Capítulo 42 Mi Corazón Arde

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—¡Oh me alegra saberlo! Le guardaré un poco para cuando venga por ustedes.

La pequeña se tensó al escuchar aquello. ¿Qué si le dijera que los adultos con los que vivían, no sabían dónde se encontraban? Tragó difícilmente y procedió a moler un poco la comida para darle a la Rosie, quien se veía muy hambrienta. Isabelle empezó alimentar a Rosie con porciones pequeñas, aún era muy nena para comer enteramente. Rosie comía gustosa y Bell solo tocó un poco de su comida. El señor Worth no quitó la mirada de Bell y ella se sentía preocupada por ello.

—¿No te gusta la cena? —preguntó Eric al ver lo poco que había comido. Su padre, sin dejar de sonreír miró a su hijo.

 Su padre, sin dejar de sonreír miró a su hijo

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—Si. Pero primero quiero que Rosie coma.

—No la fastidies campeón —continuó su padre, y Eric le obedeció.

—No me fastidia, señor Worth.

—No seas modesta pequeña, conozco a mi niño y se cómo puede ser de asfixiante. Y por favor, llámenme Adam.

—¿Adam? —se intrigó Tommy. Él cabeceó—. Mi tía siempre me ha dicho que respete a mis mayores.

—Y tu tía está en lo correcto, jovencito. Pero no tengo ningún inconveniente en que me llamen por mi nombre, al contrario, me alegran.

Los dos niños se miraron, uno más nervioso que el otro y Bell se encogió de hombros, dándole a entender que le hiciera caso, y así fue.

La cena culminó temprano, Bell no probó mucho bocado y los Worth no le recriminaron nada. Eric tenía intenciones en seguir jugando videojuegos, pero ambos ya estaban cansados, querían descansar.

—¿Preparaste la habitación de huéspedes? —preguntó su padre, una vez terminando de lavar los platos.

—Por supuesto, pero me temo que, uno de los dos dormirá en el suelo.

Tommy miró veloz a su amiga, quien ante el nerviosismo en él, suspiró y alzó una de sus manos.

—Yo dormiré en el suelo.

—Está bien, espero y no te incomode.

—Da igual...

Eric les guío hacia la habitación.

—Ojalá y lo disfruten, es el lugar más acogedor de la casa —ovacionó mientras abría la puerta.

Los niños entraron a una habitación organizada pero insípida. No dijeron nada y unas sonrisas aparecieron en sus rostros dando las gracias por el lugar a descansar. Eric salió de la habitación y Bell cerró la puerta.

—Pues de acogedor no tiene nada —soltó Tommy.

—Ya lo sé. Pero no ganamos nada quejándonos.

—Bell —continuó el pequeño—, ¿dónde queda tu antigua casa?

—A media calle de aquí.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now