11. Ver

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Observo a través de la ventana del aula cómo el paisaje se va tiñiendo de verde poco a poco, cada día, a medida que avanza la primavera.

De repente, un folio se posa sobre mi pupitre, el profesor deja el examen y se aleja: 6. Bueno, al menos voy remontando de mis notas y de mis faltas a clase durante el coma. Mejor que un suspenso...

El timbre suena y retumba en las paredes del colegio, segundos después, tras un tremendo alboroto, la clase se queda completamente vacía. Recojo mi abrigo y abandono el aula cerrando la puerta tras de mí.

Odio los lunes.

Por lo menos, este ha sido tranquilo. Pasivo y sin novedades.

Como siempre...

Dejo la mochila en el suelo de mi habitación, entro en el salón y me desplomo en el sofá bocabajo. Intento no pensar en nada salvo en lo asquerosa que es mi vida.

Como si de una alarma de incendios se tratase, me incorporo en un rápido movimiento sobresaltada por el sonido de notificación del WhatsApp. No me acordaba ni de la melodía, del tiempo que llevaba sin que me escribiese nadie. Más relajada, desbloqueo la pantalla del smartphone y bajo la barra de notificaciones.

Mis dedos se quedan paralizados al leer el nombre de Rodrigo junto con la frase de debajo: 2 mensajes nuevos.

Vacilante, abro el WhatsApp, de los escasos chats que tengo, pulso el primero, el de Rodrigo.

El primer mensaje es un:

Rodrigo: Alba :) ¿Qué tal todo?

Y el segundo es un poco más largo:

Rodrigo: Oye, quería preguntarte, si no tienes nada que hacer este viernes, claro, si te apetecería salir conmigo y con otro amigo mío que hace mucho que no quedamos. Daríamos una vuelta o algo por el estilo. ¿Te hace?

¿Que si me hace? ¡Dios, esa pregunta sobra! Si no fuese por mi desánimo, me pondría a bailar ahora mismo hip-hop en medio del salón.

Vale. Respira, respira... Ahora viene lo difícil: escribir la respuesta. No debo parecer muy desesperada ni tampoco muy borde. Veamos...

Yo: Buenas, Rodri :) Pues mira, el viernes no tengo nada que hacer, así que me vendría muy bien.

Enviar y... perfect.

Lo releo varias veces, por si he escrito algo fuera de contexto. No, parece que está bien, un mensaje normal y corriente. Se conecta, ¡sí, está en línea! ¡Rodrigo está escribiendo! ¿Es normal esta felicidad por un simple mensaje? Los segundos transcurren lentamente hasta que recibo su siguiente mensaje.

Rodri: Genial :) Ahora mismo no podría decirte hora, pero te lo diré en cuanto lo confirme.

Yo: Ok. Gracias.

Rodri: ¿Gracias por? XD Hasta el viernes entonces.

Yo: :)

No sé que más decir, únicamente pude enviar ese emoticono. Podría haberle explicado todas y cada una de las razones por las que le daría las gracias, por esta oportunidad aunque él no lo vea así, por su aceptación de mi persona, por su perdón...

Hay tantas cosas que agradecer... No cabrían en un solo mensaje.

Rodrigo sigue conectado pero no sé qué escribir, me gustaría seguir hablando con él, pasarme horas y horas sabiendo de él, contarnos todo lo que en este tiempo nos habíamos perdido... Sin embargo, tras unos segundos más, se desconecta y ya solo aparece la última hora de conexión. Quizás sea mejor así. Lo bueno y poco, dos veces bueno. A continuación, abandono el WhatsApp también.

DespertarWhere stories live. Discover now