Día 13 - Compañera hasta la Eternidad

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Ya no se que pensar o que hacer. Tengo la necesidad de hacer un último viaje, una ultima procesión. No se como ella va a tomar que debo ausentarme unas seis horas, pero este momento es el mejor que tengo. Ella esta todavía bien, dentro de lo que cabe, y su dolor mitigado por esas malditas ampollas. Quizá lo vea allí, dado que por alguna casualidad del destino, hoy es el día que marcaría mi vida para siempre.

-Puedo pedirte un favor?- le pregunto mientras le doy su taza de te

-De que se trata?- me dice alegremente mientras toma su te

-Debo salir hoy- noto que su cara se empieza a poner triste –serán solo unas horas, para cuando te des cuenta, ya estaré de regreso

-Que? A donde iras?- se nota un tanto triste y enojada

-Volveré allí. Ellos también necesitan un poco de cuidado y cariño, aunque sea una sola vez

-Prométeme que te cuidaras y que volverás- me dice tomándome la mano con su mano derecha, la cual noto severamente debilitada

-Iré a dar mis respetos y volveré tan rápido como pueda. El almuerzo ya esta preparado. Estará un poco frío, pero siendo arroz y vegetales no es como si te perdieras de algo si no esta caliente

-Esta bien. Si debes hacerlo, no soy quien para detenerte- me dice mientras me señala a los medicamentos de día

-Oh, si. Lo estaba por olvidar- le doy la medida de pastillas y algo mas de te

El medico me dijo que en cuanto aparecieran signos visibles de la... muerte de sus extremidades, debía complementar el sedante con calmantes para evitar el dolor de los nervios siendo literalmente cortados en vivo lentamente. De solo recordar las palabras que uso el medico para describir el uso correcto de los medicamentos me entran ganas de vomitar.

-En unas horas regreso. Te amo- le decía mientras le daba un beso en la frente

-No te olvides de volver. Yo también te amo.

Una vez dicho esto, asegure las puertas con llave y me dirigí a la estación del tren, con destino hacia el área donde crecí, donde vivía aquel bastardo que me hizo sufrir tanto en tan poco tiempo, aquel que no dudaba en golpearme con lo que tuviese a la mano cuando estaba enojado o borracho, aquel que no dudo un segundo en gastar lo poco que dejo mi padre ahorrado en el banco en juego y alcohol, aquel que no dudo en llamar a mi madre prostituta, y acusarla de matar a mi padre en aquel fuego, incluso cuando ella pereció también en el, aquel que no dudo en echarme a la calle cuando apenas contaba doce años.

Llego al cementerio y me dirijo a la parcela donde están sepultados mis padres, el a la derecha y ella a la izquierda. Estaba igual a como la había visto aquella tarde de lluvia seis años antes.

Dejo mi bolso a un lado, saco unas tijeras de poda y comienzo a limpiar ese pequeño pedazo de tierra.

-Lamento no haber venido antes. Lamento haber sido un mal hijo. Pero no podía volver, no con el aquí. No sin antes haber crecido para poderme defender de el.

Les estaba hablando a ellos. Les estaba dando explicaciones de por que no vine antes a visitarlos, como un chico que llega tarde a su casa después de saltarse la escuela

-Hice una amiga. Es una joven maravillosa. Al principio me pareció algo molesto que intentara invadir mi privacidad, por lo que la ignore. Pero ella siguió insistiendo. Hasta cierto incidente en el cual la defendí de un mayor, y desde entonces es mi amiga.

Repasaba un poco mi primer año del secundario y recordaba como golpee hasta sangrar a aquel matón.

-Ella me invito un día a su casa para vacaciones, y el Tío me echo de su casa, dijo que no volviera nunca. No sabia que hacer. Solo, sin familia, solo estaba ella. Solo me quedaba ella. Sonara como un atrevimiento de los peores, pero no podía hacer otra cosa. Le suplique a su padre un lugar, por pequeño que fuese, por inmundo que fuese, por inhabitable e inhumano que fuese. Cualquier cosa seria mejor que al lado de mi Tío.

Amor VerdaderoWhere stories live. Discover now