Parte Única

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Cuenta una vieja, viejísima leyenda, prácticamente olvidada, que hace muchos años en una aldea cerca de la costa vivía una joven pareja de enamorados.

Un pescador y un artesano.

Ambos muchachos se ganaban lo que tenían con el sudor de su frente, trabajando arduamente y aunque no tenían lujos ni riquezas ellos no podían pedir más de la vida ya que se les concedió el privilegio de poseer un tesoro más grande que cualquier otra cosa que el dinero pudiera comprar. El amor. Un amor tan sincero, más real que sus existencias que quemaba con la intensidad de mil soles en verano.

No eran dueños de más que su pequeña cabaña en la playa que apenas tenía la cama que compartían juntos, una mesita a juego con dos sillas de madera talladas a mano y sus gastadas prendas de vestir y otras cosillas de lo más básicas por mencionar sus más preciados bienes materiales, pero aún más importante que eso, ambos eran dueños el uno del otro en cuerpo y alma.

Al anochecer como ya es costumbre y siempre que les place HongBin y TaekWoon ya arden en llamas, el pescador sobre el artesano, sosteniéndose uno al otro como si no hubiera universo más allá de ellos en su burbuja.

TaekWoon era en definitiva un hombre tan romántico como apasionado, le susurra palabras de amor al oído que se encargan de acariciarle el alma cuando sus manos están dedicadas a explorar el ya bastante bien conocido cuerpo de HongBin mientras que este se retuerce ante su tacto, deshaciéndose en gemidos que abandonan sus labios sin permiso, que tampoco se preocupa por callar y que a TaekWoon le gusta tanto escuchar.

Luego de recitarle hermosas promesas en las que sólo se pensaba en ellos, TaekWoon mordisqueó un poco el lóbulo de la oreja de HongBin para luego pasar a su mandíbula y descender por su cuello con besos

Cuando llega a la piel de su pecho, sus besos son acompañados de suaves mordiscos y lamidas, en especial sobre el par de botoncitos rosas que adornan el pecho liso de HongBin, dejando como huella de su presencia ligeras marcas rojizas.

Continúa con su camino hacia el abdomen y no se le permite llegar más abajo porque HongBin lo empuja un poco, incorporándose también para besar esos maravillosos labios que lo enloquecen.

Para HongBin los labios de TaekWoon eran el camino al Edén, y ni hablar de esas habilidosas manos largas que se encargan de complacer a HongBin solas mientras que los labios de TaekWoon son cautivos por los de HongBin.

TaekWoon se había perdido tanto disfrutando de la deliciosa piel de HongBin, embriagado de ese olor característico del joven que no se dio cuenta de lo mucho que estaba haciendo esperar a su amado por otras atenciones, casi volviendo de ese tiempo una tortura placentera.

Así que HongBin decide cambiar sus posiciones, quedando TaekWoon debajo de él, sosteniéndolo de los hombros fuertemente, sin darle oportunidad de protestar.

- Déjamelo a mí - ordenó HongBin de una forma tanto autoritaria como erótica

Sin miramientos se coloca sí mismo sobre el ya despierto miembro de TaekWoon y ya acomodado en su entrada, se desliza lentamente hacia abajo en su totalidad, luego levanta un poco la cadera, sin desalojarlo por completo su interior y nuevamente desciende a un ritmo casi desesperante pero firme, ya que HongBin usa su propio peso para un contacto más y más profundo repetidas veces, inclinándose un poco hasta dar con ese punto dulce que lo hace ver estrellas. No es doloroso ya que esta viene siendo la tercera ronda de la noche.

La sensación es abrumadora para ambos.

TaekWoon por su parte, está siendo llevado al éxtasis, la exquisita vista de HongBin meneándose con sensualidad sobre él, ese cuerpo perfecto, con las formas justas, deseaba no tener que parpadear para no perderse nada de esa imagen, de cada gesto de hacía, acompañando eso de la sensación en su intimidad siendo tan bien recibida en la estrechez de HongBin.

Corazón De Sal (LeoBin ● One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora