De pronto sus ojos se abrieron al ver que el destino les sonreía, él quien había sido un demonio desde un inicio había renacido como un monje, y aquel que alguna vez surco el cielo con sus blancas alas se había vuelto un demonio, el joven monje que había sido llamado por los soldados del emperador para exorcizar a la hija de este en su regreso fue alcanzado por la tempestad, en busca de refugio entro a un ya deteriorado templo, observo las estatuas del antiguo Dios para quien había sido construido dicha abadía e hizo una reverencia mostrando su respeto.

Enseguida noto su presencia pero no quiso hacer nada al respecto, el simplemente era un invitado y aquel ser no parecía tener un aura maligna a pesar de sus orígenes.

Al día siguiente se percató que la existencia que le había acompañado se había ido. Olvidándose de aquel ser retomo su camino, al llegar a su aldea después de haberse encontrado en sus aposentos suspiro pesadamente.

–Muéstrate –dijo solemnemente.

Ante sus palabras un pequeño demonio Zorro apareció. Sus orbes se posaron en el otro, aquel había sido el primer encuentro de ambas almas después de su separación en aquella nueva vida.

Suspiro el ser que los veía omnipresente, desde el fondo de su corazón imploraba que al fin su pecado fuese perdonado y por fin ambas almas permanecieran unidas, y así fue por un corto y periodo tiempo, ambos, monje y demonio permanecieron juntos hasta que la calamidad llego.

La hambruna y sequía había golpeado a la prospera aldea, el monje tratando de ayudar a su gente imploro misericordia al emperador que accedió ayudarles con la condición de que este desposara a su única hija, apretó los puños y accedió obligándose a enterrar los sentimientos que estaban en su corazón, la boda fue celebrada por todos de forma grata y alegre, los pueblerinos sonreían felices al ver que la suerte del monje también les sonreía a ellos al ya no sufrir las inclemencias de su tierra, el monje por otra parte se sentía más miserable que nunca, la noche de bodas se había hecho presente pero esta nunca se consumó, la princesa había muerto ante las manos del amante que con los ojos brillosos pedía que le matase antes de hacer algo horrible con su persona.

–Atem –sus ojos miraban la sangre de sus manos –Yo no soy tan bueno –sonrió con amargura –Te lo dije, también puedo ser un peligro si me lo propongo.

En ese instante recordó la respuesta que su amado siempre le ofrecía cuando le preguntaba por qué le había dejado con vida siendo ambos enemigos por naturaleza.

–Heba... –Susurro mientras veía a su amado cubierto de sangre, le amaba, no podía ocultarlo, si bien no sabía expresarlo con palabras y era renuente a dar a conocer sus insípidos deseos no podía sentir más que amor por aquel ser.

El joven demonio bajo sus manos y cayo de rodillas, simplemente no pudo evitar llorar, jamás quiso que la persona que más amara lo viera en ese estado. De seguro ahora le odiaba, le temía, le mataría, y eso era lo que él quería, morir entre los brazos de su único amor, no podía soportarlo, el simple hecho de amarlo tanto. Pero lo que no previo fue que él le abrazase con tanta dulzura.

Se miraron a los ojos y entendieron que jamás podría ser del otro, aun así solo por un momento querían olvidar lo que les separaba, el mundo, las leyes, su procedencia, la gente, todo aquello se había esfumado, sabía que pedir su muerte era egoísta, cuando el dejase de existir Atem seguiría con vida pero ¿Qué sería de él ahora que la sangre de su pecado le había impregnado? Tembló al imaginar la muerte de su amado en manos del emperador y en el peor de los casos siendo apedreado por los aldeanos.

–Atem –tomo su rostro cubriéndole con su sangre – Yo, realmente merezco ser denominado un demonio pero, mi amor, tu no lo mereces, nunca –sonrió entre lágrimas mientras clavaba sus garras en el costado del monje.

Un Dios enamorado →【Puzzleshipping/Blindshipping】Where stories live. Discover now