Capítulo veintiocho

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Después empecé a limpiar los pisos y ordenar absolutamente todo. Aspiré la alfombra de la sala y las escaleras. Subí y empecé a hacer las camas, primero la del cuarto de mis padres y luego la mía.

Terminé y tomé algo de ropa. Me metí a la ducha y el dolor empezó a hacerse mayor. Me desnudé y me metí para que el agua me cubriera poco a poco. Tomaba bocanadas de aire, pero ahora también me costaba trabajo respirar y fue cuando una voz en mi cabeza me dijo “Libéralo, vomita”. Empecé a sacar todo el alimento por la boca de una manera incesante y asquerosa.

Luego el dolor regresó a mi cabeza y a la boca de mi estómago. Me puse de “huevito” en la tina y empecé a llorar. Odiaba sentirme así; mal físicamente y sentimentalmente. Alcé un poquito la mirada y alcancé a verme en el espejo del baño; desnuda y desprotegida.

Así me sentía. Miserable. Escuché la puerta de la entrada. Recé por que fuera mi padre y pudiera escucharme.

– ¡Papá! – grité con las pocas fuerzas que me quedaban. – ¡Papá! – volví a gritar.

Seguí gritando, gritando hasta que sentí que mis cuerdas vocales reventarían y solo me quedaba una cosa por decir antes de desmayarme: “Ayúdame”.

Sentí los brazos llenos de alguien. Sabía que no me habían dejado olvidada en la bañera. Fuera quien fuera, me estaba ayudando. Abrí lo poco que pude mis ojos y alcé la mirada.

Estaba cubierta por una toalla blanca, sujeta por unos brazos que se sentían fornidos y que sabía que no eran de una mujer. Alcancé a ver una parte de su rostro, pero mi mente no daba para más. Eché mi cabeza para atrás y me dejé hundir en un mar de lágrimas.

– No vuelvas a dormir. Escucha mi voz, ¿sí? – reconocí su voz. Era la voz a la que respondería aún a pesar de estar muriendo, por la cual nadaría el mar entero por volver a escucharla de nuevo, esa voz aterciopelada y honda que me enchinaba la piel.

Asentí.

– No puedo – me rendí.

– Vamos, solo déjame llevarte a la cama y poder darte algo para que te alivies y podrás dormir.

Me dejó caer suavemente sobre una superficie suave y acolchonada: una cama.

Se alejó rápidamente y regresó tan rápido como se fue. Regresó con un zumo o algo así. Me levantó y me dio de tomar de esa cosa rara y asquerosa. La escupí.

– Vamos, solo toma un poco y te sentirás mejor.

– No quiero sentirme mejor. Me dejaste. No quiero sentirme mejor que saber que el hombre por el que habría dado mi vida me engañó todo este tiempo. No quiero – cerré los ojos y seguí durmiendo.

– Nunca te dejé y nunca lo haré.

Unas putas horas después…

– ______ – escuché que alguien decía. – Amor – empezó a sacudirme para poder regresarme a la luz.

Alcé la vista y vi a mi padre.

– ¿Papá? – me incorporé con voz ronca.

– ¿Hace cuánto llevas dormida? – me preguntó.

– No, no lo sé.

– ¿Qué demonios? – dijo mientras desviaba su mirada.

Vi a donde él estaba viendo. La botella de vodka.

– ¿Haz estado tomando? – se alzó de un brinco de la cama y empezó a gritar.

– No… bueno, un poco. No es nada.

– ¿No es nada? ¡______! ¡¿Qué no vez que eres muy pequeña para hacer esas estupideces?! – gritó furioso.

– Papá, es una puta botella de vodka.

– ¡Exacto! ¡Esa puta botella de vodka te puede matar!

– ¿Pero qué temes? Si ni siquiera estás aquí. Ni tú ni mi madre – comencé a gritar.

– Pero tu madre y yo no estamos jugando, queremos una buena vida para ti. ¡Y nos pagas con esto! – tomó la botella del piso y se acercó a mí.

– ¡Carajo papá! Tengo dieciocho años, ya no soy una nena.

– ¡Para mí lo eres!

– ¡Pero no lo soy!

– Lo seguirás haciendo en cuanto vivas aquí.

– ¡Oh, eso te encantaría! Así no me revolcaría con cualquier idiota como lo hizo mi madre – solté sin pensar.

De repente un ardor tremendo aunado con una caída dolorosa me hizo estremecer. Mi padre se dio de lo que había hecho y se inclinó sobre mí. Intentó ayudarme.

– ¡No te me acerques! ¡Maldito cerdo! – me levanté como pude, tomé las llaves del auto de mi madre y bajé las escaleras tan deprisa como pude. Sentí las lágrimas empezar a rodar por todo mi rostro.

Me metí al garaje y me metí al auto.

Manejé hacia la ciudad, de nuevo con Justin, sin si quiera pensarlo, solo lo hice.

Sex InstructorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora