C A P I T U L O 20

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Blake

Yo estaba bastante cansada, eso sí que era verdad. Apenas podía dar tres pasos porque las piernas me temblaban y necesitaba sentarme al andar unos metros. Me quedaría en el hospital hasta la mañana siguiente, pero al menos quería ponerme mi pijama. Odiaba estar con aquél camisón con el que se me veía el culo frente a todo el mundo. Pero tampoco podía parar de pensar, el inspector de policía me daba tan mala espina que me temblaban las pestañas al pensarlo.

—Gracias por traerme el pijama. —Pasé mi brazo por sus hombros, caminando hasta la cama a duras penas.

—No sé cómo te llevé a la orilla. Me costó la vida y los pulmones. —Me senté en la cama, abriendo la caja de pizza y Veronica se sentó a mi lado, abriendo el portátil en la bandeja.

—Si no fuese por ti estaría muerta. —Susurré despegando los trozos, algo apagada. Pensar en que si hubiese llegado un minuto más tarde yo ya no estaría aquí me daba ganas de vomitar.

—Tú evitaste que me matase en el pasillo, y en la fiesta. —Reí negando, poniendo la mano en su rodilla.

—Vamos a dejar de ponernos sentimentales, ¿vale? —Asintió riendo, y terminó de encender el ordenador.

—¿Recuerdas algo de lo que pasó? —Negué rascándome la cabeza en la sien, pero sentí un pinchazo al apretar.

—Ah, joder. —Me quejé con una mueca. —Recuerdo ir al vestuario, oler a pescado podrido y luego... Un golpe en la sien. —Agaché la cabeza y ella lo miró, acariciando el surco que había dejado el objeto.

—Parece un...

—¿Una piedra? —Ella negó con el ceño fruncido, pensativa.

—No, una piedra en la sien te habría matado. Creo que no quería matarte, quería que murieses ahogada. —Después de haberme ahogado, una muerte así no se la deseaba a nadie. Llegaba lento, notabas cómo no podías hacer nada por salvarte, cómo el agua inundaba tus pulmones cada segundo, cómo tu cabeza parecía explotar y cómo tu corazón ya no podía latir más.

—Quería que sufriese.

—Blake, sé lo que te hizo eso. Fue un plomo para pescar de la tienda de Tim el Tuerto. Lo sé porque siempre que paso por ahí me fijo en lo que tiene en la puerta, y esos plomos llevan grabado un pez con los ojos grandes y tiene un par de salientes a los lados, y esto tiene esas señales.

—Necesitamos ir mañana.

* * *

Veronica me miraba desde su ventana, y yo le hacía señales para que bajase. No tardó mucho en hacerlo, aunque aquella mañana llovía y mucho. Estábamos a principios de diciembre, pero el agua tardaría poco en comenzar a cuajar en nieve.

—Muy guapa para ir a la cabaña de Tim. Por cierto, la profesora Wilbourn ha faltado, así que no tendremos química hoy. —Murmuré caminando calle abajo con la capucha puesta, bajo mi paraguas.

—Soy guapa siempre, no puedo quitarme la cara, ¿sabes? —A pesar de que pareciese que se estaba auto halagando delante de mí para ponerme de los nervios, Veronica lo decía de verdad. Sabía que era guapa, que era provocativa, y no lo ocultaba.

Touché.

Cruzamos la calle y bajamos para llegar a la cabaña de Tim el Tuerto. En su escaparate había cañas de pescar antiguas, plomos y anzuelos colgados de todo tipo, redes, hilos y cebo. El cartel de 'abierto' parecía estar mugriento, partido por un lado.

Entramos en la tienda y el suelo de madera crujía. La caja registradora en un principio fue gris, pero acabó siendo marrón por la roña que lo cubría, y Tim el Tuerto estaba sentado en una silla comiéndose una lata de judías para desayunar. Tenía una chaqueta polar verde, un gorro negro y la barba canosa muy dejada.

BLAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora