Hoy, en este desolado día...

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Hoy, en este desolado día gris, he decidido escribirte. Las gotas de lluvia se posan desganadamente en el vidrio frío, filoso de la ventana. La luz que entra es poca, pero lo suficiente como para no sumirme en oscuridad. Estoy sola, me enfrento a mi alma destruida cada mañana, cada noche. 

Tengo a los hambrientos demonios de mi pecho buscándote, y sufro, por tu culpa, sufro. ¿Dónde has ido? Sé que no puedo alcanzarte, aunque estire mis dedos, ¡aunque sangren!, no puedo. Son los susurros del ayer mis confidentes, y una rosa seca la esperanza de tu retorno. Vuelve, oh, regresa a mí, lléname los ojos de goce, alegría, dicha; quítale el polvo a mis labios sedientos y toca estas tiesas muñecas sin pulso. He muerto, he caído. Más que la tierra que te cubre, más que el pesado y rotundo sueño que aplasta tus pestañas. Amor mío, compañero, dime, ¿siente mayor dolor la torcaza sangrante, ya cazada, que su pareja noble, siempre solitaria y con el tristísimo recuerdo de su canto? Porque si así es, mátame, prefiero fenecer de dolor, y no vivir de él. ¿Qué hice mal? ¿Qué hiciste mal? En los juegos del amor y del fin no se elige, pero desgracia fue aquella que te arrancó de este mundo, el nuestro.

Y mientras yo siga funcionando, cual máquina oxidada, todo sentimiento, cualquier pizca de humanidad serán dispersados sobre tu lecho, para que el tiempo sea el único tirano que no logre llevarte, que no logre llevarte de mi memoria.

Redacciones: Los suspiros moribundos de una mujer.Where stories live. Discover now