Capítulo ocho

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El martes, después de tres días del baile de navidad, salí por fin de la escuela por las vacaciones de navidad, un mes de pura felicidad en casa. No había hablado con Justin ni siquiera por mensajes. Supuse que estaba ocupado o algo así que no me preocupé en llamarlo.

Entré a la última clase del día: literatura.

Amaba ésta clase y más por el sexy profesor que tenía. Ojos verdes, cabello lacio pero siempre bien peinado, con un aroma delicioso emanando de toda su ropa y con un muy buen físico. Siempre salía bien en los exámenes ya que de verdad me gustaba que el profesor dijera que era su mejor alumna.

- ¡Chicos, chicos, chicos! Tranquilos, sé que están a 40 minutos de al fin librarse de las tareas por un mes, pero por favor, no nos comportemos cómo monos ¿bien?

Tomó un libro de la banca de Susan, la estúpida golfa que siempre coqueteaba con él.

- Por favor, abran su libro en el último capítulo. Al final de la clase tengo que tener 27 reseñas en mi escritorio - exclamó. Todos hicieron sonidos de fastidio a excepción de mí.

Ya había adelantado mi reseña. Mi celular vibró dentro de mi bolsillo del pantalón. Lo saqué y leí el mensaje nuevo.

"Te espero en el baño. Estoy consciente de que no tienes nada que hacer. Halley."

Le sonreí a la pantalla. Tomé la reseña y la metí en el libro. En la esquina anoté mi número.

"Por su algún día en vacaciones necesita diversión ;)"

Tomé mis cosas, me levanté de mi asiento y me acerqué al profesor Robert. Me miró mientras caminaba hacia él y sonrió.

- Bien, no me sorprende - dijo mientras se sentaba a la orilla de la silla de madera. - Puedes irte ______ - me sonrió.

Le correspondí la sonrisa y jugueteé con mi cabello.

- Nos vemos, Robert - dije coqueta.

Me di vuelta y salí del salón. Corrí hasta los baños y vi a Halley texteando en su celular.

- ¿Con quién hablas? - le pregunté mientras con mi mano, apartaba un mechón de cabello de mi rostro y lo apartaba por detrás de mí oreja.

- George.

- Oh.

Cuando al fin terminó de hablar con su queridísimo amigo, fuimos a comer a casa de Sharon. Cuando terminamos, Halley y yo fuimos a mi casa para ver unas películas. La película fue una asquerosidad; zombis comiendo a gente y el último sobreviviente terminó siendo el típico postre de los fenómenos.

- Agh, ¿cómo pudiste hacerme ver esa porquería? - le reclamé a Halley.

- George dijo que era buena.

- Pues no lo fue - exclamé.

Tomé el recipiente de las palomitas y bajé las escaleras para dejarlo en la cocina. Empecé a echarle un poco de agua para quitar el rastro de mantequilla. Una canción de Daft Punk empezó a sonar.

- ¿Hola? - contesté.

- ¿Cómo estás, dulzura?

Justin por fin se había librado de sus múltiples ocupaciones y se dio tiempo para hablar con su alumna primeriza.

- Oh, muy bien, ¿y tú?

- Un poco aburrido, en realidad - bostezó.

- Uhm - torcí el gesto. - ¿A qué se debe su extraña aburrición, profesor? - musité.

Sex InstructorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora