Me acerqué a ellas con el casco en la mano, y todas se giraron hacia mí, incluso Roberts.

—¿Lo vais a hacer igual de bien que siempre? —April soltó una risa, poniéndose las manos con los pompones en la cintura.

—Lo vamos a hacer mejor, Danvers. —Alcé las cejas, viendo a Veronica a mi lado por la visión periférica de mi ojo.

—Me animaría mucho ver eso. —Asentí.

—Buena suerte, Blake. —Dijeron todas. Levanté la cabeza hacia la grada, y la vi sonriendo de brazos cruzados.

—¿Tú no me deseas buena suerte? —Ella negó con una sonrisa dulce. —¿Por qué?

—Porque no la necesitas. —Solté una risa, negando levemente, hasta que escuché el pitido.

—Tengo que irme. Nos vemos luego en Billy's.

Me puse el protector dental y el casco, y corrí hasta el centro del campo, poniéndome detrás de la quarterback, con una mano en el suelo y las piernas separadas. Suspiré de una forma profunda, y me incorporé en cuanto la jugada empezó. Salí corriendo hacia la banda y recibí el balón de Olsen directo a mis brazos, empezando así un sprint, mientras las jugadoras del otro equipo me tiraban de la camiseta, y entre tres consiguieron derribarme al suelo.

Me levanté de un salto, caminando para colocarme detrás de Olsen de nuevo. Miré a los lados, y esta vez puse las manos en mis rodillas. De fondo, los gritos de ánimo del público y el equipo de animadoras cantando.

Recibí el balón, lo acomodé bajo el brazo y corrí esquivando contrarias. Una, otra, agachaba mi cuerpo, corría más que ellas y tenía más fuerza para no dejar que me derribasen y, cuando conseguí salir de la marabunta de jugadoras, me lancé mirando la línea de touchdown, mirando a los lados rápido, hasta que llegué al final y dejé caer el balón al suelo, abriendo los brazos para recibir a mis compañeras en avalancha.

—¡VAMOS!

*

Ganamos ese partido, sí. No era una novedad. Lo que sí lo era, fue lo que escuché al salir del baño de Billy's. Habíamos ido a cenar después del partido, y yo había ido al baño un momento. Lo bueno del Billy Rocket, es que los baños de chicos y chicas estaban contiguos, y podía oír perfectamente lo que se estaba hablando en el baño de al lado o fuera.

Me sequé las manos y mientras lo hacía, escuché aquella voz tan peculiar que me sonaba de algo. Profunda, rota, grave.

—¿Qué vamos a decir? —Preguntó otra persona que no logré identificar.

—De momento, fue un suicidio. No podemos decir nada. ¿Sabes lo que pasaría si el pueblo se enterase de esto? Cundiría el pánico. —Los dos se quedaron en silencio, y ya no pude escuchar nada más, sólo la puerta del cuarto de baño abrirse, y los pasos saliendo. Esperé un par de minutos, y luego salí yo.

Harry, Crystal, April, Olsen y Kevin y los demás, sentados alrededor de una mesa.

—¿Qué has hecho tanto tiempo ahí dentro? —Le lancé una mirada inquisidora a Harry, que se calló al segundo.

—Tengo que hablar con vosotros. —Respondí poniendo las manos alrededor del vaso de batido.

—¿Cuándo? —April frunció el ceño.

—El martes, en la sala común del instituto. —Levanté la cabeza de mi hamburguesa y Veronica entraba con Zac de la mano. Qué rápido iba todo, ¿no?

—¡Eh, Morrison! ¿Con quién andas? —Zac señaló a Veronica, que se giró hacia nosotros con una sonrisa. Una sonrisa para April, a la que saludó con la mano.

—Cuídala, inútil. —April le tiró un trozo de papel Zac, que pasó el brazo por encima de los hombros de Roberts. No me miró, entendía que no lo hiciese, pero cuando le contase aquello que escuché, entendería que llevaba razón.

—Lo tengo a raya, April, no te preocupes. —Veronica alzó las cejas mordiéndose el labio inferior, mientras Zac pagaba el pedido que iban a recoger.

—Más le vale. —Añadió Olsen, mientras ambos salían por la puerta.

—Le va a hacer daño. —Murmuré en voz baja, cogiendo una patata frita.

—¿Por qué dices eso? —Solté una risa y alcé una ceja.

—Espera y verás.

*

Veronica

Zac estaba sentado a mi lado en el sofá, con su brazo pasando por encima de mis hombros. Yo ni siquiera le prestaba atención a la película, porque mi cuerpo necesitaba de forma imperiosa ponerse encima de él, arrancarle la camiseta y lamerme los abdominales.

Cuando giré el rostro, me estaba mirando, así que empezamos a besarnos. Esos besos lentos y húmedos en principio, se fueron descontrolando poco a poco, hasta terminar siendo besos hambrientos y desesperados, quitándole la camiseta y colocándome encima de él.

Le quité el cinturón del pantalón sin dejar de besarle, y me di cuenta de que necesitaba hacer eso para sentirme mejor. Necesitaba acostarme con él para sentirme bien. 

BLAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora