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Se acercó hacia mí con pasos calmados, con las manos embutidas en los bolsillos de sus pantalones. Iba desarmado pero me recorrió un escalofrío por la espina dorsal que erizó cada célula de mi cuerpo. El aire que nos separaba se crispó y supe que era por su fuerza, que no tenía ninguna posibilidad contra ese ser.

Había invocado una barrera que me aislaba de mis compañeros sin despeinarse, sin que un atisbo de esfuerzo cruzase su rostro etéreo. Me había introducido a merced del monstruo desobedeciéndoles, incumpliendo mi promesa con Ritto movida por un sentimiento de venganza que se había helado en mis arterias. No me podía mover pero no tenía miedo; sentía curiosidad, fascinación.

Las partículas de tierra oscura levitaban, despiertas a cada paso que daba Bright hacia mí. No era humano, no podía concebir que ese poder estuviese almacenado entre carne y huesos. Además era un portento musculado, tan alto como Eito. Costaba creer que fuese familiar del bajito de Shiruke si no fuese por esas facciones tan similares.

―Ha pasado mucho tiempo―pronunció exhibiendo una amplia sonrisa.

Era esa sonrisa extremadamente ancha y angulada la que apareció en mi última pesadilla, antes de que la presencia de Ritto acallara los terrores nocturnos. La voz de mi compañero de habitación me estremeció y me volteé hacia él: sus puños sangraban golpeando la rigidez de la barrera mágica. Un dedo gélido se posó en mi mentón, Bright me obligó a mirarle.

―No, no te distraigas―dijo provocándome otro escalofrío―. He estado una década aguardando este momento.

― ¡No la toques! ―la voz desgarrada de Ritto me hizo reaccionar lo suficiente como para dar un paso atrás.

Los ojos zafiros de Bright miraron por encima de mí y una de sus oscuras cejas se arqueó.

―Me importa más que a ti, no le haré daño―contestó Bright.

―Lo dudo mucho―siguió Ritto.

Bright volvió a sonreír, se inclinó hacia mí y sacó su otra mano del bolsillo para apoyarla en mi hombro mientras señaló a Ritto con la cabeza.

― ¿Estáis follando? ―susurró y fruncí los labios.

― ¡No le escuches!

La voz de Shiruke hizo que Bright se incorporara de repente. Estalló en un mar de carcajadas y extendió su brazo para saludar al aire.

― ¡Hermanito! ―exclamó con una sonrisa―. No te había visto, como no levantas dos palmos del suelo...

― ¡Hijo de puta! ―Shiruke también golpeó la barrera en vano.

―No hables así de mamá.

Bright se cruzó de brazos con fingida indignación, expulsando una bocanada de aire que hizo tambalear los mechones que caían sobre su frente.

―Ni has crecido ni has despertado tus poderes―bramó hacia su hermano pequeño―. Sigues siendo la misma decepción de siempre.

Entonces, del bolsillo del pecho de su gabardina, emergió una pequeña tortuga verde que trepó hasta colocarse en su hombro. Aquello me devolvió la voz.

― ¿Por qué coño tienes una tortuga? ―pronuncié con incredulidad.

―Es Señor Tortuga―ladeó la cabeza hacia el animal―. ¿No te acuerdas de él?

Mi ceja tembló y negué con la cabeza. Los ojos de Bright se enfriaron todavía más.

―No te acuerdas de mí.

La tierra tembló a mis pies: le había hecho enfadar. Mi sangre se descongeló, ardiendo en ira como método de defensa.

―Mataste a Karin―dije con voz temblorosa.

Ryu; Llegada (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora