—Yo sigo esperando y soñando.

—Vuelve con los pies en la tierra —le recomendé—. Ah, y si alguna vez dejes que me emborrachara como lo hice aquella noche, lo pagarás.

Cedric empezó a romper la hierba del césped. Fosco encontró la idea maravillosa y atacó sus dedos, gruñendo con lo que para él debería ser ferocidad. A mí me sonó gracioso.

—Según la química, —comentó Cedric, mirándome desde abajo y sonriendo—, el alcohol es una solución. Y tus casi inexistentes habilidades sociales mejoran mucho después de unas copas.

—Precisamente por esto necesito que me detengas —gruñí, seguramente pareciéndome a un Fosco más grande.  

—Puedo intentarlo, pero no me fío de que lo consiga. Puedes llegar a ser excesivamente… terco. Y ya que vino el caso, ¿debo empezar mi nuevo encargo esta noche, mi rey?

—Deja de psicoanalizarme. Y no, no empieces esta noche. Esta noche el cielo es el límite —dije, mirando hacia arriba al azul dolorosamente brillante, parecido a unos ojos que acosaban mi mente muchas más veces de las que me hubiera gustado. Me sacudí, ahuyentado las impertinentes imágenes—. La semana que viene empiezan las clases, pero esta noche actuamos, no pensamos.

No sabía cuánta razón tenía.

***

 Mi acompañante dijo que se llamaba Selena y no me cansé en recordar el apodo de la de Cedric. Suponía que su nombre era igual de falso que sus tetas que empujaban mi costado cada vez que se giraba para gritarme al oído. Pero no importaba, me servía ella y sus tetas falsas.

La atmósfera en el club era especialmente creada para manipular la mente y conseguir que uno se olvidara incluso del nombre de su madre. Las paredes eran negras y la semioscuridad cortada por láseres multicolores que apuntaban los cuerpos en continuo movimiento. La música tenía el volumen tan alto que incluso todos los órganos internos bailaban y las bebidas tenían una pinta fantástica. Precisamente por eso había preferido empezar con unas simples cervezas, dejando por descubrir más tarde qué contenían los vasos de formas extravagantes y contenido misterioso.

—¿Bailamos? —preguntó Selena, teniendo cuidado de rozar el lóbulo de mi oreja con su labios pintados en rojo vivo.

Tenía solo unas cuantas cervezas tomadas, mis habilidades sociales aún tardaban en aparecer.

—¿Por qué no empiezas tú? —le sugerí, señalándole la mesa con la mirada—. ¿Un baile privado?

Serena me sonrió, permitiéndome admirar su dentadura perfecta. El reflejo de la imagen de un canino sobresaliente se cruzó en mi mente. Cogí la cerveza, decidido en borrarla y admiré los movimientos serpenteantes de Serena. Una camarera pasó por el lado de nuestro separé y aproveché para pedir algo más fuerte.

Miré a Cedric, pero no pude ver mucho de él escondido cómo estaba debajo del pelo, los brazos y las piernas de su acompañante. Me reí, entendiendo que la paciencia no era una de las cualidades de Cedric, pero cambié de idea al instante. Conmigo tenía más que paciencia y me aguantaba todas las estupideces. Además, tenía que reconocer que la chica era más que caliente, de melena larga y rubia y piernas interminables. No me extrañó que se pareciera a Liza.

Volví la mirada a Selena que había conseguido subirse encima de la mesita y parecía segura de sus movimientos incluso sobre los tacones tamaño suicida. A mí me gustaba tomarme tiempo, investigar y concluir antes de decidir. Ella sabía bailar, pensé, y sabía cómo hacerlo para evidenciar todas sus un poco sobradas curvas.

Cuando acabó la canción, bajó para sentarse en mis rodillas. El gesto me pareció demasiado evidente, pero se lo permití como pago por el baile.

Sencillamente perfecto (SIN EDITAR) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora