"Cambio de rumbo"

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Me di cuenta que la ilusión no era suficiente para vivir. Era una idea que levanta de la cama para introducirse al mundo de la sociedad que se acababa poco a poco. Nada era suficiente para aquellos que tenían el poder de decidir, día a día, cada uno de sus pasos.
Aunque no estaba satisfecho con lo que tenía, siempre quise más y más de este mundo. Viajé por el mundo en busca de dinero y amor. Algunos se quedaron en casa en espera a que la llueva cayera llena de ilusión para así salir a buscar.
—Amistad. Creo que haré un cambio drástico—dijo José agitando las manos.
José perdía el control. Empezaba a frustrarse de su vida cotidiana. Pensaba que un cambio era justo y necesario.
Ese día mientras cenávamos panini con ensalada en Galerías Monterrey percaté lo menos inesperado. Él y su físico se encontraban ahí. No sabía quién era ni que su espíritu estaba en un cesto de basura. Lo conocía al perfección por él era yo.
También conocí a ese hombre que en otra vida fue mi todo.
Los últimos finés de semana lo veía en todas partes. En el Mall, en el supermercado, en antros y bares. El destino y otras cosas querían que nos encontráramos. Me estaba empezando a gustar esa idea rara que tiene el destino para poner gente en mi camino.
El hombre era guapo. Alto, piel aperlada, pelo corto y unos labios sexis y besables.
—No para de verte—José interrumpió mis sucios pensamientos.
—No creo que me mire a mí o tal vez este viscoso​—bromeé y continúe devorando  mi panini.
Carcajeamos de uno que otro chiste mientras nos atragantábamos con el segundo panini.
—A veces me levanto con mucha hueva. Sé lo que tengo que hacer. Me levanto, desayuno, voy al trabajo, regreso a casa, ceno en el mismo lugar. Siempre lo mismo. Los fines de semana salgo al mismo bar. Me gusta este estilo de vida. Pero te hartas. Quiero más.
—Te voy a odiar si dices que esta ciudad es aburrida—entre cerré los ojos.
—No hablas en serio. ¿Verdad? —y pestañó José.
Regresé a casa odiando a José. En parte José tenía razón, últimamente la ciudad estaba calmada. La comunidad se estaba opacando. ¿Dónde está el brillo que nos hace destacar?
Esa noche salí a buscar respuestas. Me puse mis mejores trapos y recorrí un par de bares. Buscaba la respuesta a una de mis primeras preguntas.
¿Dónde estaba eso que enamora de Monterrey?
—No nos hace falta nada, Victor. Tal vez eso es lo que ves tú. Te hace falta salir. Conocer esos lugares que no conoces de esta ciudad—dijo Regina mientras coqueteaba con una chava.
Salía del bar con cheve encima cuando…
—Hola.
—Hey.
—Hoy por la tarde te vi en un restaurante y ahora en este lugar.
—Y todos los fines de semana—note que hice una risita burlona.
Qué bonita sonrisa tenía. Pensé.
—¿Te conozco?
—No creo—dije agachando la cabeza.
—Me llamo Sergio.
—Mucho gusto Sergio—tambalee.
—¿Y tú eres?
—Tenemos que irnos. La chica que saludé me conoce y no está muy contenta—interrumpió Regina
—¿Ya te vas? Las noches en Monterrey son bellas y largas—sonrió y levantó una ceja.
Ahí estaba. El brillo de Monterrey. Aun no sabía nada de él. Pero una infinidad de preguntas llovían en mi cabeza. La opaques que tenía de esta ciudad despareció.
Este era mi rumbo. Esta era la ciudad a la que amaba. La cuestión era si la gente, como él, también me quería.

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⏰ Last updated: Jul 05, 2017 ⏰

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Foráneo en Monterrey escrito por Victor M. GonzalezWhere stories live. Discover now