EXTRA | Desiderata

Start from the beginning
                                    

Se golpeaba la quijada con la hoja doblada en lo que consideraba qué hacer, cuando oyó una melodía.

Era algo perdida, incluso se sorprendió de haberla percibido, nunca había tenido un buen oído. Sin embargo, los pies se le movieron solos contra cualquier buen juicio. Cuando traspasó los pasillos y dobló varias esquinas, notó que se trataba de un piano. Nunca antes lo había escuchado, ¿tenían piano en la escuela? Quizás... Cuando el sonido fue más claro, pensó súbitamente que quizás esa melodía siempre había estado ahí, pero nunca le había prestado atención. Era un sonido claro y fluido, como el agua de un manantial corriendo. Sintió que si seguía caminando, entonces alcanzaría el sol. La canción lo llenaba todo, era lo único que llegaba a oír cuando estaba en el pasillo a unos escasos metros del salón de artes musicales: no había canto de pájaros, no había estudiantes en el patio durante la clase de gimnasia, no existió nada.

Cuando estuvo a punto de posar una mano sobre el picaporte, lo llamaron.

-¡Minseok!

Se giró sobresaltado, como si hubiera salido de un trance hipnótico.

-¿Qué haces ahí?- Le dijeron riendo sus amigos. -¡Vamos a almorzar, se acabarán los postres!

Dio un último vistazo a la puerta, la musica ya no se escuchaba. Se fue.

Creyó que había sido una alucinación, pero al otro día volvió a sentir el mismo deseo e ímpetu por ir allí, por verificar que no estaba loco. Era lo único que le faltaba. Sintió un revoltijo en las entrañas cuando descubrió la misma música bailando por el aire hasta convertirse en sonido y acapararle los tímpanos con su dulzura. Tragó saliva cuando estuvo frente a la puerta del salón una vez más, esta vez estaba seguro de que nadie lo interrumpiría, así que abrió la puerta y se metió dentro de la habitación.

Era un chico rubio. Lo reconocía. Era el pianista, aquel al que todo el universo parecía idolatrar por sus dedos privilegiados y su figura agraciada. Jamás le había prestado atención, nunca le había importado. Creía que tenían la misma edad, pero iban a divisiones diferentes. Tampoco lo había escuchado antes, pero de alguna manera sintió arrepentimiento. Estaba de espaldas, así que sólo podía enfocar su nuca cubierta por sedoso cabello rubio que incitaba a entretejer tus dedos en él. Su espalda era una rígida línea recta, toda su postura emanaba perfección y método absoluto; las únicas partes de su cuerpo que se movían eran sus muñecas y sus dedos.

Minseok no tenía la más mínima idea sobre música clásica, pero creía que las notas y los movimientos intrincados que ejecutaba de forma impecable eran complejos de llevar a cabo. Y lo admiró aunque ni siquiera recordaba su nombre, aunque nunca antes lo había oído.

Se quedó a un lado de la puerta completamente quieto, sin hacer ni decir nada, sólo oyendo con atención.

-¿Dirás algo o sólo te quedarás parado ahí?

Parpadeó, saliendo otra vez de aquel ensueño inducido. Era como una sirena homérica. El chico se había mantenido presionando una serie de agudos sin parar, produciendo un tintineo fino y elegante, bello. Lo miró sobre su hombro y Minseok vislumbró un perfil digno de retrato.

-Ah...- Suponía que debía decir algo, pero no sabía qué.

El joven pianista se alejó del instrumento y quiso gemir de disgusto, no quería que se detuviera. Lo encaró de lleno con unos ojos inexpresivos y unas facciones pétreas.

-¿Quién eres tú?

Su piel era blanca y su rostro rebosaba juventud. Sabía que lo era, tan sólo era un estudiante, al igual que él, pero creyó que aquella lozanía le duraría años. Se imaginó encontrándolo otra vez en unos veinte años y pensando exactamente lo mismo.

Notas del alma (HunHan)Where stories live. Discover now