"El punto correcto"

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¿En qué punto estaba para encontrar el amor? Convencido de no encontrar a alguien a quien amar pero dispuesto a cambiar eso, me levanté de la cama, acercándome al espejo empecé a ver esos defectos que había ignorado hace tiempo. Aun teniendo virtudes, nada podía quitar de mi cabeza el horror del pasado.

Regina y yo salimos de cacería. Regina era una mujer guapa e inteligente. Su forma de vivir y el estilo de vida la hacía una mujer moderna y exitosa con ese plus de ser la amiga millonaria.

Conocí a Regina en Morelos cuando compraba zapatos. No estaba segura de comprar los zapatos de tacón rojos o los azules abiertos. Por su suerte encontró a un experto. Desde ese momento Regina encontró a un amigo y su acompañante de compras. Yo.

Llegamos a uno de los mejores antros de Monterrey. La fila llegaba a dos cuadras y nos derretía el calor. Pero nada de eso nos detuvo.

—Yo también me eh echo esa misma pregunta desde que acepté que era lesbiana. Me cansé. No quise vivir en la oscuridad o ir a una fiesta y estar arrinconada en la esquina esperando a que un bato me sacara a bailar. Dejé de ser callada. Me subí al tren del lesbianismo, me gustó y, ahora soy una persona muy diferente y feliz. Estoy en el punto correcto de encontrar el amor.

Una hora después entramos al antro. Estaba lleno y la barra estaba a reventar pero Regina conocía a un mesero y las bebidas llegaban en segundos a nosotros.

—Estas en el punto, amistad. Eres nuevo en Monterrey. La comunidad no te conoce. Les encantaras—dijo Regina después de la cuarta cheve.

—Debería de preguntarle a él—dije balbuceando y mareado.

Esa noche conocí a un chico. Sin recordar su nombre lo bese y pregunté.

—Nadie está en su punto—comenzó a responder—. Nadie está listo. Todo depende de lo que quieras. ¿Quieres amor? Te lo doy. ¿Quieres sexo? Te lo doy. ¿Quieres casarte con migo? Cásate conmigo.

Sin saber dónde o con quien estaba Regina, salí corriendo del antro para vomitar en la oscura esquina donde se alojaba antes de ser lesbiana. Después de cinco minutos caminaba rumbo a casa.

—¿Sufres del mal de amores? Tengo la solución—se escuchó una voz entre las calles.

—No gracias. Creo que ya tuve suficiente.

—Una vez leí en un libro que el único remedio contra el amor es amar más.

Y la sombra desapareció entre las calles.

Foráneo en Monterrey escrito por Victor M. GonzalezWhere stories live. Discover now