VII

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     Me despierto con los ojos hinchados otra vez. Los abro y no puedo ver absolutamente nada. Intento tocarme la cara y algo me lo impide, lo quito y veo el techo de mi cuarto.

Me levanto y tomo una larga ducha con agua caliente. Me visto y bajo las escaleras de mi casa. Mi mamá está cocinando huevos y tocino. La veo feliz, cantando con las canciones de la radio, no se las sabe, pero las tararea. Le veo la cara y ya solo le queda un pequeño círculo morado en el pómulo derecho. Al parecer el golpe era solo la hinchazón. La abrazo fuerte, como tenía tiempo sin hacer. Los dos disfrutamos de un hermoso desayuno esa mañana.

Después del desayuno, mi mamá sube a recostarse otra vez en su cuarto y yo me quedo lavando los platos. Suena la puerta de la casa, me seco las manos y voy a abrir.

Al abrir me sorprendo al ver la cara de mi padre, pero al él le sorprende más el golpe que le doy.

-Eres un cobarde, y decir que a ti te llamaba padre, no vuelvas a esta casa jamás, tal vez te quede dinero de mi universidad para que no vivas en la calle –Le digo sin levantar la voz para que mi mamá no se entere de lo que pasa.

-Pero, hijo...

-Solo vete.

Mi padre se soba la cara, vuelve a tomar sus cosas y se va por donde vino.

Al entrar a la casa mi mamá me pregunta quién tocó la puerta y le digo que solo eran unos religiosos.

Subo a mi cuarto agarro el anuario y sé que mi tarea con él todavía no ha terminado.

Pongo un poco de música de los ochentas en mi teléfono, audífonos puestos y conduzco con mi bicicleta hasta la biblioteca.

Al entrar busco inmediatamente a la encargada.

-Disculpe –Le digo.

-Sí ¿En qué puedo ayudarlo? –Pregunta como protocolo de su trabajo.

-Creo que esto es de la biblioteca –Digo y saco el anuario de mi bolso.

Su cara se ilumina completamente y lo toma rápidamente

-¿Dónde lo conseguiste? –Pregunta rápidamente.

-Yo me lo llevé anoche, me interesó mucho y quería terminar de ojearlo en mi casa, la verdad es triste lo que les pasó –Le digo apenado-. Vengo también más que nada por mi amiga, Alice, para que le devuelvan su empleo.

-No te preocupes por eso, ya Alice está trabajando como de costumbre –Dice ella con una sonrisa.

Era una señora de 54 años, pelo con pocas canas, rubia y con lentes, con muy pocas arrugas para su edad.

-Ella me dijo que la habían despedido –Le aclaro.

-Sí, la despedimos, pero vino esta mañana y me di cuenta de que ella no era culpable de nada, no creí que ese joven ángel sea capaz de robar algo –Dice y ahora ya entiendo todo-. Este anuario no es de la biblioteca, es mío, bueno, no es mío, era de mi hermano menor, Andy, él murió en ese accidente y encontraron esto hace unos pocos meses en una morgue, llevaba años allí, dijeron que una chica lo sostenía con fuerza. Se quedó allí, hasta que decidieron buscarle dueño y lo mandaron a la biblioteca por mí. Lo juntaron con el cargamento y fue a parar en tus manos al parecer. Pensaba ir a donde está enterrado y dejarlo allí –Hace una pausa-. Pero quiero que tú lo lleves, por mí, creo que has tenido más tiempo para encariñarte con él que yo.

Al principio me pensaba negar, pero decido aceptar la tarea.

-Será un honor, señora Cowboy –Le digo.

Me da instrucciones de cómo llegar al lugar donde está enterrado su hermano.

Me monto en la bicicleta y parto.

***

Llego al lugar y paro la bicicleta en seco. Era un cementerio común. Paseo por él buscando a Andy, su hermana me dijo dónde estaba exactamente, pero igual quise vagar un poco por el lugar. Todo lo que pasó me dejó algo melancólico.

Lo veo, veo su tumba, la de Andy Cowboy. Miro y a su lado está Stuart, su mejor amigo, y al otro lado, su gran amor Janice.

-Moriste feliz, Andy, lo sé por qué al igual que tú, morí en ese mismo accidente esa misma noche. Mirando ese cielo estrellado y al lado de la chica que hacía latir tu corazón.

Saco el anuario de mi bolso.

-Toma, esto es tuyo, no pude conseguirte la firma que querías, lo siento por eso –Me agacho y pongo el anuario al frente de su lapida.

Cuando lo coloco un fuerte viento empieza a azotar y el anuario se abre en la última página y veo una firma que antes no estaba allí.

No cierres tanto los ojos, chico del futuro. Besas increíble.

-Con amor: Janice.

Sin darme cuenta una lágrima corre por mi mejilla. Miro al cielo y sé, que donde quiera que esté Andy ahora ya es feliz.

-Adiós, amigo. 

El AnuarioWhere stories live. Discover now