Capítulo 26 |No esta.

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(P.O.V — Christian)

La observo dormir a mi mujer, amo este estado en ella se ve tan serena y calmada, puedo pasar horas observándola dormir, me encanta esos sonidos que hace con su nariz, adoro cuando me busca en la cama, adoro su respiración lenta y pausada que me relaja es como si nada malo pasara a nuestro alrededor, está en inmensa paz y me agrada saber que está bien, me gusta tenerla conmigo saber que la puedo proteger de lo que sea que la aseche allí afuera, aun no concibo lo que me han dicho los Doctores con respecto a su salud, sé que ella estará bien pero ¿a qué precio?, no pondría en riesgo a Amy lo sé, claro que lo sé, he estado haciendo algunas llamadas, contactándome con centros de salud especializados y me contesta siempre la misma mierda... los jodidos doctores no entienden que no me puedo quedar de brazos cruzados cuando cada segundo es paso un que no sabemos si es malo o bueno, para la condición de Ana. Acaricio su cara y retiro un mechón de su sedoso pelo castaño y lo hago aun lado, delineo sus mejillas rosadas que son arropadas por sus largas pestañas, paso mis dedos por sus labios rosados, amo a esta mujer la amo con todo lo que puedo y tengo, no hay una parte de mí que se resista a su presencia, ella domina todo, absolutamente todo.

Me fijo en la hora y me doy cuenta que estoy justo de tiempo, ya Taylor ha llevado a Amy a su escuela después de que yo, si yo Christian Grey le preparara el desayuno y la acompañara mientras se lo terminara, increíble lo sé. Pero que puedo decir frente a eso... las amo a ambas, han cambiado mi estilo de vida, ahora estoy muy de acuerdo con Flynn, he vivido más en este último tiempo junto a ellas, de lo que en mis veintiocho años. Por primera vez me siento amado y me tratan como a su igual, no pretenden ser algo que no son, mi mujer es auténtica siempre, aunque la prefiera en vestido a ella le gustan sus vaqueros, sus camisas y sus convers y aunque le reproche por usar esa clase de ropa de alguna manera me encanta, se ve tan natural, tan ella, que últimamente también ando en atuendo similar fuera de la oficina.

Después de una agradable ducha me pongo mi traje de azul oscuro y camisa blanca de lino perfectamente planchado, me acomodo el cuello y trato de peinarme con mis dedos, a Ana le gusta mi pelo desordenado y a mi me gusta que le guste. Salgo del vestidor acomodándome los gemelos que me regalo mi chica ya que hace tres días cuando cumplimos un mes saliendo oficialmente.

—Buenos días — habla con su voz ronca y sexy, que me ponen duro de inmediato, ella se da cuenta de mi erección y se muerde ese delicioso labio — veo que te alegras de verme. — la imagen más sexy y que me deja sin aliento esta frente a mí, Ana enredada en mis sabanas.

Santa mierda, esta mujer me provoca con solo un hola de su parte.

—No sabes cuánto — me inclino y le doy un casto beso — no quería irme sin antes despedirme.

—Hoy viajas a Portland ¿verdad? — Asiento y ella hace una mueca —... no quiero que vayas.

La miro confuso, desde que sabe que iré no deja de decirme lo mismo, pero este es un compromiso ineludible, he aplazado esta reunión desde hace una semana, tengo que ir, sus ojos me miran suplicantes y por alguna extraña razón me encuentro debatiéndome entre ir o no.

—Debo hacerlo nena, son compromisos — ella suspira resignada.

—Okey — se levanta de la cama en su estado puro, su desnudez siempre será mi debilidad, es como mi criptonita, deja deslizar la sabana por su cuerpo dejando a mi vista sus cuerpo sin ningún filtro, ella es auténtica y segura de ella misma, esa seguridad según ella me la debe a mí, pero yo sé que no es así, ella es una maldita obra de arte, la mejor que he visto alguna vez, y lo mejor es todo mía.

TÚ MI CURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora