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Podía sentir mis latidos en los oídos. Me golpeaban. Mi mano derecha tembló, aún aferrada al tenedor. Suspiré y relajé los músculos hasta que el tenedor cayó en el plato. Bartolo se puso de pie y yo le imité.

―Sígueme.

Me colocó una mano en el hombro y caminamos. Podía notar sus dedos como grilletes sobre mis huesos. Salimos del instituto, por la puerta. Como si no ocurriera nada, como si nadie tuviese secuestrado a nadie. Caminé a su par sin dejar de mirar al frente, con los brazos tensos y las manos relajadas. Inmóviles.

Respiré de forma calmada. Debía mantener la calma en una situación así. Giramos la siguiente esquina y entramos en una calle infinita llena de civiles caminando o flotando en el aire desde propulsores. Pero al cabo de poco salimos de esa concurrida calle (llena de testigos) y seguimos caminando hacia un parque, uno de esos enormes parques llenos de vegetación que sirven como "pulmón". Era inmenso y pronto empezamos a adentrarnos en una zona totalmente aislada. Sabía que se estaba acercando el momento.

No me paré a pensar por qué conocía el dispositivo de seguimiento de los militares. No medité si era aliado o enemigo, su amenaza era todo lo que necesitaba. Con un rápido movimiento le golpeé con el codo en las costillas y corrí hacia adelante. Salté en el aire y me giré, músculos en tensión, pose de lucha. Él ya estaba preparado para luchar.

― ¿¡Quién eres!?―gritó viniendo hacia mí.

Todos mis sentidos se agudizaron. Hice una última exhalación de aire antes de zambullirme en la pelea. Le paré un golpe con el antebrazo. Era más alto y más fuerte que yo por lo que debía ser más ágil y rápida si quería salir ilesa. Iba a darme una patada pero salté sobre sus hombros y le fui a devolver el golpe pero él agarró mi pierna y la utilizó para atraerme hacia él. Pude ver su puño izquierdo acercarse a gran velocidad hacia mi estómago. Recibí el golpe y el pastel que tanto me había gustado volvió a mi mente en forma de bomba a punto de explotar. Le golpeé el pecho con la cabeza y me libré de su agarre.

Le empecé a atacar con más ferocidad, detenía mis golpes con los brazos. Añadí las piernas como armas y le desequilibré un momento, el segundo que necesitaba para darle con el puño derecho en la cara, pelando al instante mis nudillos. Recordé que tenía una cara bonita al ver su pómulo sangrando. Por un instante me sentí mal y me pregunté si no debería haber contestado a su pregunta primero. Se abalanzó hacia mí otra vez, en busca de hacerme alguna llave que me inmovilizara.

Me zafé como pude pero me agarró por la entrepierna. Me mantuvo unos segundos agarrada y se quedó inmóvil. Entonces le golpeé para librarme y salté sobre su cuerpo. Volví a mirarle sin bajar la guardia. Él estaba mirándose las manos y finalmente alzó las cejas.

― ¿Eres una mujer?―preguntó.

Sentí mi cara enrojecer por momentos y mis lentillas se iban a despegar de la rabia. Me quité el gorro con fuerza y lo tiré al suelo.

― ¿¡Y qué si lo soy!?

Bartolo me miró y reprimió una sonrisa en sus labios. Los convirtió en una línea recta, mordiéndolos, evitando la risa. Pero finalmente se rió y mi cara enrojeció por completo.

― ¿¡Qué te hace tanta gracia!?―fui corriendo hacia él preparando los nudillos para un próximo ataque.

― ¡Espera!

Alzó las manos y me detuve. Intentó serenar su risa y entonces me señaló.

―Tu... tu pelo... - dijo entre dientes.

Despegué los labios y me fui a tocar la cabeza. Debía tener un pelo indescriptible entre el gorro, las horquillas para recogerlo y el puto flequillo que nunca recuerdo tener. De hecho, dicho flequillo estaba prácticamente de punta, disparado hacia diferentes direcciones.

Ryu; Llegada (1)Where stories live. Discover now