miró al pequeño; angustiada, dudosa y reflexiva pensaba una y otra vez ¿Por qué harían algo así?, entonces un rugido agresivo se escuchó en la habitación que asustó a sus rescatadores. El bebé tenía hambre.

Comenzó a llorar estruendosamente, reaccionaron precipitadamente y corrieron por un largo pasillo, en la primera puerta que divisaron se leía la palabra "Sala de Lactancia", abrieron bruscamente y al unísono gritaron

"¡¡NECESITAMOS COMIDA!!"

El primer contacto humano que tiene cualquier persona es con su propia madre, el primer vínculo que se forma en mediante la lactancia, un vínculo importante, delicado y muy especial para ambas partes del partido; pero, hay mujeres que debido a diferentes circunstancias producen leche, la cual ayuda a bebés desamparados, bebés como Hitoshi.

"Perdón por venir tan de repente, Hitomi, era una emergencia" río avergonzada y froto la parte trasera de su cabeza con suavidad

"No te preocupes, es normal" moviéndose ligeramente en una mecedora, contemplando al pequeño que ahora se alimentaba de ella, sonreía cautivada, acariciaba los mechones del bebé y entrelazó su dedo índice en la mano del mismo. Era tan pequeña, suave y delicada.

"Lo dejaron afuera... Quizá mañana iniciemos una investigación al respecto, por ahora hay que tenerlo lo mejor posible"

"¿Por qué hace eso?"

"¿Eh?"

"El bebé, no deja de mirarme... es extraño, es la primera vez que experimento esto" la voz de Hitomi era fuerte, pero agradable al oírse, no podías pensar en cosas malas al oírla hablar.

"¿No se supone que hacen eso?" se acercó curiosa e ingenua

"Lo hacen pero, también observan a su alrededor, miran lo que hay al alcance de sus ojos. Pero este bebé, solo me mira a mí", expresó y seguido cubrió los ojos del pequeño con su mano.

"¿Eh? ¿Qué haces?"

"No quiero crear vínculo con él" comenzó a llorar, lágrimas enormes escurrían por sus mejillas y caían delicadamente sobre su pecho descubierto

"¡Pero él lo está creando contigo! Es normal..." alentó la chica y antes de decir algo más contempló el rostro angustiado, inundado por el dolor y el llanto de Hitomi.

"No puedo, no quiero enamorarme de él ¿Qué voy a hacer entonces?, solo puedo ayudarlo de este modo, solo los ayudo a no morir en esta etapa, no nací para nada más..." lloraba descontrolada, inmersa en su propio sentir, conmovida.

Descubrió los ojos del bebé quien aún sostenía su mirada en el rostro de la mujer que lo alimentaba.

"Hitomi-san, debes calmarte. Él pequeño está recibiendo tu mejor leche justo ahora, si te es imposible ahora lo entenderé. Le llamaré a Katano-san para que ella lo haga"

"No, estoy bien" su semblante no era el mejor del mundo, pero no mentía al decir que, efectivamente, estaba bien. "¿Ya tiene nombre?"

"Parece que los padres le dieron uno y quieren que lo conserve"

"¿En serio? ¿Cuál es?"

"Shinsou Hitoshi"

Entonces los ojos de Hitomi brillaron nuevamente, volvió la mirada al bebé y con la mejor sonrisa que había expresado en toda su vida dijo

"Vaya, nuestros nombres se parecen. Bienvenido Hitoshi~kun" acarició enteramente la cabeza del pequeño, no se detuvo, no dudó, se dejó llevar por el momento y fusionó su vida con la del pequeñito que alimentaba.

La lluvia seguía cubriendo el patio central y trasero del lugar, un enorme edificio se alzaba de entre el frío escenario. Un letrero adornaba la entrada principal, con letras doradas y enmarcadas cuidadosamente "Orfanato de Saitama".

Desdeentonces, han pasado 6 años. La carta que llegó junto a Hitoshi nunca fue abierta,pero pronto llegaría el momento de ello.    

[ONE SHOT] Tomorrow - Shinsou HitoshiWhere stories live. Discover now