~ 𝒫𝒶𝓇𝓉𝑒 𝟤5 ~

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Se deshace de las mantas con ferocidad y se levanta de un salto. Este mísero movimiento provoca que su cuerpo se queje crujiendo, lo que le recuerda a la manía que tiene Tauro de crujir los dedos siempre que puede.

Siente el cuerpo cansado, pesado, como sí estuviese caminando con un enorme peso a sus espaldas. Sus pies la conducen hasta el sofá de dos plazas, como cada fin de semana.

Es su nueva rutina. Ya no aguanta más tiempo en la habitación.

- Virgo, ¿vas a estar otro sábado tirada en el sofá?- le pregunta su madre, ocultando su severa preocupación.- No entiendo que te pasa, llevas así varios días.- continúa. Suspira al poco rato.- Y lo que menos entiendo es que no dices nada.- confiesa con pesadez.

Su madre siempre ha sido una mujer de pocas expresiones cariñosas.

Casi siempre trata a sus hijos como dos adultos, a pesar de su edad. Aun así, en ocasiones como estás, recuerda como su propia madre la había tratado con frialdad durante la adolescencia, y el cómo ella no tuvo apoyo en dicha etapa.

Suspira.

Virgo no dice nada, solo se queda en silencio jugando con el mando de la televisión entre sus manos.

- Cariño.- la llama con una voz melosa. Se sienta a su lado.- Tu abuela, cuando yo era adolescente, nunca se sentaba conmigo a hablar de lo que me pasaba. Me iba comiendo las cosas poco a poco, era borde con los demás y siempre estaba de malhumor. Nunca me expresaba, por que tampoco me habían enseñado a hacerlo. Así que, era una adolescente resentida.- mira nerviosa a su hija, buscando algún signo de cambio. Suspira de nuevo bajando la mirada al no encontrar nada.- Tu padre me cambió.

Virgo pareció responder a esas últimas palabras prestando atención.

> Nos conocimos en el primer año de universidad. Recuerdo que aún no le había salido barba. Parecía un niño de 17 años en una universidad en donde todos parecían tener 20 y tantos largos. Aunque llamaba la atención por otras facetas suyas, no había reparado en mí como yo lo había hecho en él.

No cruzamos palabra hasta que pasaron unos meses.

Por aquel entonces había intentado hacer amigos en la universidad, pero mi carácter áspero era como un repelente, así que seguía sola. Y como eso me deprimía, me seguía comiendo todos aquellos pensamientos.

Un día, en plena época de exámenes finales de cuatrimestre, tu padre llamó a mi puerta de la residencia. La abrí confusa porque no esperaba a nadie. Y allí estaba él, con una carpeta azul, el pelo todo revuelto, unas ojeras considerables y un bolígrafo en la oreja derecha.

Reprimí una sonrisa cuando lo vi tan cómico, o al menos a mí me pareció así.

Me miró sorprendido y a día de hoy sigo sin saber el porqué. Se le cayó el bolígrafo al suelo y nos agachamos a la vez para recogerlo. En ese instante nos golpeamos las frentes, y por fin, me reí.

Era extraño, me dolían las mejillas y la barriga de reír. Él me preguntó de qué me reía y le conté una trola para que no pensase que me reía de él.

> Desde ese pequeñito, minúsculo momento, me enamoré de él.

Virgo levanta la mirada para ver a su madre, quien sonríe ampliamente. Se sorprende enormemente al verla con esa mirada tan brillante y una sonrisa de felicidad. 

Siente su calidez, el amor que le tiene a su padre, pero sobre todo, siente una felicidad inmensa en su interior al escucharla.

- Mamá.- la llama con dulzura.- Me gusta Capricornio.- confiesa sin titubear.

Virgo y CapricornioWhere stories live. Discover now